martes, 29 de julio de 2008

UN CINCO RASPADO

Nos presenta el Prof. Vargas en esta ocasión, una interesante reflexión sobre el futuro de la Filosofía… Veremos a ver lo que como tema de debate da de sí. Éstas son sus palabras, aparecidas en el Diario de Ibiza de ayer:

"A un alumno ibicenco que acaba con notable la selectividad le llaman desde la Universidad en la que quiere matricularse en Ciencias Biológicas. No pasa el corte de la elevada nota requerida: le proponen que se matricule en Filosofía, donde se entra con «un cinco raspado». La impresión de que se trata a la filosofía como una ganga en época de rebajas no es sólo anécdota cuando proviene del reducto del saber que se supone es la universidad.

Me temo que cuando mucha gente oye hablar del «futuro de la filosofía», la imagen que viene a su mente es la un paciente terminal al que sus amigos insisten en hablar de «mañana» y hasta de «la próxima primavera»: es el pronóstico de Josef Pieper, ya en 1985, sobre el posible futuro de la filosofía.

Acusa Pieper a Bacon y Descartes de haber comenzado el proceso de degradación de la filosofía desde que defendieron que la filosofía tiene un objetivo, el de «hacernos señores y posesores de la naturaleza» y que la teoría filosófica debe ser medida por la praxis a la que conduce.

Hegel y Marx acabaron ese proceso hasta convencernos de que la filosofía se había usado para observar el mundo cuando su fin debía ser cambiarlo.

Pero en el proceso de darle utilidad, la filosofía se ha devaluado en la época que vivimos hasta el cinco raspado. Y el enfermo parece ahora en su última agonía.

Hay otro concepto de la Filosofía.

Para los griegos era algo evidente que la filosofía es conocimiento a la búsqueda del fundamento absoluto del mundo.

Ha sido su acomplejado alineamiento como una más de las ciencias especializadas, lo que la ha degradado a la sección de rebajas. El filósofo se ocupa en mantener viva la cuestión del significado último de la realidad, se considera capaz de descubrir respuestas provisionales a esta cuestión, pero nunca la respuesta.

Heidegger advierte de que «es absolutamente y perfectamente adecuado que la filosofía no sirva a propósito alguno»: contra los que la han degradado con su utilización, ve la reflexión sobre la realidad -esto es la filosofía- como una empresa humana con sentido, incluso necesaria, mientras admite su falta de utilidad práctica, rechazando la reivindicación totalitaria de un mundo comercializado.

Categorías como `ganancias´, `viabilidad´, `utilidad´, `eficiencia´ no significan nada en la esfera de la filosofía, una esfera sin embargo indispensable para una existencia verdaderamente humana. Y lo que a primera vista parecen estorbos y dificultades admitidos por necesidad, se convierten en distinción, en privilegio proclamado con derecho.

Ese privilegio se llama libertad: la filosofía por naturaleza es una empresa libre, y por esa razón no sirve a nadie ni a nada.

Esta libertad no se identifica con la falta de interferencia de poderes externos como el Gobierno, sino que es una cualidad interna, una propiedad de la filosofía.

Aristóteles define esa libertad que es exclusiva de la filosofía: la identifica con «lo no práctico». Práctico es todo lo que sirve a un propósito: la filosofía es libre en cuanto no se dirige a ningún propósito fuera de sí misma. Es una empresa que contiene su propio sentido y no necesita la justificación de servir a propósito alguno: es la reflexión sobre el sentido último de la existencia del hombre y el universo.

Nada que se lleve esta temporada, por eso la encontramos en la sección de rebajas.
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sábado, 26 de julio de 2008

1ª PREGUNTA PLANTEADA

Nos encontramos en esta ocasión con una intervención de nuestra querida Martika. Para poder leerla, y para poder participar si lo consideráis conveniente, tendríais que pinchar en "comentarios"


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ALGO REALMENTE VALIOSO

La predicación del padre Raniero Cantalamessa a la liturgia del próximo domingo (XVII del Tiempo Ordinario: 1 Reyes 3, 5.7-12; Romanos 8, 28-30 y Mateo 13, 44-52) nos presenta a Jesús como el tesoro escondido y la perla preciosa de las parábolas…

“¿Qué quería decir Jesús con las dos parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa? Más o menos esto: ha sonado la hora decisiva de la historia. ¡Ha llegado a la tierra el Reino de Dios! En concreto, se trata de Él, de su venida a la tierra.

El tesoro escondido, la perla preciosa no es otra cosa que el mismo Jesús. Es como si Jesús con esas parábolas quisiera decir: la salvación os ha llegado gratuitamente, por iniciativa de Dios, tomad la decisión, aprovechad la oportunidad, no dejéis que se os escape. Es el tiempo de la decisión.

Me viene a la mente lo que sucedió el día en el que acabó la segunda guerra mundial. En la ciudad, los partisanos y los aliados abrieron los almacenes de provisiones que había dejado el ejército alemán al retirarse. En un instante, la noticia llegó a los pueblos del campo y todos corrieron a toda velocidad para llevarse todas esas maravillas: alguno regresó a casa lleno de mantas, otro con cestas de alimentos.

Creo que Jesús, con esas dos parábolas, quería crear un clima así. Quería decir: ¡Corred mientras estáis a tiempo! Hay un tesoro que os espera gratuitamente, una perla preciosa. No os perdáis la oportunidad. Sólo que, en el caso de Jesús, lo que está en juego es infinitamente más serio. Se juega el todo por el todo. El Reino es lo único que puede salvar del riesgo supremo de la vida, que es el de perder el motivo por el que estamos en este mundo.

Vivimos en una sociedad que vive de seguridades. La gente se asegura contra todo. En ciertas naciones, se ha convertido en una especie de manía. Se hacen seguros incluso contra el riesgo de mal tiempo durante vacaciones. Entre todos, el seguro más importante y frecuente es el de la vida. Pero, reflexionemos un momento, ¿de qué sirve este seguro y de qué nos asegura? ¿Contra la muerte? ¡Claro que no! Asegura que, en caso de muerte, alguien reciba una indemnización. El reino de los cielos es también un seguro de vida y contra la muerte, pero una seguro real, que beneficia no sólo al que se queda, sino también a quien se va, al que muere. "Quien cree en mí, aunque muera, vivirá", dice Jesús. De este modo se entiende también la exigencia radical que plantea un "negocio" como éste: vender todo, dejarlo todo. En otras palabras, estar dispuesto, si es necesario, a cualquier sacrificio. Pero no para pagar el precio del tesoro y de la perla, que por definición no tienen "precio", sino para ser dignos de ellos.

En cada una de las dos parábolas hay en realidad dos actores: uno evidente, que va, vende, compra, y otro escondido, dado por supuesto. El autor que es dado por supuesto es el viejo propietario que no se da cuenta de que en su campo hay un tesoro y lo malvende al primero que se lo pide; es el hombre o la mujer que poseía la perla preciosa, no se da cuenta de su valor y la cede al primer mercante que pasa, quizá por una colección de perlas falsas. ¿Cómo no ver en esto una advertencia que se nos dirige a quienes malvendemos nuestra fe y nuestra herencia cristiana?

Ahora bien, en la parábola no se dice que "un hombre vendió todo lo que tenía y se puso a buscar un tesoro escondido". Sabemos cómo terminan las historias que comienzan así: uno pierde lo que tenía y no encuentra ningún tesoro. Historias de soñadores, visionarios. No, un hombre encontró un tesoro y por esto vendió todo lo que tenía para comprarlo. Es necesario, en pocas palabras, haber encontrado el tesoro para tener la fuerza y la alegría de venderlo todo.

Dejando a un lado la parábola: hay que encontrar antes a Jesús, encontrarlo de una manera personal, nueva, convencida. Descubrirle como su amigo y salvador. Después será un juego de niños venderlo todo. Es algo que se hará "llenos de alegría", como el campesino del que habla el Evangelio.
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miércoles, 23 de julio de 2008

LA ESPERANZA DE UNA ESPERA

Puesto que dicen que una imagen vale más que mil palabras, me váis a permitir hoy presentar una que se me antoja perfectamente comprensiva de aquello que no es la esperanza. Su autor es un tal Fidel.

Se trata de una reflexión sobre la locura y/o la cordura (Ez-eroa se llama) a través de la que se plantea el autor hasta qué punto el hecho de esperar algo (itxaron) equivale o es lo mismo que el hecho de tener esperanza (itxaropena).

Esta imagen ha permanecido largo tiempo en mi ordenador como salvapantallas, y sé por qué me impresionó vivamente.

Digamos que, en demasiadas ocasiones, me he sentido identificada con aquel ser humano que, sentado en el suelo, esperaba.

Aquel ser humano me interpelaba.

No mostraba ninguna actividad. Permanecía en un recinto del que, pese a tener las puertas abiertas, no mostraba actitud alguna de evadirse. Simplemente esperaba a que le dieran su pan (ogia).

Acostumbrado a su rutina y pese a tener frente a sí las puertas abiertas hacia la luz de su libertad, ese ser humano esperaba algo, pero ese algo sólo era pan. Su falta de horizonte, su pasividad: ésas eran sus verdaderas cadenas.

¿Cuántas veces no nos pasa éso?... ¿Cuántas veces no nos conformamos con que nos den un mendrugo de pan?...

El mendrugo puede tener distintas presentaciones, pero una misma es la idea: Nos conformamos con tener, nos conformamos con haber tenido, pero siempre algo.

Ahí termina nuestro recorrido, sin darnos cuenta de que lo importante no es tener algo, sino aquello que hemos hecho o podemos hacer para poder conseguirlo.

Son nuestras obras las que nos transforman, y son sus efectos los que nos llevan a avanzar en un determinado sentido.

Es caminando hacia la luz como la alcanzaremos. Si lo permitimos, es esa Luz la que nos guiará. Es caminando hacia Ella como seremos auténticamente libres, porque es en Ella precisamente donde reside la auténtica libertad.

Es ésa la raíz de la auténtica esperanza, y es el tender hacia Ella lo que nos convierte en seres esperanzados.

Ante ella el tener material se desvanece, porque no es en él en lo que Ella está basada.

Si miramos a nuestro interior, podemos darnos cuenta de que el tener material es en demasiadas ocasiones nuestra auténtica cárcel.

Sólo levantando nuestros ojos hacia la Luz, podemos ampliar nuestro horizonte. Sólo así sabremos hacia dónde dirigirnos. Caminemos, pues, hacia la Luz.
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lunes, 21 de julio de 2008

LA IGLESIA DEBE TENER EL VALOR DE REFORMARSE

Ésta es la idea fuerza del cardenal Carlo Maria Martini (Turín, 1927), uno de los grandes eclesiásticos contemporáneos. Con elogios al reformador protestante Martín Lutero, el cardenal le pide a la Iglesia católica "ideas" para discutir hasta la posibilidad de ordenar a viri probati (hombres casados, pero de probada fe), y a mujeres. También reclama una encíclica que termine con las prohibiciones de la Humanae Vitae, emitida por Pablo VI en 1968 con severas censuras en materia de sexo.

El cardenal Martini ha sido rector de la Universidad Gregoriana de Roma, arzobispo de la mayor diócesis del mundo (Milán) y papable. Es jesuita, publica libros, escribe en los periódicos y debate con intelectuales. En 1999 pidió ante el Sínodo de Obispos Europeos la convocatoria de un nuevo concilio para concluir las reformas aparcadas por el Vaticano II, celebrado en Roma entre 1962 y 1965. Ahora vuelve a la actualidad porque se publica en Alemania (por la editorial Herder) el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén, a modo de testamento espiritual del gran pensador. Lo firma Georg Sporschill, también jesuita.


