lunes, 29 de septiembre de 2008

LA INFALIBILIDAD DE PIO NONO

Verás, querido Luis: Aunque no te lo parezca, el que hicieras tuyo el contenido de mi post anterior, es lo que nos puede llevar a recorrer conjuntamente el camino deductivo de la infalibilidad pontificia.

Como sabrás, el contenido de la Constitución Dogmática Pastor Æternus, promulgada por Pío IX en 1870, contiene la definición solemne del Dogma de la Infalibilidad Pontificia, que es del tenor literal siguiente:

"...con la aprobación del Sagrado Concilio (el Vaticano I), enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando, ejerciendo su cargo de Pastor y Doctor de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica, define una doctrina de Fe o Costumbres y enseña que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por lo mismo, las definiciones del Obispo de Roma son irreformables por sí mismas y no por razón del consentimiento de la Iglesia. De esta manera, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de contradecir ésta, nuestra definición, sea anatema."

Y, como sabrás también, tres son las condiciones que deben reunirse para que una definición pontificia sea considerada ex cathedra, y son las siguientes:

1. El Papa debe hablar "como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos". (Si habla en calidad de persona privada, o si se dirige solo a un grupo y no a la Iglesia universal, no goza de infalibilidad.)
2. El Papa "proclama por un acto definitivo la doctrina". (Cuando el Papa claramente expresa que la doctrina es definitiva, no puede cambiar.)
3. El Papa habla "en cuestiones de fe y moral".

Sobre el dogma en sí, poco más tengo que decir.

Por ti o por vosotr@s mism@s encontraréis datos históricos y argumentos a favor y en contra hasta hartaros.

Pero si, pese a haberlos leído, no habéis llegado a transcenderlos, es porque no habéis entendido lo que acontece precisamente cuando la infalibilidad del Amor de Dios se nos alcanza: en primer lugar en su Hijo, y desde Él y formando parte de Él, en la colegialidad y -a través de ella- en la totalidad de su Iglesia.

Es el Espíritu Santo –el Poder del Espíritu de Dios- quien actúa en el Cuerpo Místico de Cristo y a través suyo, y es asimismo quien asiste particularmente al Papa cuando hace una definición dogmática que ilumine nuestras certezas.

No es sino un modo de actuar de Dios mediante el Poder de su Espíritu y en quienes –por unión con Él- formamos el Cuerpo Místico de su Hijo (la Iglesia).

Sabemos que la Iglesia unida es infalible porque goza de la infalibilidad del Cristo, y que dentro de Ella hay una figura –la del Papa- quien goza de un especial carisma precisamente porque su misión no es otra que la de –una vez oída la Iglesia Universal- seguir velando y edificando la fe del Pueblo de Dios.

Así pues, es la infalibilidad del Amor de Dios lo que se nos alcanza de una determinada manera.

Pero si esto no creemos, si no lo interpretamos así, si excluimos la actuación del Poder del Espíritu de Dios (el Espíritu Santo) en la Iglesia y en la historia, reconozco que el concepto de dogma no tiene ningún sentido…

Yo lo tengo claro…
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LA INTERCESORA

Dejadme incluir este artículo aparecido en la revista Zenit del sábado sobre una peregrinación conjunta entre anglicanos y católicos que tenía como final la Gruta de las Apariciones de Lourdes. A mí me ha resultado muy cercano y un gran paso hacia el ecumenismo. A ver a vosotros lo que os parece.

La devoción a la Virgen María tiene un papel fundamental en el diálogo ecuménico, en el camino hacia la unidad plena y visible entre los cristianos, afirmó el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos.

El purpurado presidió este miércoles una celebración en la Gruta de las Apariciones de Lourdes, en una peregrinación conjunta entre anglicanos y católicos, que había partido desde el santuario de Nuestra Señora de Walsingham (Inglaterra). La homilía la pronunció el arzobispo de Canterbury, reverendo Rowan Williams, que es publicada este 26 de septiembre en "L'Osservatore Romano".

De hecho, admitió el cardenal Kasper, "Lourdes es conocida por sus milagros. ¿Quién habría podido imaginar, sólo hace 20 ó 30 años, que católicos y anglicanos habrían peregrinado y rezado juntos?"

"Para quienes conocen los debates y las polémicas del pasado sobre María entre los católicos y los cristianos de las Iglesias no católicas, para cuantos conocen las reservas del mundo no católico hacia los lugares marianos de peregrinación, para todas esas personas, el acontecimiento de hoy, sin precedentes, es un milagro", subrayó.

