viernes, 26 de septiembre de 2008

SOBRE TÍ

“Es porque estoy contigo por lo que, cuando sobre ti hablo, lo hago desde Ti. También he comprobado que para hablar de Ti precisaba hablar contigo primero, por lo que en mis días de descanso analizaba, cuál sería el modo correcto de referirme a Ti”.

Como comprenderéis, cuando esto escribía estaba refiriéndome a la experiencia de Dios: a cómo se anhela, a cómo se experimenta, y a cómo desde ese momento comienza de un modo natural tu apostolado: tu determinación íntima y decidida a participar y compartir con otr@s el gozo de tu Amor.

Estoy convencida de que nuestras experiencias son una misma, y sin embargo diversos nuestros intentos de formulación.; pero esto no debe nunca despistarnos, puesto que lo importante no son las expresiones que utilicemos, sino la única experiencia a la que estamos convocad@s, y que tiene lugar para cada un@ en lo más íntimo de su intimidad.

Así, y en tanto que tratamos de compartirla,
o aunque nuestra libertad para expresarnos no tiene por qué verse coartada,
o por cuanto que nuestras expresiones son susceptibles de informar otras expectativas,
o han de ser contrastadas incesantemente con el contenido íntegro de la Revelación.

Es así, pues, que el dogma no es algo práctico, sino algo contrastado, siendo la responsabilidad de ese “contraste” de la Santa Sede.

Eso no quiere decir que, si algo se demuestra incoherente con el contenido de la Revelación y a la vista de pruebas concluyentes, los criterios del Magisterio no puedan ir evolucionando, ni quiere decir tampoco que no sea esa misma búsqueda de la verdad la que subyazca ante determinados enfoques de lo que pudiera juzgarse como “interpretaciones tradicionales y un tanto esclerotizadas” de los dogmas por parte de la Santa Sede.

Ahora ya os diré, que mediada mi experiencia personal, he encontrado en lo admitido como válido por el Magisterio de la Iglesia, no sólo luz y coherencia en sí mismo, sino realmente las pautas necesarias para seguir investigando cuanto me ha sido necesario para profundizar en mi fe, y en ese sentido yo lo recomiendo.

Nuestra fe tiene que ser adulta, y para ello hemos de hacer un ejercicio de interpretación y de interiorización de cuanto en Jesús Dios nos ha manifestado.

Cada uno lo hará a su manera, pero yo estimo mucho el papel de garante de la Iglesia…

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante todo este diálogo, pero este último texto ha acabado por liarme un poco más. Yo soy católico y siempre me he considerado así sin mayores problemas, pero debo reconocer que mi fe en la Iglesia era meramente instrumental ya que mi fe en Jesucristo es infinitamente superior. Pregunto, si hay algún dogmilla con el que no comulgo ni mucho ni poco (de hecho hay unos cuantos) puedo considerarme a mi mismo un verdadero católico.

Anónimo dijo...

Un cristiano siempre es un verdadero católico, querido amigo, porque el catolicismo no es sino universalidad…

Celebro que tu fe en Jesucristo supere con creces tu fe en la Iglesia (institucional interpreto).

Sin embargo, existe una Iglesia en un plano místico y más auténtico, que es en la que participamos conscientemente cuant@s lo hacemos de la naturaleza humana y de la Gracia creada de Jesús de Nazaret.

Formando parte de ella vamos más o menos avanzando en el conocimiento de Dios.

Algunas de las que consideramos verdades suficientemente contrastadas se formulan en forma de dogmas…
… pero seguro que de dogmas sabes tú más que yo...

Te diré que ninguno de ellos me ha supuesto violencia alguna en mi esquema conceptual, y por eso si tú quieres, podríamos pasar a discernir los que mayor problema te planteen a ti (o a cualquiera de los lectores, claro)

Para mí también la fe en la Iglesia institucional es incomparablemente inferior a mi fe en Jesucristo como manifestación de lo que constituye mi mayor devoción: mi fe en la Santísima Trinidad.

Me alegro mucho de que no nos hayas abandonado...

Anónimo dijo...

Gracias por tu respuesta, me voy más tranquilo a dormir.

En cuanto a eso de los dogmas (en los que no estoy nada versado, sinceramente) podrías empezar por el de la infalibilidad del Santo Padre. Por lo que yo puedo alcanzar Jesucristo no fue infalible pues al menos escogió mal, fatal, al discípulo Judas Iscariote (eso va a misa, por lo ue todos sabemos). Si Él no fue infalible ¿cómo lo va a ser más el Santo Padre? Esto casi me huele a herejía oficializada y me da unas tardes de domingo fatales.

Muy buenas noches

Anónimo dijo...

La infalibilidad de Cristo no consiste en elegir discípulos que no le traicionen. Él quiere a todos, a buenos y a malos. Todos somos igualmente hijos de Dios.

Al entregarle el pan en la Última Cena, Jesús quiere decirle a Judas: Me venderás, pero seguiré siendo tu amigo.

Ahí está la infalibilidad de Dios. En que pese a las jugadas que le podamos hacer, Él siempre va a estar con nosotros.

Como apuesta por Judas, apuesta por todo hombre y hasta última hora.

Anónimo dijo...

Un comentario hermoso, que hago mío, pero no creo que el dogma de la infalinbilidad del Papa esté formulado en ese sentido.

Anónimo dijo...

Es que quería que descansaras bien...

Voy a colgar ahora mismo un artículo nuevo, y a continuación sigo contigo.

Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

Me ha quedado un poco largo, así que también a tí te va como un artículo aparte, querido Luis.

Se llama LA INFALIBILIDAD DE PIO.

Ya me dirás lo que te parece.