Sin tapujos, lo que reclama Martini a las autoridades del Vaticano es coraje para reformarse y cambios concretos, por ejemplo, en las políticas del sexo, un asunto que siempre desata los nervios y las iras en los papas desde que son solteros.

El celibato, sostiene Martini, debe ser una vocación porque "quizás no todos tienen el carisma". Espera, además, la autorización del preservativo. Y ni siquiera le asusta un debate sobre el sacerdocio negado a las mujeres porque "encomendar cada vez más parroquias a un párroco o importar sacerdotes del extranjero no es una solución". Le recuerda al Vaticano que en el Nuevo Testamento había diaconesas.

Son varios los periódicos europeos que ya se han hecho eco de la publicación de Coloquios nocturnos en Jerusalén, subrayando la exhortación del cardenal a no alejarse del Concilio Vaticano II y a no tener miedo de "confrontarse con los jóvenes".

Precisamente, sobre el sexo entre jóvenes, Martini pide no derrochar relaciones y emociones, aprendiendo a conservar lo mejor para la unión matrimonial. Y rompe los tabúes de Pablo VI, Juan Pablo II y el papa actual, Joseph Ratzinger. Dice: "Por desgracia, la encíclica Humanae Vitae ha tenido consecuencias negativas. Pablo VI evitó de forma consciente el problema a los padres conciliares. Quiso asumir la responsabilidad de decidir a propósito de los anticonceptivos. Esta soledad en la decisión no ha sido, a largo plazo, una premisa positiva para tratar los temas de la sexualidad y de la familia".

El cardenal pide una "nueva mirada" al asunto, cuarenta años después del concilio. Quien dirige la Iglesia hoy puede "indicar una vía mejor que la propuesta por la Humanae Vitae", sostiene.

Sobre la homosexualidad, el cardenal dice con sutileza: "Entre mis conocidos hay parejas homosexuales, hombres muy estimados y sociales. Nunca se me ha pedido, ni se me habría ocurrido, condenarlos".

Martini aparece en el libro con toda su personalidad a cuestas, de una curiosidad intelectual sin límites. Hasta el punto de reconocer que cuando era obispo le preguntaba a Dios: "¿Por qué no nos ofreces mejores ideas? ¿Por qué no nos haces más fuertes en el amor y más valientes para afrontar los problemas actuales? ¿Por qué tenemos tan pocos curas?"

Hoy, retirado y enfermo -acaba de dejar Jerusalén, donde vivía dedicado a estudiar los textos sagrados, para ser atendido por médicos en Italia-, se limita a "pedir a Dios" que no le abandone.
Además del elogio a Lutero, el cardenal Martini desvela sus dudas de fe, recordando las que tuvo Teresa de Calcuta. También habla de los riesgos que un obispo tiene que asumir, en referencia a su viaje a una cárcel para hablar con militantes del grupo terrorista Brigadas Rojas. "Los escuché y rogué por ellos e incluso bauticé a dos gemelos hijos de padres terroristas, nacidos durante un juicio", relata.

"He tenido problemas con Dios", confiesa en un determinado momento. Fue porque no lograba entender "por qué hizo sufrir a su Hijo en la cruz". Añade: "Incluso cuando era obispo algunas veces no lograba mirar un crucifijo porque la duda me atormentaba". Tampoco lograba aceptar la muerte. "¿No habría podido Dios ahorrársela a los hombres después de la de Cristo?" Después entendió. "Sin la muerte no podríamos entregarnos a Dios. Mantendríamos abiertas salidas de seguridad. Pero no. Hay que entregar la propia esperanza a Dios y creer en él".

Desde Jerusalén la vida se ve de otra manera, sobre todo las parafernalias de Roma. Martini lo cuenta así: "Ha habido una época en la que he soñado con una Iglesia en la pobreza y en la humildad, que no depende de las potencias de este mundo. Una Iglesia que da espacio a las personas que piensan más allá. Una Iglesia que transmite valor, en especial a quien se siente pequeño o pecador. Una Iglesia joven. Hoy ya no tengo esos sueños. Después de los 75 años he decidido rogar por la Iglesia".

Nunca más el 'error Galileo'

El cardenal Martini se empeñó siempre en establecer un terreno de discusión común entre laicos y católicos, afrontando también aquellos puntos en los que no hay consenso posible. Con esa intención abrió uno de los debates más sabrosos entre intelectuales contemporáneos, publicado en 1995 en Italia con el título In cosa crede qui non crede? (¿En qué creen los que no creen?). Se trataba de una serie de cartas cruzadas entre el cardenal y Umberto Eco, sobre temas como cuándo comienza la vida humana, el sacerdocio negado a la mujer, la ética, o cómo encontrar, el laico, la luz del bien. Un sector de la jerarquía católica asistió a la controversia con indisimulada incomodidad, pero una década después, el mismísimo cardenal Joseph Ratzinger, hoy papa Benedicto XVI, afrontó un debate semejante con el filósofo alemán Jürgen Habermas sobre la relación entre fe y razón.

Lamentó en 1995 el cardenal Martini que su iglesia viviera sumida en "desolada resignación respecto al presente". También se sinceró ante Eco sobre el miedo a la ciencia y al futuro. Entonces lo hizo "con tesoros de sutileza", reconoció él mismo. Ponía por testigo la prudencia de Tomás de Aquino en semejantes compromisos, por miedo a Roma, que a punto estuvo de castigar a quien ahora es uno de sus guías más ilustres

El cardenal, ya jubilado -es decir, más libre que cuando ejercía responsabilidades jerárquicas-, se expresa en el nuevo libro con la sutileza que usó en el debate con Umberto Eco, pero pone sobre la mesa puntos de vista sorprendentes para sus pares, como el contror de la natalidad y los preservativos. Suenan también como trallazos sus elogios a Martín Lutero y el desafío a Roma para que emprenda con coraje algunas de las reformas que en su tiempo reclamó el fraile alemán.

En el trasfondo de sus manifestaciones de ahora, donde el cardenal aparece a veces angustiado -con un sentimiento más trágico de su fe-, surge el debate interminable del enfrentamiento de la Iglesia de Roma con la ciencia y el pensamiento modernos. Nuevamente, es un jesuita quien vuelve a plantear la discusión, con disgusto del Vaticano. La ventaja de Martini es que no está ya al alcance de ninguna pedrada. El también jesuita George Tyrrell, el erudito tomista irlandés, fue castigado sin contemplaciones y suspendidido de sus sacramentos. Incluso se le negó sepultura en un cementerio católico cuando falleció en 1909. Su pecado: reivindicar, como Martini, el derecho de cada época a "adaptar la expresión del cristianismo a las certidumbres contemporáneas, para apaciguar el conflicto absolutamente innecesario entre la fe y la ciencia, que es un mero espantajo teológico".

Lo que buscan todos estos pensadores católicos es espantar cualquier riesgo de cometer otra vez el error Galileo. Es otra de las exigencias del cardenal.

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sábado, 19 de julio de 2008

EL TRIGO Y LA CIZAÑA

Que yo diga que la intervención del P. Cantalamessa cada domingo es buenísima, no es ninguna novedad. En esta ocasión, glosando las lecturas correspondientes al XVI Domingo del tiempo ordinario (Sabiduría 12, 13.16-19; Romanos 8, 26-27 y Mateo 13, 24-43), con un lenguaje de lo más realista y contextualizado nos habla del juicio de Dios como motivo de consuelo con las siguientes palabras:

Con tres parábolas, Jesús presenta en el Evangelio la situación de la Iglesia en el mundo. La parábola del grano de mostaza que se convierte en un árbol indica el crecimiento del Reino, no tanto en extensión, sino en intensidad; indica la fuerza transformadora del Evangelio que "levanta" la masa y la prepara para convertirse en pan.


Los discípulos comprendieron fácilmente estas dos parábolas; pero esto no sucedió con la tercera, la del trigo y la cizaña, y Jesús tuvo que explicársela aparte.

El sembrador, dijo, era él mismo; la buena semilla, los hijos del Reino; la cizaña, los hijos del maligno; el campo, el mundo; y la siega, el fin del mundo.

Esta parábola de Jesús, en la antigüedad, fue objeto de una memorable disputa que es muy importante tener presente también hoy. Había espíritus sectarios, donatistas, que resolvían la cuestión de manera simplista: por una parte, está la Iglesia (¡su iglesia!) constituida sólo por personas perfectas; por otra, el mundo lleno de hijos del maligno, sin esperanza de salvación. A estos se les opuso san Agustín: el campo, explicaba, ciertamente es el mundo, pero también en la Iglesia; lugar en el que viven codo a codo santos y pecadores y en el que hay lugar para crecer y convertirse. "Los malos -decía- están en el mundo o para convertirse o para que por medio de ellos los buenos ejerzan la paciencia".

Los escándalos que de vez en cuando sacuden a la Iglesia, por tanto, nos deben entristecer, pero no sorprender. La Iglesia se compone de personas humanas, no sólo de santos. Además, hay cizaña también dentro de cada uno de nosotros, no sólo en el mundo y en la Iglesia, y esto debería quitarnos la propensión a señalar con el dedo a los demás. Erasmo de Roterdam, respondió a Lutero, quien le reprochaba su permanencia en la Iglesia católica a pesar de su corrupción: "Soporto a esta Iglesia con la esperanza de que sea mejor, pues ella también está obligada a soportarme en espera de que yo sea mejor".

Pero quizá el tema principal de la parábola no es el trigo ni la cizaña, sino la paciencia de Dios. La liturgia lo subraya con la elección de la primera lectura, que es un himno a la fuerza de Dios, que se manifiesta bajo la forma de paciencia e indulgencia. Dios no tiene simple paciencia, es decir, no espera al día del juicio para después castigar más severamente. Se trata de magnanimidad, misericordia, voluntad de salvar.

La parábola del trigo y de la cizaña permite una reflexión de mayor alcance. Uno de los mayores motivos de malestar para los creyentes y de rechazo de Dios para los no creyentes ha sido siempre el "desorden" que hay en el mundo. El libro bíblico de Qoelet (Eclesiastés), que tantas veces se hace portavoz de las razones de los que dudan y de los escépticos, escribía: "Todo le sucede igual al justo y al impío... Bajo el sol, en lugar del derecho, está la iniquidad, y en lugar de la justicia la impiedad" (Qoelet 3, 16; 9,2). En todos los tiempos se ha visto que la iniquidad triunfa y que la inocencia queda humillada. "Pero -como decía el gran orador Bossuet- para que no se crea que en el mundo hay algo fijo y seguro, en ocasiones se ve lo contrario, es decir, la inocencia en el trono y la iniquidad en el patíbulo".

La respuesta a este escándalo ya la había encontrado el autor de Qoelet: "Dije en mi corazón: Dios juzgará al justo y al impío, pues allí hay un tiempo para cada cosa y para toda obra" (Qoelet 3, 17). Es lo que Jesús llama en la parábola "el tiempo de la siega". Se trata, en otras palabras, de encontrar el punto de observación adecuado ante la realidad, de ver las cosas a la luz de la eternidad.

Es lo que pasa con algunos cuadros modernos que, si se ven de cerca, parecen una mezcla de colores sin orden ni sentido, pero si se observan desde la distancia adecuada, se convierten en una imagen precisa y poderosa.