Según el cardenal Kasper, María es una pieza fundamental del movimiento ecuménico, aunque este tema "no es ni común ni obvio entre los ecumenistas.

La devoción a María es, recordó el purpurado, una cuestión plenamente compartida con los ortodoxos, "pero también existía devoción mariana en el tiempo de la Reforma".
"Lutero veneró con fervor a María durante toda su vida, a la que profesaba, con los Credos antiguos y los concilios de la Iglesia del primer milenio, como Virgen y Madre de Dios. Era crítico sólo respecto a algunas prácticas, que consideraba abusos y exageraciones", añadió. "Lo mismo sucedió con los reformistas ingleses".

El rechazo a la doctrina sobre la Virgen María se produjo, más bien, durante la Ilustración, "en un espíritu conocido como 'minimalismo mariológico'", explicó el cardenal Kasper.

Sin embargo, gracias a "una lectura y una meditación renovada de la Sagrada Escritura, observamos un cambio lento pero decisivo", aclaró, y citó al respecto varias declaraciones conjuntas entre católicos y luteranos, que van en esta dirección.

"María no está ausente, sino que está presente en el diálogo ecuménico. Las Iglesias han llevado a cabo progresos en el acercamiento sobre la doctrina de Nuestra Señora. Nuestra Señora ya no nos divide, sino que nos reconcilia y nos une en Cristo su Hijo", añadió.

Especialmente se refirió a las dificultades que atraviesa actualmente el diálogo con la Comunión Anglicana, y afirmó que esta peregrinación "puede ser considerada como un signo positivo y alentador de esperanza, incluso un pequeño milagro".

"Hay motivo para esperar que Nuestra Señora nos ayude a superar las dificultades actuales de nuestras relaciones, para que con la ayuda de Dios podamos continuar nuestra peregrinación ecuménica común", añadió.

El purpurado se refirió a María como modelo de la Iglesia, "elegida por Dios desde la eternidad", y se refirió a la cuestión de la salvación por la gracia divina y no por los méritos o esfuerzos propios, un punto que "ya no divide" a los cristianos, añadió.

Por otro lado, habló de la fidelidad de María a los pies de la cruz. "María es un ejemplo de discípulo. Dio pide nuestro sí en respuesta a su sí, que colaboremos con su obra salvadora", añadió.

Si los cristianos siguen divididos, afirmó el cardenal Kasper, es "porque nuestro amor y nuestra fe se han debilitado. Cada vez que el pensamiento del mundo y sus parámetros manchan a la Iglesia, la unidad de la Iglesia se encuentra en peligro".
"María no nos guía hacia lo que agrada a todos, sino a los pies de la cruz. Por tanto, tomémosla como ejemplo, y de esa forma daremos pasos adelante en nuestra peregrinación ecuménica", añadió.

Por último, se refirió a la cuestión de la veneración a la Virgen y a los santos, cuestión que "provoca aún dificultades" entre los protestantes y anglicanos. "Pero como cualquier madre intercedería por sus hijos, y como toda madre, tras su muerte intercedería en el cielo y desde el cielo, también María acompaña a la Iglesia en su peregrinación", también "en el camino hacia la unidad".
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viernes, 26 de septiembre de 2008

SOBRE TÍ

“Es porque estoy contigo por lo que, cuando sobre ti hablo, lo hago desde Ti. También he comprobado que para hablar de Ti precisaba hablar contigo primero, por lo que en mis días de descanso analizaba, cuál sería el modo correcto de referirme a Ti”.

Como comprenderéis, cuando esto escribía estaba refiriéndome a la experiencia de Dios: a cómo se anhela, a cómo se experimenta, y a cómo desde ese momento comienza de un modo natural tu apostolado: tu determinación íntima y decidida a participar y compartir con otr@s el gozo de tu Amor.

Estoy convencida de que nuestras experiencias son una misma, y sin embargo diversos nuestros intentos de formulación.; pero esto no debe nunca despistarnos, puesto que lo importante no son las expresiones que utilicemos, sino la única experiencia a la que estamos convocad@s, y que tiene lugar para cada un@ en lo más íntimo de su intimidad.

Así, y en tanto que tratamos de compartirla,
o aunque nuestra libertad para expresarnos no tiene por qué verse coartada,
o por cuanto que nuestras expresiones son susceptibles de informar otras expectativas,
o han de ser contrastadas incesantemente con el contenido íntegro de la Revelación.

Es así, pues, que el dogma no es algo práctico, sino algo contrastado, siendo la responsabilidad de ese “contraste” de la Santa Sede.

Eso no quiere decir que, si algo se demuestra incoherente con el contenido de la Revelación y a la vista de pruebas concluyentes, los criterios del Magisterio no puedan ir evolucionando, ni quiere decir tampoco que no sea esa misma búsqueda de la verdad la que subyazca ante determinados enfoques de lo que pudiera juzgarse como “interpretaciones tradicionales y un tanto esclerotizadas” de los dogmas por parte de la Santa Sede.

Ahora ya os diré, que mediada mi experiencia personal, he encontrado en lo admitido como válido por el Magisterio de la Iglesia, no sólo luz y coherencia en sí mismo, sino realmente las pautas necesarias para seguir investigando cuanto me ha sido necesario para profundizar en mi fe, y en ese sentido yo lo recomiendo.

Nuestra fe tiene que ser adulta, y para ello hemos de hacer un ejercicio de interpretación y de interiorización de cuanto en Jesús Dios nos ha manifestado.

Cada uno lo hará a su manera, pero yo estimo mucho el papel de garante de la Iglesia…
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miércoles, 24 de septiembre de 2008

DE LA ESFERA Y LA CRUZ

Aquí tenéis una parábola sobre el laicismo y sus consecuencias. Está tomada del libro del mismo título de G. Chesterton –un converso inglés, gran escritor y agudo ensayista- escrito con gran hondura y sentido del humor, y cuya historia supongo que os sonará familiar.

“Una vez conocí a un hombre como usted, Lucifer -dijo articulando con lentitud y monotonía desesperantes-. Opinaba también...

-No existe otro hombre como yo-, gritó Lucifer con tal violencia que estremeció la nave.

-Como iba diciendo -continuó Miguel-, ese hombre opinaba también que el símbolo del cristianismo era un símbolo de barbarie y de sinrazón. Su historia es un tanto divertida. Viene a ser también una alegoría perfecta de lo qué les ocurre a los racionalistas como usted. Comenzó, por supuesto, negándose a tolerar un crucifijo en su casa, ni siquiera pintado, ni pendiente del cuello de su mujer. Decía, igual que usted, que era una forma arbitraria y fantástica, una monstruosidad, amada por ser paradójica. Después fue haciéndose cada vez más violento y excéntrico; quería derribar las cruces de los caminos, porque vivía en un país católico romano. Finalmente, en un acceso de furor trepó al campanario de la iglesia parroquial y arrancó la cruz, blandiéndola en el aire, y profiriendo atroces soliloquios, allá en lo alto, bajo las estrellas. Una tarde, todavía en verano, cuando se encaminaba a su casa por un caminito vallado, el demonio de su locura vino sobre él con esa violencia y demudación tan fuertes que trastruecan el mundo. Se había detenido un momento, fumando, delante de una empalizada interminable, cuando sus ojos se abrieron. Ninguna luz brillaba, no se movía una hoja, pero él vio, como en una mutación súbita del contorno, que la empalizada era un ejército innumerable de cruces ligadas unas a otras, de la colina al valle. Enarboló el garrote y se fue contra ellas, como contra un ejército. Y milla tras milla, en todo el camino hasta su casa, fue rompiéndolas y derribándolas. Porque aborrecía la cruz y cada empalizada era una pared de cruces. Cuando llegó a su casa estaba completamente loco. Se dejó caer en una silla, y luego se alzó de ella porque los travesaños del maderamen repetían la imagen, insufrible. Se arrojó en una cama, lo que sirvió para recordarle que la cama, igual que todas las cosas labradas por el hombre, correspondía al diseño maldito. Rompió los muebles, porque estaban hechos de cruces. Pegó fuego a la casa, porque estaba hecha de cruces. En el río lo encontraron.

Lucifer le miraba mordiéndose un labio.

-¿Es verdad esa historia?- preguntó.

-¡Oh, no! -dijo Miguel vivamente-. Es una parábola. Es la parábola de todos los racionalistas como usted. Empiezan ustedes rompiendo la cruz, y concluyen destrozando el mundo habitable. Les dejamos a ustedes diciendo que nadie debe ir a la iglesia contra su voluntad: Cuando les encontremos de nuevo estarán ustedes diciendo que nadie tiene la menor voluntad de ir a ella. Les dejamos a ustedes diciendo que no existe el lugar llamado Edén. Les encontramos diciendo que no existe el lugar llamado Irlanda. Parten ustedes odiando lo racional y llegan a odiarlo todo, porque todo es irracional, y...