No se trata de quedar con los bazos cruzados ante el mal y la injusticia, sino de luchar con todos los medios lícitos para promover la justicia y reprimir la injusticia y la violencia. A este esfuerzo, que realizan todos los hombres de buena voluntad, la fe añade una ayuda y un apoyo de valor inestimable: la certeza de que la victoria final no será de la injusticia, ni de la prepotencia, sino de la inocencia.

Al hombre moderno le resulta difícil aceptar la idea de un juicio final de Dios sobre el mundo y la historia, pero de este modo se contradice, pues él mismo se rebela a la idea de que la injusticia tenga la última palabra. En muchos milenios de vida sobre la tierra, el hombre se ha acostumbrado a todo; se ha adaptado a todo clima, inmunizado a muchas enfermedades. Hay algo a lo que nunca se ha acostumbrado: a la injusticia. Sigue experimentándola como intolerable. Y a esta sed de justicia responderá el juicio. Ya no sólo será querido por Dios, sino también por los hombres y, paradójicamente, también por los impíos. "En el día del juicio universal -dice el poeta Paul Claudel- no sólo bajará del cielo el Juez, sino que se precipitará a su alrededor toda la tierra".

¡Cómo cambian las vicisitudes humanas cuando se ven desde este punto de vista, incluidas las que tienen lugar en el mundo de hoy! Tomemos el ejemplo que tanto nos humilla y entristece a nosotros, los italianos, el crimen organizado, la mafia, la camorra..., y que con otros nombres está presente en muchos países. Recientemente el libro "Gomorra" de Roberto Saviano y la película que se ha hecho sobre él han documentado el nivel de odio y de desprecio alcanzado por los jefes de estas organizaciones, así como el sentimiento de impotencia y casi de resignación de la sociedad ante este fenómeno.

En el pasado, hemos visto personas de la mafia que han sido acusadas de crímenes horrorosos defenderse con una sonrisa en los labios, poner en jaque a jueces y tribunales, reírse ante la falta de pruebas. Como si, librándose de los jueces humanos, habrían resuelto todo. Si pudiera dirigirme a ellos, les diría: ¡no os hagáis ilusiones, pobres desgraciados; no habéis logrado nada! El verdadero juicio todavía debe comenzar. Aunque acabéis vuestros días en libertad, temidos, honrados, e incluso con un espléndido funeral religioso, después de haber dado grandes ofertas a obras pías, no habréis logrado nada. El verdadero Juez os espera detrás de la puerta, y no se le puede engañar. Dios no se deja corromper.

Debería ser, por tanto, motivo de consuelo para las víctimas y de saludable susto para los violentos lo que dice Jesús al concluir su explicación sobre la parábola de la cizaña: "De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre".

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jueves, 17 de julio de 2008

FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA

La educación consiste fundamentalmente en el crecimiento personal.

Crecer en ese sentido es el resultado inmanente de las operaciones de nuestra inteligencia, de nuestra voluntad y de nuestros sentimientos, es decir, de nuestras operaciones de naturaleza intelectiva, volitiva y afectiva.

Es la posibilidad de evolucionar en ese sentido de los seres humanos lo que posibilita nuestra educación, y es la posibilidad de que ese proceso se lleve a cabo progresivamente lo que posibilita que el educando desarrolle sus dimensiones material y espiritual de una manera sistemática y ordenada, siempre que empeñe en ello su voluntad.

Confiando en la capacidad de crecer en unidad y coherencia de los enseñandos, el verdadero enseñante es el que sabe -pese a las dificultades- mirar a los ojos al alumno y esperar de él.

Pero siendo esto así, lo que caracteriza a la verdadera instrucción no es el saber algo, sino saber para qué se sabe, y qué relación guarda con lo supremo y más esencial.

Es necesario en ese sentido recuperar una auténtica filosofía de la educación, capaz de ordenar saberes más concretos, más empíricos, y más descriptivos, en función de aquello que constituye lo más supremo y esencial para el ser humano, que es su relación con Dios.

Es ésta, a mi modo de ver, la filosofía que ha de informar la actuación de todo enseñante, y es dentro de ella precisamente, donde encuentra pleno sentido la actividad del profesor de Religión.

No se cómo vosotr@s lo veréis.

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lunes, 14 de julio de 2008

DOS INTERVENCIONES DE INTERÉS

En el artículo de los cinco tópicos anticlericales se incluyeron a última hora un par de intervenciones que quedamos en seguir tratando a lo largo de esta semana. Para una mayor facilidad en su lectura, ahora las reproduciré. No podré volver a meterme en el ordenador hasta última hora de la tarde, pero ahí os las dejo por si algo os sugieren… Luego hablamos.

Anónimo dijo:
Hipocresía, hipocresía y más hipocresía...No nos engañemos, la única culpable de que la programación sea la que es en la COPE es la Iglesia Católica Española. Ni más ni menos. Y no me vale lo que me decías en el anterior post: "Si hay quien asocia Iglesia con P.P., ¡nosotros no! Si hay quien confunde Mensaje y C.O.P.E, ¡nosotros tampoco! Y si alguien pretende que algunas opiniones vertidas en ese medio condicionen nuestro criterio, ¡van dados!..."Pues vuelvo a repetir que sois unos hipócritas, y que os creéis sólo lo que os conviene, ni más ni menos, porque si no haces tuyo el mensaje de la emisora OFICIAL y PROPIEDAD de la Iglesia Católica te diré que, una de dos, o el tuyo es un catolicismo a la carta, o la Iglesia católica nos está estafando diciendo que busca transmitir el mensaje de Cristo cuando lo que realmente quiere y busca es otra cosa (el poder político). Y hasta el día de hoy, los católicos no lleváis muy bien eso del librepensamiento (sobre todo si eres una librepensadora no votante del PP, a ésas siempre se les puede hacer la vista gorda). Así que ten cuidado no vaya a ser que te quemen en la hoguera por herejía. Ah no!!! Que eso de la inquisición ya pasó a la historia!!! Palabra de Dios lo llamaban, palabra de asesinos lo llamo yo."No usarás el nombre de Dios en vano"... y estáis todo el día con esa palabra en la boca, como si tuvierais línea directa con él y sólo vosotros conocierais la verdad absoluta.
Y ésta fue la aportación de Hola:
“Paseándome por algún blog, acabo de leer las preguntas ilegales más comunes en una entrevista de trabajo, y he pensado que le venía como anillo al dedo. Son las siguientes:• ¿Cuántos años tienes?• ¿Estás casado o casada?• ¿Eres homosexual?• ¿Cómo te cuidan a los niños?• ¿Tienes planes de iniciar una familia?• ¿Eres miembro de un sindicato?• ¿Qué partido político apoyas?Y sigue:
“Suponiendo que la empresa no quiere discriminar, tener respuestas a estas preguntas no es importante para decidir si un candidato es contratable. Si las respuestas a estas preguntas si son importantes, es que hay discriminación, y es inaceptable.”La mayoría de nosotros lo encontramos inaceptable, situación que no cambia si el puesto de trabajo es el de profesor (de lo que sea!).Un saludoPD: esperaba que funcionaran los vínculos, pero por si acaso, aquí os dejo las fuentes:El origen, BBC News:http://news.bbc.co.uk/2/hi/business/7187032.stmSu traducción en El blog salmón:http://www.elblogsalmon.com/2008/07/11-las-preguntas-ilegales-mas-preguntadas “.
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ARTE Y ÉTICA

La libertad artística y los estándares éticos están en el centro de un debate surgido en Australia tras la reciente confiscación, por parte de la policía, de las fotografías de una exhibición de arte.

El Sydney Morning Herald informó el 23 de mayo que las autoridades se habían hecho con las imágenes de la Galería Roslyn Oxley9, de Sydney, con niños desnudos en poses sexualmente sugerentes.
Las fotografías fueron tomadas por Bill Henson, cuya obra, según el periódico, ha generado controversias durante años.
Las imágenes de 12 y 13 años fueron consideradas "repugnantes" por el primer ministro australiano, Kevin Rudd, informaba el periódico Australian el 23 de mayo.
"Los niños tienen derecho a que se proteja la inocencia de su infancia. Tengo muy clara esta idea. Por Dios, dejemos que los niños sean niños", declaraba Rudd.
La inquietud por la exposición la despertó la columnista del Sydney Morning Herald, Miranda Devine. En un artículo publicado en su periódico el 22 de mayo, Devine comentaba la erosión de los estándares de la comunidad y cómo es posible proteger a los niños de una cultura cargada de imágenes sexuales.
La opinión pública comienza a mostrar su inquietud por esta tendencia, y Devine observaba que, a nivel nacional, existe actualmente una investigación del senado sobre la sexualización de los niños en los medios.
La actuación policial, así como los comentarios del primer ministro, pronto recibieron las críticas de miembros del mundo del arte. Una carta firmada por artistas, escritores y otros personajes de la industria de los medios censuraron los hechos, afirmando que dañaban la reputación cultural de la nación y corrían el riesgo de crear "un clima represivo de condena histérica", informaba el 28 de mayo el periódico Age.
Límites a lo permitido
Algunos comentaristas, sin embargo, apoyaron la confiscación de las fotos. El escritor Kevin Donnelly, en un artículo de opinión en el Age del 25 de marzo, sostenía que en cualquier sociedad civilizada existen restricciones a la licencia artística y que los derechos de los artistas tienen que estar en equilibrio con la ley y lo que el público considera decente.
Donnelly también observaba que si las fotografías confiscadas hubieran sido colgadas en Internet o en el portátil de alguien, los responsables hubieran sido acusados de pornografía infantil.
"Presentar a chicas jóvenes de esta forma tan vulnerable y expuesta es especialmente malo dado el modo en que la sexualidad de los niños está siendo comercializada y explotada en la publicidad, el marketing y la cultura popular", afirmaba.
Al final, sin embargo, la policía anunció que no encausaría a Hanson por las fotografías, que ahora se espera que vuelvan a la galería, informaba el 6 de junio el periódico Australian.
La inquietud por el arte contemporáneo no se limita a la utilización de fotos pornográficas. El año pasado, Carol Strickland, crítica de arte para el Christian Science Monitor, escribía una serie de tres artículo sobre lo que está mal en el arte occidental.
En su primer artículo, el 19 de diciembre, Strickland comentaba que el arte moderno no sólo sacude a la gente, sino que también la deja fría. Esto ocurre porque tiene como objetivos o nuestros sentidos o nuestra mente, pero no ambos a la vez De igual forma, observaba que una buena parte del arte reciente está impregnado de bromas juveniles, de cinismo y de comercio.
Corazón, mente y espíritu
Strickland recomendaba en su lugar la creación de arte "con una forma significante que comunique ideas y emociones al corazón, a la mente y al espíritu".
La segunda parte de la serie, publicada el 20 de diciembre, pedía que el arte atrajera nuestra atención, pero no sólo de forma sensacionalista. "El buen arte atrae nuestra atención, luego profundiza con múltiples estadios que expanden nuestro conocimiento del mundo y de nosotros mismos, y nos ha ce ver y sentir y pensar de formas diversas".
Estos sentimientos los comparte Andrew Frost en un artículo de opinión publicado el 19 de abril en el Sydney Morning Herald. Comentaba algunas de las últimas exhibiciones de arte de Sydney. Una de las obras de arte pedía a los espectadores que introdujeran su cabeza en un cubo de basura para ver un vídeo.
"La experiencia me hizo darme cuenta de que lo que realmente quiero ver es una obra maestra", afirmaba Frost.
Se hacen muchas afirmaciones en nombre del arte contemporáneo, diciendo que desafía esto o mina lo otro. La realidad es que la mayor parte de él juega sobre seguro, afirmaba Frost.
"No tengo problema alguno con que se me pida poner mi cabeza en un cubo de basura; sólo pido que una vez dentro pueda ver o experimentar algo que tenga la pretensión o la ambición de ir más allá del día a día a algún lugar nuevo y excitante y que de verdad desafíe a su audiencia", concluía.
El arte contemporáneo ha perdido su conexión con la belleza y los valores espirituales, comentaba Roger Kimball, co-editor de la revista New Criterion, en la entrega de junio-julio de la revista First Things.
"Al universalizar el espíritu de oposición, el proyecto de vanguardia ha transformado la práctica del arte en un empresa meramente negativa, en la que el arte o es oposición o no es nada", afirmaba.
Uno de los problemas del arte moderno, explicaba Kimball, es la excesiva fe en el poder de la razón humana y de la tecnología que le ha hecho difícil mantener la visión tradicional de la belleza como unidad del ser y la verdad.
Observaba además: "Cuando la razón humana se hace la medida de la realidad, la belleza pierde su base ontológica y se convierte en mera estética - un tema de mero sentimiento".
"Sin lealtad a la belleza, el arte degenera en una caricatura de sí mismo".
Verdad y belleza
Sobre la cuestión del arte, el Catecismo de la Iglesia católica observa: "El arte, en efecto, es una forma de expresión propiamente humana; por encima de la satisfacción de las necesidades vitales, común a todas las criaturas vivas, el arte es una sobreabundancia gratuita de la riqueza interior del ser humano" (número 2501).
El Catecismo sigue diciendo: "arte entraña así cierta semejanza con la actividad de Dios en la creación, en la medida en que se inspira en la verdad y el amor de los seres".
Más específicamente sobre la cuestión de la moral en el arte, en su asamblea plenaria del 2006, el Consejo Pontificio para la Cultura consideraba el tema de la belleza y la evangelización. En su documento conclusivo la asamblea comentaba que solemos enfrentarnos a una situación de decadencia, en la que el arte y la cultura dañan la dignidad humana.
El documento observaba que "la belleza en sí no puede reducirse a un simple placer de los sentidos: esto la privaría de su universalidad, su valor supremo, que es trascendente" (Sección II, 1).
Dado que nuestra percepción y expresión de la belleza requiere educación y depende de la subjetividad humana, las conclusiones del consejo advertían contra el dejar que la belleza se reduzca a un esteticismo efímero o permitir que se "instrumentalice y se vuelva servil ante las modas cautivadoras de la sociedad de consumo".
En su carta de 1999 a los artistas, el Papa Juan Pablo II reconocía que la sociedad necesita su aportación para el crecimiento y el desarrollo de la comunidad. El Pontífice observaba: "Precisamente porque obedecen a su inspiración en la realización de obras verdaderamente válidas y bellas, no sólo enriquecen el patrimonio cultural de cada nación y de toda la humanidad, sino que prestan un servicio social cualificado en beneficio del bien común" (No. 4).
El Papa también daba, sin embargo, una advertencia, afirmando que deben llevar a cabo su tarea "sin dejarse llevar por la búsqueda de la gloria banal o la avidez de una fácil popularidad, y menos aún por la ambición de posibles ganancias personales".
"Existe, pues, una ética, o más bien una « espiritualidad » del servicio artístico que de un modo propio contribuye a la vida y al renacimiento de un pueblo", añadía Juan Pablo II. La libertad artística, por tanto, necesita vivirse en relación con una ética y unos ideales profundos, o corre el riesgo de degenerar en decadencia.
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sábado, 12 de julio de 2008