De La esfera y la cruz, de G. K. Chesterton"
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domingo, 21 de septiembre de 2008

POR ALUSIONES (II)

Seguimos en esta ocasión con la revisión de las cuestiones que se nos planteaban con el escrito de retractación del Sr. Álvarez, comenzando con la tercera de ellas…

3.- Yo había afirmado que, con las enseñanzas de Cristo, el valor doctrinal del libro de Job había sido superado, pues este libro fue escrito cuatrocientos años antes de la venida de Cristo, y su autor no conocía las novedosas enseñanzas de Jesús respecto del sufrimiento. También afirmé que, con las enseñanzas de Cristo, el valor de los diez mandamientos había sido superado, pues éstos fueron enseñados por Moisés para el pueblo judío, mientras que Jesús afirma en el Sermón de la montaña (Mt 5) que los cristianos no deben basarse en los diez mandamientos sino mostrar una conducta superior. Sin embargo, esto no coincide con las enseñanzas de la Iglesia Católica de que, con la aparición del Nuevo Testamento, el valor doctrinal del libro de Job o de los diez mandamientos no fue superado (CIC 123).

® No es que el Libro de Job o los Diez Mandamientos fueran o no superados por el N.T., sino que –como decía en alguna intervención anterior- teniendo en cuenta que la profecía es una proyección del futuro en el pasado, que anima ese pasado pero que no será descubierta como profética hasta que se haya realizado en el futuro, tanto el Libro de Job como los Diez Mandamientos -y como todo el A.T. interpreto yo- son profecía de lo que se habría de concretar en la figura y el mensaje de Jesús de Nazaret (N.T.). Por eso dice Jesús que Él no ha venido a abolir la Ley, sino a darla cumplimiento…

4.- Yo había afirmado que los primeros capítulos del Génesis (el relato de Adán y Eva, de Caín y Abel, del arca de Noé) no contienen historia en el sentido moderno de la palabra, sino que pertenecen a un género literario especial, con el que se pretende transmitir más bien unas enseñanzas sobre el origen del hombre y del pecado en el mundo. Sin embargo, esto no coincide con las enseñanzas de la Iglesia Católica, de que, no obstante los géneros literarios, estos capítulos contienen relatos históricos.

® El carácter histórico que se pretende, no deriva de la aplicación del método histórico, le diría yo al Sr. Álvarez –es decir, no se refleja en el “sentido moderno” de la palabra-.
Sin embargo, lo que creo que pretende mantener la Iglesia es el carácter histórico de algo que aconteció en un momento u otro de la historia, entiéndase:
a) la creación de los seres humanos con y por encima de la materia orgánica y/o animada,
b) la comunión en ese estadio de estos seres con la vida de Dios,
c) la pérdida consciente y voluntaria de esa condición,
d) la avaricia de los seres humanos aún por encima del respeto a su propia especie,
e) o la alianza de Dios con los seres humanos como paso previo a la recreación que posteriormente tendría lugar en la persona de Jesús de Nazaret.

Todos estos acontecimientos son como capítulos novelados de la Historia de la Redención, que no hacen sino hablarnos de la Historia misma, o eso es al menos la interpretación que yo le doy.

5.- Yo había afirmado que el relato de la anunciación del Evangelio de San Lucas, es decir, la narración de un ángel que entra volando en la casa de María y conversa físicamente con ella, realmente no existió de esa manera, sino que Lucas empleó un género literario especial para contarlo, llamado “relato de anunciación”, frecuentemente empleado en otras partes de la Biblia. Sin embargo, esto no coincide con las enseñanzas de la Iglesia Católica, de que el relato de la anunciación realmente tuvo lugar en la historia tal como lo cuenta San Lucas.

® Si tenemos en cuenta que la Vida de Dios y el modo de transmitirla no son ni se realizan de una forma tangible, a mí me resulta perfectamente lógico que las cosas tuvieran lugar en un modo y con unas circunstancias que ni siquiera imagino…

6.- Yo había afirmado que la idea de la virginidad de María “durante el parto” (es decir, el hecho de que no hubo ruptura de himen) está basada en los evangelios apócrifos, y que el parto de María en este sentido debió de haber sido normal, como el de toda muchacha, ya que esto no añade ni quita nada a la grandeza de María, así como no afecta al hecho de su virginidad perpetua. Sin embargo, esto no coincide con las enseñanzas de la Iglesia, de que María se mantuvo virgen incluso durante el parto (CIC 499).

® Y lo mismo diría en este punto, pero con una precisión: Yo concibo que Dios “animase” una vida humana en el vientre de la Santísima Virgen María sin necesidad de semen alguno, como tampoco lo necesitó para la creación del género humano…
Así, se engendró el Hijo de Dios encarnado, que era a la vez el Hijo del Hombre divinizado.
Pero es que ese cuerpo “humano” tenía ya una materialidad que para nacer habría de atravesar el himen de Nuestra Señora, por lo que –y en base precisamente a la doble naturaleza del Hijo de Dios encarnado- yo también interpreto que después del parto el himen de la Virgen no podría permanecer intacto, aunque sí podría ser recompuesto pero me temo que no fueran por ahí los tiros.
También creo –como el Sr. Álvarez- que esto no afecta para nada a la Virginidad Perpetua de María, puesto que al hablar de ello no nos referimos a nada material, sino a la virginal entrega de María a la Voluntad de Dios, condición ésta que no se vio modificada ni antes, ni en medio, ni después del parto.

Además de esto, quiero aclarar dos afirmaciones que hice correctamente, pero que pueden ser malinterpretadas –nos dice el Sr. Álvarez-

7.- Al escribir yo que el relato de Adán y Eva comiendo del fruto prohibido en el Paraíso no era una narración histórica, sino que sólo pretendía transmitir una enseñanza religiosa, algunos han pensado que yo negaba con ello la doctrina del pecado original. Por eso quiero aclarar que nunca negué tal doctrina, sino que la sostengo y reafirmo, tal como enseña la Iglesia Católica.

8.- Al decir yo que todos los cristianos, por el hecho de ser bautizados, son sacerdotes de Jesucristo, algunos han pensado que yo sostenía que todos son igualmente sacerdotes de Jesucristo en el sentido ontológico. Por eso quiero aclarar que siempre creí, y que quise decir, que el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial son diferentes esencialmente, y participan de distinta manera del único sacerdocio de Cristo.

® En cuanto a estas dos afirmaciones (7 y 8) considero que el hecho de retractarse honra al Sr. Álvarez. Sólo restaría que fuera honesto y sincero.
Pienso que él y la Iglesia no están diciendo cosas contradictorias, aunque pienso también que según la interpretación o el modo de transmisión que ensayemos y teniendo en cuenta además el efecto limitador de las palabras, en ocasiones originamos con nuestras formulaciones “sesgos” que no consiguen sino apartarnos de una interpretación correcta del sentido primigenio del mensaje y en ese sentido debemos estar dispuestos –al menos en un principio- a aceptar una reconvención.
Eso no quita la libertad de conciencia que nos permite -en su caso- mantener nuestro juicio, pero parece que la posibilidad de ejercitarlo no sea factible –en principio- dentro de lo que es la Organización de la Iglesia.

9. Yo había afirmado en este espacio, que una vez muerto el ser humano, el alma no se separa del cuerpo. Que tal separación es una idea de la filosofía griega, que no aparece en el Nuevo Testamento, de donde tomamos el concepto de resurrección. También había afirmado que la resurrección se produce inmediatamente después de la muerte, porque después de la muerte no hay tiempo que esperar. Sin embargo, esto no coincide con las enseñanzas de la Iglesia Católica, de que, al morir, se produce la separación del alma y del cuerpo, y mientras el cuerpo cae en corrupción, el alma va al encuentro de Dios en espera de reunirse con su cuerpo glorificado (CIC 997).

Por lo tanto me retracto de estas afirmaciones que no están de acuerdo con lo que actualmente enseñanza la Iglesia Católica.

® En este apartado, a mí me gustaría decirle al Sr. Álvarez que cuando alguien fallece, lo que era como unión de cuerpo y alma deja de ser, yéndose degradando la materia y entrando a formar parte de otros grupos de materia, y yendo su alma a reunirse con Dios a la espera de que su cuerpo sea glorificado.

Quiere esto decir, que aunque a partir del momento del óbito el tiempo carece de virtualidad para ese ser, no es así si consideramos que es la humanidad y no el individuo quien será recreada con la definitiva llegada del Hijo del Hombre, momento éste en que tendrá lugar de nuevo la unión de cuerpo y alma de cada finad@, y la manifestación en ell@s y entre ell@s de acuerdo a los méritos o a la capacidad alcanzados de la Gloria de Dios.

Bueno, queridos amigos.

Hasta aquí llega mi reflexión. Como siempre os digo, tomadlo como un documento de trabajo sobre el que me encantará leer lo que tengáis que decir.
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viernes, 19 de septiembre de 2008

FRANCISCO Y CLARA. DOS ENAMORADOS, ¿PERO DE QUIEN?

Decía en un artículo anterior que concebía (como Julio Verne) que dos personas que mirando con los ojos del Amor reconocieran en sí mismas el Amor, indefectiblemente se enamorarían juntas. Veamos ahora cómo desarrolla el P. Cantalamessa este concepto. Para mí es un bellísimo canto a lo que dos personas, sabiéndose mutuamente complementarias pueden compartir, bien en unión o bien de un modo paralelo.