LA LLAMADA

Recuerdo la conversación perfectamente. Comencé diciéndote que tu llamada no me constaba, pero que sabía que allí estarías porque una persona muy amable me dio tu recado. Te adelanté, además, que a mí no me gustaba que me mandaran, y que si estaba allí era por mi propia voluntad...

Ahora también lo estoy...


Lo encantador de Tí es que desconozco tu secreto. Desconozco el modo en que me haces sentir tan bien.

La cuestión es que cuando me miro con tus ojos, me se realmente amable porque -aunque poco valgo- Tú te has fijado en mí...
... y es tan grande lo que contigo siento,
... que intuyo mi presente y mi futuro engrandecidos, siempre que Tú estés animando mi sentir...
Creo que contigo siento verdadero Amor...

Un Amor contagioso que me sugiere mirarlo todo con cordialidad.

No siento exigencias, sino dadivosidad, y es tan deseable mi situación, que sería una pena no compartirla, puesto que el hacerlo seguro que me haría más feliz.

Podríamos hablar de Tí, y unidos seríamos más: más a amar, y más amándonos...

¿Tú tendrías inconveniente en que nos conociéramos?...

Pienso que no, pero creo que -para que fuéramos muchos y sobre todo en el primer encuentro- tendríamos que salvar la pequeña barrera de la oposición a ser mandados, y sustituirla por la confianza en tu Amor...

Si quieres, yo con los míos podríamos hacer de pregoneros ante quienes aún no son conscientes de haber recibido tu llamada. Seguro que les estará pasando lo que a mí.

Perdonad que me ponga la primera, y perdonad que comience ahora mismo, ¡pero es que soy la primera convencida de que contigo se es tan feliz!…
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viernes, 11 de julio de 2008

UN LIBRO PARA EL VERANO (IV)

Otra opinión versada y susceptible a su vez de ir creando opinión, es la de Gabriel María de Otalora, colaborador habitual del periódico DEIA, y aparecida el pasado fin de semana. Una/s y otra/s nos sugerirán distintas ópticas para el análisis que nos proponemos, pero espero que ningun@ nos dejemos “domar” por ellas, sino que sigamos siendo capaces de hacer nuestra propia crítica desde lo que el libro nos sugiera.

La Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe ha publicado una dura Nota con la autorización de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (Madrid, 18 de junio de 2008), sobre la obra de José Antonio Pagola “Jesús. Una aproximación histórica.” Y la sacan a la luz justo después de que el libro obtuviese el Nihil obstat del obispo Juan María Uriarte.

En dicha Nota, se le acusa al teólogo vasco de múltiples cuestiones, algunas tan graves como el de “tergiversar” la historia de Jesús de Nazareth, utilizar una metodología “dañina” para la doctrina de la Iglesia, o de “adulteración” y “ruptura entre la fe y la historia”. De nada han servido las explicaciones públicas del propio Pagola en las que desmonta, una a una, los argumentos de José Rico Pavés (que llega a la descalificación personal), en calidad de director del secretariado de la comisión que vela por la ortodoxia doctrinal en España. En sus detalladas explicaciones, Pagola incide de manera particular en demostrar que su metodología es precisamente la que marca el Vaticano para este tipo de textos.

Por todo elogio del libro, estos inquisidores dicen que el libro de Pagola posee otros rasgos positivos “que hacen agradable su lectura”.

A modo de justificación, la Nota doctrinal de la Conferencia recuerda que la creciente difusión del libro ha venido acompañada de “una reacción de preocupación entre muchos lectores, confundidos ante planteamientos y conclusiones no siempre compatibles con la imagen de Jesús que presentan los evangelios…” añadiendo, de seguido y sin poner un solo pero, lo siguiente: “…y que ha sido custodiada y transmitida con fidelidad por la Iglesia desde la época apostólica hasta nuestros días”.

Nada dicen, en cambio, de las miles de manifestaciones de personas de todo signo a las que este libro les ha reconciliado con Jesucristo y su mensaje de misericordia, abriéndoles a una dimensión evangélica tan en retroceso dentro del Primer Mundo. Ni una palabra sobre la esencia del Mensaje evangélico que se destaca e el libro, cual es la práctica de la compasión y el poner los talentos al servicio del prójimo; el Reino de solidaridad, amor, hermandad, misericordia, alegría, justicia… como anticipación del Reino al que estamos llamados ¡todos! Y ni una sola referencia ni autocrítica a la respuesta del propio Pagola.

El Concilio que abrió Juan XXIII tendió puentes hacia el mundo moderno, hacia quienes muchos solo veían síntomas de corrupción y habían perdido la esperanza de amar. Tendió su mano, como Cristo, a los pobres y pequeños, a los alejados, y se atrevió a pensar que la verdad es suficientemente fuerte como para imponerse sin que precise de nuestros látigos ni las descalificaciones nada caritativas. Porque si algo le enfadó fue la hipocresía de los corazones duros, del “invierno eclesial”, en expresión de Karl Rahner, uno de los artífices de aquél Concilio.

Hace tiempo que toda la Jerarquía debería preguntarse con humildad si estamos haciendo algo mal, si los peligros y males de la Iglesia están solo fuera, o nos bastamos solitos para ser causa de escándalo y descrédito. Si acontecimientos como el libro de Pagola son los que desestabilizan el Mensaje de Cristo o, por el contrario, la viga enorme del ojo propio no nos deja ver las verdaderas llagas de esta Iglesia Madre dirigida, tantas veces, peor que una mala madrastra; llagas como las que atinadamente recoge el número 153 de Cristianismo y Justicia, de la Fundación Lluis Espinal:

- Olvido de la centralidad de los pobres: la presencia de grandes masas miserables o famélicas de unas cuantas fortunas desorbitadas, lejos de ser un accidente natural es radicalmente contraria a la voluntad de Dios, tal como reconoce la enseñanza de la misma Iglesia.

- Primacía de la jerarcología, como defiende el propio Rico Pavés sin cortarse un pelo en su demoledora crítica a Pagola. Las apelaciones a la comunión eclesial no deben traducirse por sumisión, como les gusta a los críticos del Concilio, que entienden la definición conciliar de Pueblo de Dios como un mero reduccionismo sociológico. Juan XXIII lo expresó muy claramente: “Quiero sacudir todo el polvo imperial que desde Constantino, se ha pegado al trono de Pedro.”

- Primacía del eclesiocentrismo. Una jerarquía eclesiástica burócrata y distanciada del género humano al que considera enemigo y perdido a menos que vuelva a ella. Por eso le preocupa más la autoridad que su servicio.

- La división de los cristianos. A lo mejor tiene más actualidad que nunca lo que dijo el cardenal Congar, padre del Concilio: Cuando la Iglesia olvida unos valores evangélicos, Dios los hace aparecer fuera de ella.

En definitiva, la Nota de la comisión episcopal ha sido dolorosa para Pagola, un desaire para Uriarte así como un baculazo para la Iglesia toda, propiciando un gran malestar en muchos círculos eclesiales ante las fijaciones de esta jerarquía a la manera de la curia romana, que parece añorar una antigua situación de poder eclesial. No es esto lo que predicó Cristo, sino todo lo contrario, hasta el extremo de ser crucificado.

Gabriel Mª Otalora

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miércoles, 9 de julio de 2008

UN LIBRO PARA EL VERANO (III)

En un post habido en el artículo anterior, Joaquim nos decía lo siguiente: “Creo que es justo poner la contranota de Rafael Aguirre, ex decano y catedrático de teología de la Universidad de Deusto”. Bien. Pues puesto que él mismo ha sido quien nos la ha facilitado, ¡aquí la tenéis!:

"En mis dudas sobre la pertinencia o no de escribir estas líneas vino en mi ayuda el poeta: «Entre el silencio y el grito, la palabra, la palabra siempre amenazada». Los sistemas rígidos fácilmente se sienten asediados y no dejan espacio para la circulación de voces diferentes en su seno. Tomar la palabra se paga caro, con la expulsión o con el ostracismo. Lo fácil entonces es el silencio obsequioso del miedo, para no crearse problemas, para no caer en desgracia, para seguir contando en el sistema; pero también surge fácil el grito, es decir, la contestación sistemática, la pataleta airada, la agresividad. El poeta reivindica la palabra razonada y libre, pese a los costes personales, responsable y consciente de las repercusiones de lo que se dice. Discrepar en la Iglesia católica de nuestros días ni es fácil, ni sale gratis, sobre todo si no aceptas encasillamientos ni banderías, cuando deseas hacerlo de forma constructiva sin que tus palabras sirvan a la creciente fractura social por motivos religiosos (laicismo militante versus catolicismo político), sino al contrario, para superar este maldito contencioso de nuestra historia.