El artículo, aparecido en la revista Zenit de ayer, dice así:
“Se ha hecho cosa corriente hablar de la amistad entre Clara y Francisco en términos de amor humano. En su conocido ensayo sobre Enamoramiento y amor, Francisco Alberoni escribe que «la relación entre Santa Clara y San Francisco tiene todas las características de un enamoramiento transferido (o sublimado) a la divinidad». «Francisco y Clara», de Fabrizio Costa, la serie televisiva emitida en Rai Uno los días 6 y 7 de octubre, mejor tal vez que «Hermano Sol y Hermana Luna» de Zeffirelli, ha sabido evitar esta cesión al romanticismo, sin quitar nada a la belleza también humana de un encuentro así.

Como cualquier hombre, aunque sea santo, Francisco puede haber experimentado la atracción de la mujer y del sexo. Las fuentes refieren que para vencer una tentación de este tipo una vez el santo se arrojó en pleno invierno a la nieve. ¡Pero no se trataba de Clara! Cuando entre un hombre y una mujer hay unión en Dios, si es auténtica, excluye toda atracción de tipo erótico, sin que exista siquiera lucha. Es como refugiarse. Es otro tipo de relación. Entre Clara y Francisco había ciertamente un fortísimo vínculo también humano, pero de tipo paterno y filial, no esponsal. Francisco llamaba a Clara su «plantita», y Clara llamaba a Francisco «nuestro padre».

El entendimiento extraordinariamente profundo entre Francisco y Clara que caracteriza la epopeya franciscana no viene «de la carne y de la sangre». No es, por poner un ejemplo igualmente célebre, como aquél entre Eloisa y Abelardo. Si así hubiera sido, habría dejado tal vez una huella en la literatura, pero no en la historia de la santidad. Con una conocida expresión de Goethe, podríamos llamar a la de Francisco y Clara una «afinidad electiva», a condición de entender «electiva» no sólo en el sentido de personas que se han elegido recíprocamente, sino en el sentido de personas que han realizado la misma elección.

Antoine de Saint-Exupéry escribió que «amarse no quiere decir mirarse el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección». Clara y Francisco en verdad no pasaron la vida mirándose el uno al otro, estando bien juntos.

Intercambiaron poquísimas palabras, casi sólo las referidas en las fuentes. Había una estupenda discreción entre ellos, tanta que el santo a veces era amablemente reprochado por sus hermanos por ser demasiado duro con Clara.

Sólo al final de la vida vemos atenuarse este rigor en las relaciones y a Francisco buscar cada vez con mayor frecuencia consuelo y confirmación junto a su «Plantita». Es en San Damián donde se refugia próximo a la muerte, devorado por enfermedades, y está cerca de ella cuando entona el canto de Hermano Sol y Hermana Luna, con aquel elogio de «Hermana Agua», «útil y humilde y preciosa y casta», que parece escrito pensando en Clara.

En lugar de mirarse el uno al otro, Clara y Francisco miraron en la misma dirección. Y se sabe cuál fue para ellos esta «dirección». Clara y Francisco eran como los dos ojos que miran siempre en la misma dirección. Dos ojos no son sólo dos ojos, o sea, un ojo repetido; ninguno de los dos es sólo un ojo de reserva o de recambio. Dos ojos que contemplan el objeto desde ángulos diversos dan profundidad, relevancia al objeto, permiten «envolverlo» con la mirada. Así fue para Clara y Francisco. Contemplaron al mismo Dios, al mismo Señor Jesús, al mismo Crucificado, la misma Eucaristía, pero desde «ángulos», con dones y sensibilidad propios: los masculinos y los femeninos. Juntos percibieron más de lo que habrían podido hacer dos Franciscos o dos Claras.

Si existe una laguna en la serie sobre Francisco y Clara es tal vez la insuficiente relevancia prestada a la oración, y con ella a la dimensión sobrenatural de sus vidas. Una laguna probablemente inevitable cuando la vida de los santos se lleva a la pantalla. La oración es silencio, quietud, soledad, mientras que la palabra «cine» viene del griego kinema, ¡que significa movimiento! La excepción es la película «El gran silencio» sobre la vida de los cartujos, pero no resistiría en la pequeña pantalla.

En el pasado se tendía a presentar la personalidad de Clara demasiado subordinada a la de Francisco, precisamente como la «hermana Luna» que vive del reflejo de la luz del «hermano Sol». El ejemplo en este sentido es el libro publicado el verano pasado sobre «la amistad entre Francisco y Clara» (John M. Sweeney, Light in the Dark Age: the Friendship of Francis and Clare of Assisi, Paraclete Press 2007 ).