Me permito este párrafo introductorio cuando mi intención es hacer unas reflexiones sobre la ‘Nota de clarificación sobre el libro de José Antonio Pagola, Jesús. Aproximación histórica (PPC, Madrid 2007, 544pp.)’ de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe publicada con la autorización de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, y dada a conocer el viernes 27 de junio. Es conocido el éxito del libro, del que se han vendido casi 50.000 ejemplares y del que se anuncia para septiembre una segunda edición, que cuenta con el ‘nihil obstat’ del obispo de San Sebastián y en la que el autor ha introducido algunas modificaciones en vista de las críticas recibidas. Con la brevedad y sencillez requeridas por un artículo periodístico expondré el contenido de la nota, que tiene dos partes. En la primera se critica el método y en la segunda se denuncian seis errores doctrinales.

La metodología de Pagola es la compartida por toda la investigación exegética de nuestros días y la resumo en los puntos siguientes, todos cuestionados por la Nota: a) Los evangelios son testimonios creyentes sobre Jesús, que se basan en datos históricos, pero no son crónicas históricas. b) Por eso es perfectamente legítimo analizar el valor histórico de cada escena evangélica. c) Igualmente hay que distinguir la investigación histórica sobre Jesús de la reflexión teológica y creyente sobre su persona. Pagola no sólo afirma su fe en Jesús, sino que es ella la que le mueve a embarcarse en la investigación histórica, pero metodológicamente no puede introducir la fe en su trabajo histórico. Esto no sólo es perfectamente legítimo, sino necesario en la medida en que la ineludible asunción de la razón en el seno de la fe (tema reiterado por el Papa actual) implica que la confesión cristológica acepte sin miedo alguno, al contrario, la vea como un estímulo, la investigación histórica sobre Jesús.

La Nota achaca a Pagola que «parece sugerirse que para reconstruir la figura histórica de Jesús haya que prescindir de la fe». Pues sí, metodológicamente no se puede introducir la fe en el trabajo histórico. Hay que respetar la autonomía de cada ciencia, también de la historia, y ser, al mismo tiempo, bien conscientes de sus límites. La obra actual más importante sobre el Jesús histórico es la de un norteamericano católico, J. P. Meier, se titula ‘Jesús, un judío marginal’, y se han publicado tres gruesos tomos, que han sido traducidos al castellano. Al inicio de la obra dice lo siguiente: «En lo que sigue haré lo posible por poner entre paréntesis cuanto sostengo por fe y examinar solamente lo que se puede mostrar como cierto o probable por investigación histórica y razonamiento lógico (…) atreverme a una estricta distinción entre lo que conozco acerca de Jesús mediante estudio y raciocinio y lo que sostengo mediante la fe. Tal distinción está sólidamente arraigada en la tradición católica: por ejemplo, Tomás de Aquino distingue cuidadosamente entre lo que conocemos por razón y lo que afirmamos por fe». Pagola no hace algo diferente, y la obra de Meier goza de gran prestigio en el mundo católico y es citada como el mejor ejemplo de exégesis científica, con su méritos y limitaciones, en la selecta bibliografía que Ratzinger-Benedicto XVI incorpora al final de su obra sobre Jesús. Por ejemplo, está abierto a la discusión científica si la localización del nacimiento de Jesús en Belén responde a un interés teológico o a una realidad histórica; como lo está la historicidad de la comparecencia de Jesús ante el Sanedrín, en la pasión, escena que bien pudiera ser fundamentalmente una construcción teológica. Esto es evidente en los estudios bíblicos actuales y para nada compromete a la fe. La Nota refleja mucha ignorancia cuando echa en cara a Pagola su postura en estos dos casos, que cito sólo a modo de ejemplos.

En el aspecto metodológico la Nota achaca a Pagola que sitúa a Jesús en «un horizonte preferentemente humano» y adopta «el análisis propio de la lucha de clases». En realidad lo que hace nuestro autor es situar a Jesús en las circunstancias sociales e históricas de Palestina y del Imperio romano. La contextualización de la enseñanza y vida de Jesús es una de las grandes aportaciones de la investigación actual. Es tomarse en serio la encarnación, comprender que Jesús habla en función de unos problemas concretos y que vivió en un tiempo y en un país atravesado por enormes tensiones sociales. Pagola se basa en los estudios históricos más solventes que existen en estos momentos y no utiliza ni por asomo las categorías de lucha de clases ni de ninguna otra escuela sociológica. Jesús dice «bienaventurados los pobres y malditos los ricos» y María alaba a Dios porque «derriba a los potentados de sus tronos y exalta a los humildes. A los hambrientos colma de sus bienes y a los ricos despide con las manos vacías». ¿Demasiado fuerte? ¿Jesús, María, Lucas, que transmite estas palabras, se guían por la lucha de clases?

En resumen, la Nota en sus planteamientos metodológicos, por su forma de tratar la naturaleza de los evangelios y porque no deja espacio para su estudio crítico, responde a una actitud fundamentalista. Este documento abre un contencioso, no ya con Pagola, sino con los presupuestos básicos de los estudios bíblicos modernos, que tanto costó aceptar en la Iglesia católica y que fue uno de los signos distintivos del Vaticano II.

La antes mencionada confusión de no diferenciar el estudio histórico de Jesús de la reflexión creyente sobre su persona -ambas legítimas y necesarias- se pone de manifiesto en la Nota cuando denuncia los supuestos errores doctrinales del libro de Pagola. Y es que la divinidad de Jesús, el sentido salvífico de su muerte, su resurrección, son afirmaciones estrictamente creyentes, inasequibles como tales al método histórico. Se equivoca radicalmente la Nota cuando dice que Pagola «presenta una historia que es incompatible con la fe». En las pocas horas transcurridas desde la publicación de la Nota me he preocupado de consultarla con varios colegas españoles y extranjeros de reconocido prestigio y todos han manifestado su asombro ante esta afirmación episcopal. La Nota está anclada en planteamientos apologéticos trasnochados. La investigación histórica de Pagola está, clara y expresamente, abierta a la interpretación de la fe de la Iglesia, que ciertamente supone un desarrollo peculiar en la comprensión de la vida y persona de Jesús.

Un artículo periodístico no es el lugar para entrar en discusiones más técnicas. Pero ¿por qué esta denuncia del libro de Pagola y no se dice nada de tantos otros libros sobre el Jesús histórico de reconocidos exegetas, traducidos al castellano, y que son mucho más críticos? Se llega a decir del libro de Pagola que es «dañino». Tenemos innumerables testimonios de personas a quienes ha ayudado a profundizar en su fe y, lo que es más notable, de gente que han descubierto, con interés y hasta con entusiasmo, la persona de Jesús. Muchos pensamos que este libro ha hecho un bien pastoral y cultural inmenso. Por supuesto, en él hay muchas cosas discutibles. Esto va en la naturaleza misma de un estudio histórico, necesariamente hipotético, limitado y aproximativo (como reconoce el autor en el subtítulo). Sería muy interesante discutir algunos puntos del libro, pero lo malo es que la condena episcopal, autoritaria y descalificadora, hecha desde presupuestos fundamentalistas, impide la discusión crítica y libre. El libro de Pagola está escrito en un estilo narrativo, fluido, de fácil lectura, y aquí radica uno de sus méritos. Un libro de estas características requiere una lectura flexible, que no aísle una afirmación del conjunto y no pierda de vista el hilo conductor de la obra.

En el prólogo de su libro sobre Jesús, Ratzinger-Benedicto XVI reconoce que su obra es discutible y añade: «Sólo pido a los lectores y lectoras una actitud de simpatía sin la cual no es posible la comprensión». La Nota de la Comisión episcopal, además de sus notables carencias intelectuales, refleja una lectura carente de la mínima empatía con el texto, de la voluntad de entenderlo positivamente, y así se explica que a la flojedad intelectual se una la injusticia en sus valoraciones".
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martes, 8 de julio de 2008

UN LIBRO PARA EL VERANO (II)

Cuestiones doctrinales y conclusión del documento anterior

2. Cuestiones doctrinales

9. El objetivo del libro Jesús. Aproximación histórica es aproximarse a la figura de Jesús desde el punto de vista histórico. El Autor desea responder a la pregunta «¿Quién fue Jesús?» (p. 5), para «saber quién está en el origen de mi fe cristiana» (p. 5).
a) ¿Quién es Jesús de Nazaret?

10. Para el Autor, el Jesús que realmente aconteció en la historia, es, ante todo, un profeta. Los capítulos 3º ("Buscador de Dios") y 11º ("Creyente fiel") son muy esclarecedores. Ciertamente, la obra comienza afirmando que «Jesús es la encarnación de Dios», el «hombre en el que Dios se ha encarnado» (p. 7). Esas afirmaciones aparecen también al exponer lo que los seguidores de Jesús, una vez resucitado, predican sobre Jesús. Pero conviene advertir que para el Autor todos estos modos de hablar de Jesús pertenecen a los discípulos, quienes, después de la Pascua, han buscado el nombre para Jesús acudiendo, unas veces, a la tradición judía, y, otras, a la terminología presente en el mundo pagano.

b) La conciencia filial de Jesús de Nazaret

11. Tan importante como determinar la autenticidad histórica del testimonio es determinar si el Jesucristo de la profesión de fe, realizada bajo la acción del Espíritu Santo, es conforme a la pretensión del Jesús que vivió en un determinado momento histórico. Si Jesús no se presentó a sí mismo como Dios y como Hijo de Dios, ni reclamó para sí la fe que reclamó para el Padre, la posterior confesión de fe de los apóstoles no fue más que una interpretación exagerada y, en cuanto tal, deformadora de su maestro, formulada a partir de una Pascua que ya no se sabe lo que es. La conciencia que Jesús tenía de sí y de su misión es inseparable de la verdad histórica contenida en la profesión de fe. Sin la verdad histórica, la profesión de fe se convierte en mito. Pues bien, el Autor escribe a este respecto: "En ningún momento [Jesús] manifiesta pretensión alguna de ser Dios... Tampoco se le condena por su pretensión de ser el 'Mesías' esperado... al parecer, Jesús nunca se pronunció abiertamente sobre su persona" (p. 379). Esta afirmación contradice el dato histórico recogido en el testimonio evangélico, custodiado y transmitido por la Iglesia apostólica. Jesús, en efecto, es Dios, sabe que es Dios y habla continuamente de ello.

12. Para el Autor, que Jesús sea Hijo de Dios es una afirmación "de carácter confesional" (p. 303) que no tiene su origen en el Jesús de la historia. La respuesta a la pregunta "¿Quién es Jesús?" "solo puede ser personal" (p. 463). Presentado Jesús principalmente como un profeta, no extraña el silencio sobre su concepción virginal, la afirmación sobre los "hermanos" de Jesús en sentido propio y real (cf. p. 43, n.11), la negación de su conciencia filial y mesiánica, la explicación meramente natural de los milagros (curaciones y exorcismos), o el vaciamiento de contenido salvífico del lenguaje sobre la muerte y la resurrección.

c) El valor redentor de la muerte de Jesús

13. El Autor afirma que el empeño fundamental de Jesús habría sido "despertar la fe en la cercanía de Dios luchando contra el sufrimiento" (p. 175). El rasgo principal de Dios mostrado por Jesús ha sido la compasión. Aunque se habla extensamente de este rasgo, en el libro la compasión no pasa de ser un sentimiento noble hacia los más desfavorecidos, pero no es, en sentido estricto, un padecer con ellos y por ellos, en favor y en lugar de ellos. Y es que, para el Autor, Jesús no dio ni a su vida ni a su muerte un sentido sacrificial y redentor (cf. pp. 350-351). Si Jesús no ha dado a su vida y a su muerte un sentido redentor, entonces también la compasión se vacía de su contenido originario.

14. En esta misma línea, la última cena se presenta como una solemne cena de despedida, con gestos simbólicos, cuya finalidad es que sus seguidores le recuerden en el futuro. Con el pan y con el vino realizó unos gestos proféticos, "compartidos por todos”, convirtiendo "aquella cena de despedida en una gran acción sacramental, la más importante de su vida, la que mejor resume su servicio al reino de Dios... Quiere que sigan vinculados a él y que alimenten en él su esperanza. Que lo recuerden siempre entregado a su servicio" (p. 367).
Las palabras Haced esto en memoria mía (1 Cor 11, 24; Lc 22, 21) "no pertenecen a la tradición más antigua. Probablemente provienen de la liturgia cristiana posterior, pero sin duda ese fue el deseo de Jesús" (p. 367, n. 85) 13. La cena es para que sus seguidores recuerden siempre a Jesús. "Repitiendo aquella cena podrán alimentarse de su recuerdo y su presencia" (p. 367).

d) La redención como liberación del pecado

15. La concepción reduccionista de la obra redentora de Jesucristo se descubre también en el silencio sobre la realidad del pecado. La razón de este silencio está en la contraposición establecida entre Juan el Bautista y Jesús: la misión del primero "está pensada y organizada en función del pecado... Por el contrario, la preocupación primera de Jesús es el sufrimiento de los más desgraciados" (p. 174). Eso explica que para el Autor, Satán sea un símbolo del mal (p. 98), "la personificación de ese mundo hostil que trabaja contra Dios y contra el ser humano" (p. 98). Para el Autor, hablar de "Satán" es una forma mítica de simbolizar toda forma de mal.

16. De ello se deduce también el modo en que el Autor entiende el perdón. "A estos pecadores que se sientan a su mesa, Jesús les ofrece el perdón envuelto en acogida amistosa. No hay ninguna declaración; no les absuelve de sus pe cados; sencillamente los acoge como amigos" (p. 205). La conversión es irrelevante (porque "el perdón es gratuito") y las "declaraciones" de perdón de los pecados por parte de Jesús, no se consideran auténticas, porque en esas fórmulas «Dios aparece como un "juez"» (p. 206), y no es eso lo que Jesús revela con su "perdón-acogida". Jesús habría practicado un "perdón-acogida", pero no un "perdón-absolución". Por más que se hable de acogida, al final el Autor se aproxima más a una "acogida impuesta", que hace irrelevante la respuesta libre del hombre.

e) Jesús y la Iglesia

17. Según el Autor, Jesús no tuvo intención de crear un grupo organizado y jerárquico, sino que quiso poner en marcha un movimiento de hombres y mujeres, salidos del pueblo y unidos a él, "para que ayuden a los demás a tomar conciencia de la cercanía salvadora de Dios" (p. 269). Jesús ve a todos sus seguidores como una familia (cf. p. 290). Nadie ejercerá en su grupo un poder dominante. Tampoco hay diferencias jerárquicas entre varones y mujeres (cf. pp. 291-292).

f) La resurrección de Jesús

18. Al presentar la resurrección de Jesús, el Autor, aunque afirma que es un hecho histórico y real, interpreta esta historicidad en un sentido que no es conforme con la enseñanza de la Iglesia, pues la entiende como algo que acontece en el corazón de los discípulos. Tampoco es conforme con la fe de la Iglesia su modo de entender la resurrección del cuerpo de Jesús y su explicación de la continuidad entre el cuerpo crucificado y muerto, y el resucitado (cf. p. 433). Aunque afirma que la resurrección es algo que le pasa a Jesús, se niega la referencia a su cuerpo real y se explica como la convicción de los discípulos de que "Dios le ha llenado de vida", sin que se explique qué quiere decir con eso.

3. Conclusión

19. Teniendo en cuenta cuanto se lleva dicho, se puede afirmar que el Autor parece sugerir indirectamente que algunas propuestas fundamentales de la doctrina católica carecen de fundamento histórico en Jesús. Este modo de proceder es dañino, pues acaba deslegitimando la enseñanza de la Iglesia al carecer -según el Autor- de enraizamiento real en Jesús y en la historia. En el libro no se quiere negar esa enseñanza pero, de hecho, se muestra infundada.

20. En el origen de las cuestiones señaladas se encuentran dos presupuestos que condicionan negativamente la obra: la ruptura entre la investigación histórica de Jesús y la fe en Él, y la interpretación de la Sagrada Escritura al margen de la Tradición viva de la Iglesia. El Autor parece dar a entender que, para mostrar la historia se debe dejar de lado la fe, logrando como resultado una historia que es incompatible con la fe. El problema no está sólo en pensar que se debe prescindir de la fe para saber históricamente quién fue Jesús (éste es un prejuicio erróneo mantenido también por numerosos exegetas que se dicen católicos), sino sobre todo -dado que el libro quiere ser una "aproximación histórica"- en reconstruir una historia, a partir de un uso arbitrario de los evangelios, que resulta incompatible con la fe. Si el "Jesús histórico" que muestra el Autor es incompatible con el Jesús de la Iglesia, no es porque ésta haya inventado, con el pasar del tiempo, a un Jesús diferente del que aconteció, sino porque la "historia" que se propone es una historia falseada, aunque ésa, ciertamente, no sea su intención. El Autor se sirve en esta obra de investigaciones que mayoritariamente se encuentran fuera de la Tradición, tanto por sus presupuestos metodológicos (asumidos acríticamente), como por sus conclusiones. Los resultados a los que llega son la derivación lógica de su punto de partida.

21. La rápida difusión de la obra Jesús. Aproximación histórica demuestra que, junto a los aspectos deficientes señalados, posee otros positivos que hacen agradable su lectura. En una presentación histórica sobre la figura de Jesús es deseable que se armonice el rigor científico con el lenguaje sencillo y divulgativo. Sin embargo, cuando la apariencia de rigor oculta deficiencias metodológicas y doctrinales, la fluidez literaria causa confusión y siembra dudas. El fin de esta Nota no es otro que despejar la confusión y las dudas, y reiterar con el autor de la Carta a los Hebreos: Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo y lo será siempre. No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas. Mejor es fortalecer el corazón con la gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino (Hb 13, 8- 9).

Nota de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe publicada con la autorización de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española en su CCIX reunión (Madrid, 18 de junio de 2008).
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UN LIBRO PARA EL VERANO (I)

Como os he adelantado en algún comentario del artículo anterior, he aquí la nota aclaratoria de la Conferencia Episcopal sobre el libro de J. A. Pagola “Jesús. Aproximación histórica” La incluimos dentro de Diálogo entre amigos porque lo que hoy pretendemos no es comentar este documento en sí, sino servirnos de él a modo de introducción de un texto que –ése sí- nos proponemos comentar a finales de Agosto.

Distribuido en dos partes, el texto íntegro de la nota difundida por la Conferencia Episcopal el pasado día 27 dice así:

Presentación

1. En octubre de 2007 se publicó la primera edición de la obra del Rvdo. Sr. D. José Antonio Pagola, Jesús. Aproximación histórica, PPC, Madrid 2007, 544pp. En apenas seis meses conoció ocho ediciones, con decenas de miles de ejemplares vendidos. A su creciente difusión ha acompañado una reacción de preocupación entre muchos lectores, confundidos ante planteamientos y conclusiones no siempre compatibles con la imagen de Jesús que presentan los evangelios, y que ha sido custodiada y transmitida con fidelidad por la Iglesia desde la época apostólica hasta nuestros días. La confusión provocada por tales planteamientos hace necesaria la presente Nota de clarificación.

2. Con esta Nota no se pretende juzgar las intenciones subjetivas del Autor y menos aún su trayectoria sacerdotal. La revisión del libro que el Autor ha aceptado emprender no excluye la clarificación sobre las razones que la han hecho necesaria. De este modo respondemos a nuestra obligación de ayudar a los miles de lectores de la primera versión a hacerse un juicio de la misma conforme con la doctrina católica. Esta clarificación se centrará en algunas cuestiones de tipo metodológico y doctrinal.

3. Desde el punto de vista metodológico, tres son las deficiencias principales de la obra Jesús. Aproximación histórica: a) la ruptura que, de hecho, se establece entre la fe y la historia; b) la desconfianza respecto a la historicidad de los evangelios; y, c) la lectura de la historia de Jesús desde unos presupuestos que acaban tergiversándola. Las deficiencias doctrinales pueden resumirse en seis: a) presentación reduccionista de Jesús como un mero profeta; b) negación de su conciencia filial divina; c) negación del sentido redentor dado por Jesús a su muerte; d) oscurecimiento de la realidad del pecado y del sentido del perdón; e) negación de la intención de Jesús de fundar la Iglesia como comunidad jerárquica; y, f) confusión sobre el carácter histórico, real y trascendente de la resurrección de Jesús.

Cuestiones metodológicas

a) Ruptura entre fe e investigación histórica

4. Los escritos del Nuevo Testamento son, ciertamente, documentos de fe, pero "no [por ello] son menos atendibles, en el conjunto de sus relatos, como testimonios históricos". Los autores sagrados no se han limitado a poner por escrito sus experiencias subjetivas en torno a Jesús, ni tampoco han recreado a la luz de la Pascua una figura diferente de la que aconteció en la historia. La verdad del relato evangélico se fundamenta tanto en la asistencia del Espíritu Santo (inspiración) como en el testimonio histórico directo: Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos (1 Jn 1, 3). Por eso la Iglesia no ha dejado nunca de confiar en la historicidad de los relatos evangélicos: "La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo". La historicidad del testimonio evangélico no queda alterada porque se haya realizado con "aquella crecida inteligencia" nacida de la Pascua, pues los autores sagrados, aún dejando su propia impronta, "siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús".

5. En la obra que nos ocupa:
- se asume acríticamente una ruptura entre la investigación histórica sobre Jesús y la fe en Él, entre el llamado "Jesús histórico" y el "Cristo de la fe", dando la impresión de que la fe carece de un fundamento histórico sólido. Ahora bien, si la fe de la Iglesia no tiene su fundamento en la historia, entonces el cristianismo deriva en ideología;
- parece sugerirse que para reconstruir la figura histórica de Jesús haya que prescindir de la fe, bien porque la lectura creyente de la historia sea simplemente una más entre otras posibles, bien porque se piense que la fe conduce a una deformación de la historia.