Tanto más es de elogiar, en la serie televisiva, la elección de presentar a Francisco y a Clara como dos vidas paralelas, que se entrecruzan y se desarrollan en sincronía, con igual espacio dado a uno y otro. Es la primera vez que ocurre de esta forma. Ello responde a la sensibilidad actual orientada a evidenciar la importancia de la presencia femenina en la historia, pero en nuestro caso corresponde a la realidad y no es algo forzado.

La escena que más me ha impactado al ver el preestreno de «Francisco y Clara» es la inicial, emblemática, una especie de clave de lectura de toda la historia. Francisco camina en un prado, Clara le sigue introduciendo sus pies, casi jugando, en las huellas que deja Francisco, y a su pregunta: «¿Estás siguiendo mis huellas?», responde luminosa: «No, otras mucho más profundas».

(P. Raniero Cantalamessa)"

¿No os parece, además, una grandísima reflexión sobre el celibato?...

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NUEVO ENLACE

Como podéis comprobar, acabo de incluir un enlace con el blog antiguo. Si tenéis curiosidad, podréis encontrar allí artículos francamente interesantes, no tanto por mí –y no creáis que es una falta de modestia- sino por el debate al que han dado lugar vuestras intervenciones.

Entre ellos se encuentra el de Francisco y Clara que cuelgo a continuación. En el blog antiguo, aparece en el apartado de las presentaciones, y si lo leéis en esa ubicación, comprobaréis lo que os digo de los comentarios…
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martes, 16 de septiembre de 2008

3ª PREGUNTA REALIZADA

Nos encontramos en esta ocasión con una intervención de nuestro amigo Luis. Para poder leerla, y para poder participar si lo consideráis conveniente, tendríais que pinchar en "comentarios".

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LA HOMOSEXUALIDAD Y EL CARDENAL NEWMAN

Estoy en estos días leyendo un libro de Jean Guitton en el que las referencias al cardenal Newman (anglicano converso y cuya causa de beatificación se está siguiendo en la actualidad) son constantes. Por ello me han llamado la atención algunas opiniones vertidas sobre su supuesta homosexualidad...

Para su principal biógrafo, Ian Ker, la afirmación de que el cardenal J.H. Newman podría haber mantenido una relación “algo más que amistosa” con su asistente –el sacerdote Ambrose St. John- no tiene fundamento.

Sus declaraciones –aparecidas en el diario L’Osservatore Romano- responden a declaraciones de lobbies homosexuales, y la polémica se desató con la decisión del Gobierno británico, el pasado 26 de agosto, de permitir la exhumación del cuerpo del cardenal con vistas a su futura beatificación, ya que Newman pidió ser enterrado junto a su asistente, el sacerdote Ambrose St John.

Para Ker, esta última voluntad del cardenal no constituye una prueba de su homosexualidad, y pone el ejemplo de otros casos como el del escritor Clive S. Lewis, que quiso ser enterrado con su hermano, o el de Dorothy Collins, secretaria de los Chesterton, cuyos restos reposan junto al matrimonio.

El biógrafo de Newman recuerda que Ambrose St John fue muy amigo del cardenal y estuvo a su servicio durante treinta años.

"Newman se sentía responsable de su muerte, porque le había pedido traducir la obra del teólogo Joseph Fessler sobre la infalibilidad en la línea del Concilio Vaticano I, una última tarea que resultó demasiado pesada para él, ya sobrecargado de trabajo".

Ker recuerda que St John "fue el colaborador más estrecho de Newman durante el difícil periodo de la fundación del Oratorio de San Felipe Neri en Inglaterra, y en todas las sucesivas tribulaciones de Newman como católico".

Sobre las razones contrarias a la exhumación que aducen el respeto a la última voluntad del cardenal, el biógrafo explica que Newman "insistía siempre en que todos sus escritos podían ser corregidos por la santa madre Iglesia".

"Si la autoridad eclesiástica decide trasladar su cuerpo a una Iglesia, la respuesta de Newman sería sin duda que su último testamento, como todo lo que había escrito, lo había escrito bajo la corrección de una autoridad más alta", añade.

El cardenal Newman (1801-1890) está enterrado en el pequeño cementerio de Rednall Hill, en los suburbios de Birmingham, junto con su inseparable amigo Ambrose St. John, converso al catolicismo al mismo tiempo que él.

El purpurado, el más famoso converso inglés al catolicismo romano en el siglo XIX, fue en su etapa como anglicano una de las figuras principales del Movimiento de Oxford, que trató de aproximar la Iglesia Anglicana de Inglaterra a sus raíces católicas romanas.