6. Sorprende también comprobar cómo en esta obra se citan con igual autoridad escritos canónicos y apócrifos (cf. p. ej. pp. 92-95). La consecuencia inevitable es la confusión sobre el valor histórico de las fuentes empleadas, así como la asunción acrítica del prejuicio liberal que considera la fe y su formulación (el dogma) como una adulteración del auténtico dato histórico. No podemos olvidar que la fijación del Canon tuvo como objetivo custodiar el testimonio auténtico sobre Jesús preservándolo de posteriores interpretaciones adulteradas.
La fe apostólica no inventó la historia de Jesús, sino que la custodió, convirtiéndose en la garantía de su autenticidad. El criterio para discernir, custodiar y transmitir la autenticidad de lo atestiguado fue su conformidad con la predicación de los apóstoles. Por eso, quien prescinde de la fe apostólica se cierra a una auténtica aproximación histórica a Jesús.

b ) Desconfianza en la historicidad de los Evangelios

7. También son frecuentes en el libro las referencias al carácter no histórico de muchas de las escenas evangélicas (cf. p. ej. pp. 39, n.2; 206; 215, n. 12; 336-337; 349, n. 42; 363-364; 368; 377; 379; 429; 432) o a la dificultad para determinar si describen acontecimientos reales o invenciones de los evangelistas (cf. pp. 372-373). Se podría decir que, para el Autor, la desconfianza frente al dato de los evangelios es una condición para proceder con rigor en la investigación histórica. Esta desconfianza es consecuencia de la ruptura que se establece entre Jesús mismo (su vida y enseñanza) y el testimonio que sus seguidores dieron de Él (cf. p. 118, n.9).

c) Aproximación a la historia desde presupuestos ideológicos

8. La reconstrucción histórica realizada por el Autor alterna datos supuestamente históricos con recreaciones literarias inspiradas en la mentalidad actual, adoptando, además, el análisis propio de la lucha de clases para describir el entorno familiar, social, económico, político y religioso. El objetivo de esta descripción es situar la actividad de Jesús y su predicación del Reino en un horizonte preferentemente terreno. Así, al uso selectivo de los estudios utilizados en la redacción del libro le corresponde una utilización igualmente selectiva de las fuentes. Los relatos evangélicos son adaptaciones posteriores cuando desmienten la propia tesis; son históricos cuando concuerdan con ella. Así, por ejemplo, al describir el entorno familiar en el que Jesús niño creció, el Autor habla de la consideración que merecían los niños en la época y de la educación común que recibían: "A los ocho años, los niños varones eran introducidos sin apenas preparación en el mundo autoritario de los hombres, donde se les enseñaba a afirmar su masculinidad cultivando el valor, la agresión sexual y la sagacidad» (p. 45). El Autor viene a decir que en tiempos de Jesús a los niños se les educaba para ejercer "la agresión sexual", pero no indica las fuentes que le llevan a tal consideración. La sociedad de la época de Jesús es descrita con expresiones como las siguientes: desigualdad «entre la gran mayoría de población campesina y la pequeña élite que vivía en las ciudades» (p. 23), fuerte presión de los impuestos, la obligación de los campesinos hacia la élite (cf. p. 24), tributos para costear «los elevados gastos del funcionamiento del templo y para mantener la aristocracia sacerdotal de Jerusalén» (p. 25), tribunales que «pocas veces apoyaban a los campesinos» (p. 29), etc. Sobre ese panorama la predicación del Reino aparece, desde una perspectiva horizontal, como liberación de la opresión social: «la actividad de Jesús en medio de las aldeas de Galilea y su mensaje del "reino de Dios" representaban una fuerte crítica a aquel estado de cosas» (p 30); el comienzo de la actividad pública de Jesús se justifica por el deseo que tiene de anunciar a las pobres gentes que «Dios viene ya a liberar a su pueblo de tanto sufrimiento y opresión» (p. 83); «aldeas enteras que viven bajo la opresión de las élites urbanas, sufriendo el desprecio y la humillación» (p. 103); el reino de Dios consiste «en la instauración de una sociedad liberada de toda aflicción» (p. 175); «lujosos edificios en las ciudades, miseria en las aldeas; riqueza y ostentación en las élites urbanas, deudas y hambre entre las gentes del campo; enriquecimiento progresivo de los grandes terratenientes, pérdida de tierras de los campesinos pobres» (p. 181). Importa advertir que el Autor, al hablar de sufrimiento y opresión, no se refiere al pecado ni al dominio del Maligno (se indicará después qué entiende el Autor por Satán [símbolo del mal: cf. p. 98], o qué son los exorcismos y el perdón de los pecados), sino a la injusticia y al poder opresor de los poderosos de este mundo, como por ejemplo, el rey Herodes, cuyo reino está «construido sobre la fuerza y la opresión de los más débiles» (p. 179). Todo el capítulo séptimo ("Defensor de los últimos") recoge claramente esta tendencia.
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domingo, 6 de julio de 2008

CINCO TÓPICOS ANTICLERICALES

Creo que en muy pocas ocasiones nos encontraremos con un artículo tan apropiado para nuestra sección. En éste, el Obispo de Palencia selecciona cinco acusaciones típicas de lo que él denomina “laicismo hispánico”, y las refuta con unos argumentos que –se esté de acuerdo con ellos o no- a mí me parecen válidos.

Dice así:

“No son pocos los católicos que se sienten confusos ante el bombardeo de tantos tópicos laicistas y/o anticlericales que estamos recibiendo.

¿Qué deberíamos hacer los obispos en esta situación?

Si hablamos…, algunos dirán que estamos polemizando innecesariamente o que estamos entrando al trapo. Si callamos…, otros concluirán que quien calla otorga o simplemente, que la Iglesia no es capaz de dar respuesta a las acusaciones que se le hacen.

Aun sabiendo que mis palabras serán objeto de interpretaciones encontradas, me dispongo a dar unas breves respuestas a algunos de los tópicos anticlericales más en uso:

1. La Iglesia no sabe vivir en democracia

Lo cierto es que, la Iglesia Católica tuvo un papel histórico muy importante en la transición española, y es de sobra conocido que su aportación fue esencial para la reconciliación de las dos Españas. La integración de la Iglesia en el marco democrático no fue nada complicada, y su labor a lo largo de todos estos años ha sido subsidiaria del derecho que la Constitución reconoce a las familias para educar a los hijos conforme a sus valores religiosos y morales.

En este contexto histórico, la Iglesia no aspiró a un marco político confesional, ni ha pretendido imponer la fe a nadie, sino simplemente proponérsela a los que así lo soliciten. ¿Es mucho pedir por nuestra parte que las autoridades políticas tampoco impongan obligatoriamente sus ideologías a las nuevas generaciones, sino que respeten el derecho de los padres a elegir libremente? ¿Es antidemocrático el proceder y el posicionamiento de la Iglesia?

2. La Iglesia se mete en política

El hecho de que un obispo escriba una carta del tenor de la presente, ¿supone una intromisión indebida de la Iglesia en la política? ¿O no debería ser interpretada, más bien, como una contribución más en esta sociedad, en pro del bien común y de la madurez del sistema democrático? No olvidemos aquella frase profética de Juan Pablo II: Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto.

3. La religión tiene que ser expulsada de la escuela pública

El movimiento a favor de la expulsión de la clase de religión del horario lectivo en la escuela pública, olvida que, estrictamente hablando, España no es un estado laico, sino aconfesional. La aconfesionalidad supone que ninguna religión sea discriminada con respecto a las otras, sino en función de la demanda de los ciudadanos. Por ejemplo, los padres musulmanes que quieren que sus hijos reciban religión en la escuela, tienen perfecto derecho a ello, si se reúnen el número mínimo de alumnos.

Quienes piden la expulsión de la religión de la escuela, no sólo están excluyendo a sus hijos de esta asignatura, sino que también aspiran a impedir que otros padres puedan elegir libremente esta opción.

4. Estatuto abusivo de los profesores de religión

Algunos critican que sea la Iglesia Católica la que tenga la facultad de dar el visto bueno a los profesores de Religión Católica en las escuelas públicas; así como que éstos reciban su sueldo de la Administración, como los demás profesores. Pero, en el fondo, estas críticas tienen su origen en la resistencia a asumir todas las consecuencias que se derivan del artículo 27.3 de nuestra Constitución: Los poderes políticos garantizan el derecho de los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones morales.

El profesor de religión recibe la capacitación de la Iglesia, no en virtud de ningún privilegio eclesiástico, sino por el derecho de los padres a que su hijo sea formado según sus valores católicos. De lo contrario, ¿quién iba a formar adecuadamente a los profesores de religión, conforme a la sensibilidad demandada por los padres?

Y respecto a la dificultad en admitir que quienes imparten religión católica formen parte de la plantilla del profesorado, ¿acaso los padres católicos no pagan sus impuestos exactamente igual que quienes eligen para sus hijos las asignaturas alternativas a la religión?

5. La Iglesia vive a costa del dinero público

¿Es cierta esa imagen que se transmite de que la Iglesia en España vive a costa del estado español? Algunos se han tomado la paciencia de hacer cálculos sobre el ahorro que supone anualmente para el Estado Español la vida de la Iglesia:

Si el Estado tuviera que hacerse cargo del coste del millón de alumnos de la Escuela Católica -atendidos en 5.141 centros de enseñanza-, además de asumir el cuidado de los enfermos de los 107 hospitales católicos, añadiendo los 1.004 centros de acogida, ambulatorios, dispensarios y asilos, 365 centros de reeducación social y 937 orfanatos; si tuviera que dar cobertura a los más de dos millones de personas que son atendidas por Cáritas y Manos Unidas… entonces podríamos calcular que tendría que desembolsar 36.000 millones de euros al año.

Más aún, renunciamos a añadir otros cálculos, difícilmente cuantificables, como es el caso del movimiento turístico generado gracias al patrimonio de la Iglesia y a sus manifestaciones religiosas, etc. Sin embargo, resulta bastante sorprendente que con estos datos contrastables, la imagen que trasciende a la opinión pública sea la de un parásito social que vive del cuento. No tenemos otro remedio: Frente a los tópicos, paciencia y razones”.

Hasta aquí llega el artículo y con él queda abierto el turno para el debate. No dudo de que habrá merecido vuestra atención.
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LO ESCONDIDO A LOS SABIOS Y REVELADO A LOS PEQUEÑOS

Sabéis que –como cada domingo- las homilías que presento vienen a ser una particular manera de recordar que estamos ante el Día del Señor. En la correspondiente al domingo -XIV del tiempo ordinario- el P. Cantalamessa hace una interesante reflexión sobre la humildad intelectual que dice así:

(Por cierto, las lecturas correspondientes son Zacarías 9, 9-10; Romanos 8, 9.11-13, y Mateo 11, 25-30).


“El pasaje evangélico de este domingo, una de las páginas más intensas y profundas del Evangelio, se compone de tres partes: una oración (“Te alabo Padre…”), una declaración sobre él mismo (“Todo me ha sido dado por mi Padre…”), y una invitación (“Venid a mí todos los que estáis afligidos y agobiados”). Me limitaré a comentar el primer elemento, la oración, pues contiene una revelación de una importancia extraordinaria: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Si, Padre, porque así lo has querido”.

Acaba de comenzar el Año Paulino y el mejor comentario a estas palabras de Jesús lo presenta Pablo en la primera carta a los Corintios: “¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados!. No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir a lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún moral se gloríe en la presencia de Dios” (1Cor 1, 26-29).

Las palabras de Cristo y de Pablo arrojan una luz particular para el mundo de hoy. Es una situación que se repite. Los sabios y los inteligentes se quedan alejados de la fe, con frecuencia ven con pena a la muchedumbre de los creyentes que reza, que cree en los milagros, que se agrupa alrededor del Padre Pío. Aunque a decir verdad no son todos los doctos, y quizá ni siquiera la mayoría, pero ciertamente es la parte más influyente, la chatting society, como se dice en inglés, la sociedad que tiene acceso a los grandes medios de comunicación. Muchos de ellos son personas honestas y sumamente inteligentes y su posición se debe a la formación, al ambiente, a experiencias de vida, y no tanto a una resistencia ante la verdad. Por tanto, no se trata de emitir un juicio sobre estas personas con nombres y apellidos. Yo mismo conozco a algunas de ellas y les tengo en gran estima. Pero esto no debe impedirnos descubrir el núcleo del problema. La cerrazón a toda revelación de lo alto, y por tanto a la fe, no es causada por la inteligencia, sino por el orgullo. Un orgullo particular que consiste en el rechazo de toda dependencia y en la reivindicación de una autonomía absoluta por parte del pensador.

Se esconde tras la trinchera de la palabra mágica “razón”, pero en realidad no es la famosa “razón pura”, que lo exige, ni una razón “soberana”, sino una razón esclava, con las alas recortadas. Filósofos, que no pueden ser acusados de falta de inteligencia o de capacidad dialéctica, han escrito: “El acto supremo de la razón está en reconocer que hay una infinidad de cosas que la superan” (Pascal). Otro decía: “Hasta ahora siempre se ha dicho esto: decir que no se puede comprender esto o lo otro no satisface a la ciencia que quiere comprender. Éste es el error. Hay que decir todo lo contrario: cuando la ciencia humana no quiere reconocer que hay algo que no puede comprender, o de manera más precisa, algo que con claridad puede comprender que no puede comprender, entonces todo queda trastocado. Por tanto, una tarea del conocimiento humano consiste en comprender que hay cosas que no puede comprender y descubrir cuáles son éstas” (Kierkegaard). Quien no reconoce esta capacidad trascendente pone un límite a la razón y la humilla; no lo hace por tanto el creyente, que lo reconoce.

Lo que he dicho explica el motivo por el que el pensamiento moderno, después de Nietzsche, ha sustituido el valor de la verdad por el de la búsqueda de la verdad, y por tanto, de la sinceridad. En ocasiones, esta actitud se confunde con la humildad (¡hay que contentarse con el “pensamiento débil”!) y la actitud de quien cree en verdades absolutas se considera presunción, pero es un juicio muy superficial. Mientras la persona está en búsqueda ella es la protagonista, dirige el juego. Una vez encontrada la verdad, la verdad tiene que subir al trono y el buscador debe inclinarse ante ella y esto, cuando se trata de la Verdad trascendente, cuesta el “sacrificio del intelecto”

En este panorama cultural cae como una provocación lo que dice Jesús en el Evangelio de Juan: “Yo soy la Verdad”, así como lo que dice en la continuación del pasaje evangélico: “Nadie va al Padre sino por mí… Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Pero es una invitación, no es un reproche, y está dirigido también a los cansados de buscar sin encontrar nada, a quienes han pasado la vida atormentándose, dando coces cada vez contra la roca impenetrable del misterio. El psicólogo C.G. Jung, en su libro, dice que todos los pacientes de una cierta edad a los que había atendido sufrían de algo que podía llamarse “ausencia de humildad” y no se curaban hasta que no lograban una actitud de respeto por una realidad más grande que ellos, es decir, una actitud de humildad.

Jesús repite también a tantos inteligentes y sabios honestos que hay en el mundo de hoy su invitación llena de amor. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os daré ese alivio y esa paz que buscáis en vano en vuestros atormentados razonamientos”

Hasta aquí las palabras del P. Cantalamessa. Espero que os hayan gustado.

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sábado, 5 de julio de 2008

TIEMPO DE BORRASCA

A veces la tristeza se nos aposenta, y no creo que tenga que ver tanto con nuestras circunstancias, como con nuestras expectativas.

Contra ella, son beneficiosas las sensaciones positivas; pero a base de querer huir de ella esas sensaciones pueden confundirse con la alegría, cuando que la alegría sólo nace de un alma en paz consigo misma y no de un alma regalada.

Así, sean cuales sean las circunstancias, nuestro objetivo no debería ser huir de la tristeza, sino reconocer sus causas para poder, si no evitarlas, sí combatirlas y tratar de remediarlas.

Porque la vida, nuestra vida, solamente es nuestra para vivirla. Me temo que no la podemos manipular, salvo –acaso- para elegir entre las circunstancias.

Dentro de ellas, nuestros sentimientos juegan, y son ellos los que nos inclinan a una u otra opción. Pero el abandono de un@ mism@ no es una opción válida.

No podemos dejarnos vencer por las circunstancias.

En muchas ocasiones no podemos elegirlas. En otras, son consecuencia de una opción anterior. Pero aún dentro de ellas y pese a ellas, podemos ser conscientes de que las circunstancias no son más que eso. Que nuestra vida “pasa” por muchas circunstancias, y esto -por jóvenes que seamos- si echamos la vista atrás comprobaremos que es así.

Por encima de ellas, sabemos que conforme hemos estado estaremos, porque las circunstancias y nuestros sentimientos nos habrán llevado a optar, pero no han sido ellas sino nuestras opciones las que nos han cambiado.

La cuestión es que a través de ellas –de nuestras opciones- tod@s perseguimos un objetivo, que es el de nuestra felicidad.

Este objetivo, que es el que prioriza todas nuestras opciones, es lo que se reconoce como el fin último o “telos” de cada criatura, y por eso decimos que el conjunto de la creación tiene una estructura teleológica.

Pues bien.

Nuestro fin último no es –aunque a veces lo identifiquemos con ello- el confort, el éxito, el reconocimiento…
… sino el llegar a compartirnos en el Amor y con el Amor. Dentro de eso es donde encuentran ordenación y sentido, y también donde dejan de ser pasajeros el resto de los valores.

Pero nos cuesta trabajo asumir que –sean cuales sean las circunstancias, y por encima además de nuestra situación anímica- nuestro fin último es sencillamente amar.

Ni mucho, ni poco.
Sencillamente, amar amando.
En las buenas y en las malas circunstancias.
“De acuerdo a” y “por encima de” nuestras posibilidades.

¿Creéis que es imposible?...

Bueno, ¡pues no lo es!, porque cuando nosotr@s amamos de verdad no amamos solos. Tampoco nos damos a nosotr@s mism@s el bienestar que procede de tal comprobación.

En circunstancias “mazo de malas”, cuando nos abandonamos a esa experiencia nos damos cuenta de que el Amor opera a través nuestro, y que es nuestro anonadamiento amante dentro de Él precisamente lo que permite que participemos en el Amor con más fuerza y con más acabamiento de lo que nosotr@s siquiera nunca imagináramos.

No es que únicamente podamos encontrarnos a nosotr@s mism@s como amantes en el Amor a través del sufrimiento, pero sí que debemos aprovechar esta circunstancia para poder hacerlo.

Sencillamente porque nos interesa.

No se nos pide que “carguemos con la cruz” para que seamos masoquistas, sino que lo hagamos porque en la Cruz está la Luz.

Cuando realmente lo entendemos, las circunstancias no pesan porque nuestro objetivo está claro pese a ellas.

Le pido a Dios que nunca se nos desdibuje tal expectativa.
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jueves, 3 de julio de 2008

CASO Nº 10

En mi participación como co-autora con el capítulo 10 en el texto Fe Vivida (editado por EUNSA), asimilaba el Espíritu Santo con la forma de actuar de Dios que se nos manifestaba sensiblemente y se nos participaba en una persona física: en Jesús de Nazaret. Él será, pues, nuestro protagonista.

Por otro lado, y si atendemos a la segunda de las acepciones que del término antagonista figuran en el Diccionario de la R.A.E., nosotr@s mism@s podríamos presentarnos como antagonistas, puesto que por antagonista entendemos “el principal personaje que se opone al protagonista en el conflicto esencial de una obra”.

El caso sería la obra de la santificación: una obra que podríamos situar en contextos distintos (porque distintas serían las épocas), pero que en ningún caso resultarían antagónicos por cuanto que la realidad de Jesús de Nazaret es una realidad metahistórica.

Quiere esto decir, que el conocimiento al que a través suyo llegamos de la Ternura de Dios alcanza e informa de tal modo nuestra conducta en toda época, que es a partir del momento en que le prestamos nuestra adhesión cuando llegamos a comprobar en nosotr@s mism@s que ésta adquiere unas características que nos posibilitan para ser vivid@s y para actuar con la fuerza de Dios.

Es en esto, y no en otra cosa, en lo que consiste la santificación.

Hasta aquí no existe antagonismo entre nosotr@s y Jesús de Nazaret, puesto que aunque Él es “el Dios con nosotr@s”, tod@s nosotr@s también estamos llamados a ser –en la Persona del Hijo- “otro Cristo” siempre que permanezcamos unidos a Él y compartiendo el Espíritu de Dios. Es entonces cuando Dios habita en nosotr@s, y es entonces también cuando por encima de nuestros límites, llegamos a reconocer en nosotr@s, actuando mediante nuestras obras, la fuerza de Dios.

Para que esto fuera así y en la persona del Hijo, Dios asumió nuestra humana naturaleza. Él se nos compartiría primero, para que nosotr@s, luego de conocerle, pudiéramos decidirnos a compartirnos con Él.

Aquel que sólo conocía a Dios, es quien nos lo ha dado a conocer.

Él fue quien nos habló del ser de Dios como de una Trinidad de Personas, y fue también Él quien manifestó de Sí mismo ser el Hijo de Dios hecho hombre por Amor y para amar.

Es de este modo como llegamos a conocer a Dios como al totalmente Otro, y fue así también como supimos de su voluntad, una Voluntad que se hizo realidad en Jesús de Nazaret y a través Suyo, porque fue por los efectos de sus obras como llegamos a conocer y por los que se nos alcanzó la forma de actuar de Dios.

Fue porque Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios y el Ungido, por lo que Dios se hizo hombre y pudo actuar entre nosotros, y fue el poder observar en Él los efectos del Amor de Dios en los seres humanos una vez que hemos hecho nuestra y actuamos según su Voluntad, lo que nos permitió comprender el destino al que estábamos convocados.

Este conocimiento pasa de ser puramente teórico a un principio dinamizador de nuestra conducta en el momento en que se produce la aceptación, y es en nuestra opción precisamente donde encontramos la razón del posible antagonismo entre el ser humano y la persona de Jesús de Nazaret.

La aceptación de la Voluntad de Dios por parte del Hombre-Dios y su actuación consecuente, tuvo como efecto la posibilidad de comunicación de los seres humanos con Dios en la medida en que compartamos su Espíritu. Pero somos nosotr@s quienes libremente tenemos que ejercitar esa opción, una opción de la que se derivarán nuevos efectos tanto para nosotr@s mism@s como para entre nosotr@s mism@s y para nuestro entorno.

De ellos depende el cumplimiento de la Voluntad de Dios en la tierra: la instauración de la Sociedad del Amor. Una Sociedad en la que el conocimiento y el Amor de Dios se compartan, teniendo como origen su Palabra, y como efecto de Su aceptación y de la nuestra a la Voluntad de Dios.

Pero para eso hemos de convertirnos de antagonistas en co-protagonistas: no podemos oponernos al protagonista en el conflicto esencial de la obra”, sino aprender de Él y decidirnos a asumir nuestro papel dentro de la obra a semejanza Suya.

Es entonces cuando compartiremos su Unción, y será entonces también cuando haremos realidad mediante nuestros actos la Voluntad de Dios en la Sociedad del Amor.

Que así sea.
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