Tras la aprobación de un milagro atribuido a su intercesión, la Santa Sede pidió al Gobierno inglés la exhumación del cuerpo y su traslado al Oratorio San Felipe Neri de Birmingham, dentro de los requisitos del proceso de beatificación.
El celibato, un "sacrificio"

En lo tocante a la polémica sobre su orientación sexual, Ker relata cómo Newman, al realizar su personal voto de celibato a los quince años, hablaba de ello como un "sacrificio".

"No es necesario recordar que en aquella época no existían 'uniones civiles'. Newman, naturalmente, hablaba del matrimonio con una mujer y del 'sacrificio' que el celibato comportaba", añade.

Veinticinco años después, Newman se preguntaba por el "coste" de esta decisión, explica Ian Ker. Tras la grave enfermedad que padeció en Sicilia, Newman escribió: "Mientras escribo me asalta un pensamiento: ¿para qué escribo todo esto? (...) Sería el tipo de atención que puede dar una mujer y nadie más, y esta atención, así sea, nunca me será dada. (...) Dejo libremente la posesión de este afecto que, lo siento, no me ha sido y no me puede ser dado".

"En estas frases conmovedoras, escritas cuando todavía era ministro de la Iglesia de Inglaterra y plenamente libre de casarse, vemos el total empeño de Newman en la vida de virginidad a la que se sentía llamado de forma inequívoca, pero podemos advertir el profundo sufrimiento que sentía al renunciar al amor de una mujer en el matrimonio".

Estas reflexiones me han hecho recordar otras del P. Cantalamessa sobre la serie televisiva “Francisco y Clara”, de Fabrizio Costa, emitida en la R.A.I. el otoño pasado.

Por su especial belleza y puesto que algun@s de vosotr@s seréis nuevos en este blog, he pensado en la conveniencia de repetir su publicación…
… pero éso tendrá que ser mañana…
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domingo, 14 de septiembre de 2008

POR ALUSIONES (I)

De vuestras últimas intervenciones en el artículo de Pagola, he ampliado y estructurado unas preguntas y respuestas intercambiadas con Joaquim que tienen mucho que ver con la nota de retractación de D. Ariel Álvarez cuyo contenido analizaremos a continuación. No trataremos de defender ni de atacar a nadie, sino de hacer valer –que no de hacer prevalecer- nuestras razones en un ejercicio de Apologética a la que me encantaría nos aficionásemos.

Las preguntas y respuestas son las que aquí figuran, y en cuanto al texto de la retractación, su contenido íntegro lo tenéis en el comentario nº 18 del artículo EL EPÍLOGO DE PAGOLA.

1. ¿Los relatos del Génesis son históricos?

® Son relatos escritos en un momento u otro de la historia y en ese sentido historiables.

La primera respuesta, la verdad, no dice gran cosa, pero no dice lo que la Iglesia dice: que dichos relatos (hasta Abraham, es decir, Adán y Eva, Caín y Abel, la Torre de Babel) contienen relatos históricos. Ahí te podría caer un palo.

® Yo no lo creo, querido Joaquim, porque si por histórico se entiende algo que aconteció aunque no pueda datarse ni someterse a prueba alguna con el C14, yo también interpreto que son acontecimientos históricos.

2. ¿Jesús era laico o sacerdote?

® Jesús es el Sacerdote de la Nueva Alianza. Él es quien ofrece la víctima y quien la regenera al mismo tiempo.

La segunda, la respeto, pero no creo que el interesado se encontrase cómodo con tal interpretación. Esto es más personal.

® No cabe aquí la discrecionalidad, querido amigo: El Cristo es quien renueva -es decir, quien renueva y en quien se hace de nuevo realidad- la alianza de los seres humanos con Dios.


3. ¿Que qué es lo que redime, el dolor o el amor?

® Lo que redime es el Amor de Dios, hecho realidad en Cristo, y supuesta nuestra ordenación a Él.

La tercera, lo siento, pero es contraria a la enseñanza de la Iglesia de que el sufrimiento tiene un dolor salvífico. Ahí podría ir otro palo.

® Tampoco en esta ocasión lo creo porque el sufrimiento, querido amigo, ni es querido por Dios ni tiene valor salvífico alguno. Es una consecuencia de la pérdida de nuestra incorruptibilidad tanto anímica como física. Lo alcanza sin embargo en cuanto que asumido como participación en la pasión y muerte –y en lo que después será resurrección- de Cristo. Esto conviene tenerlo muy claro…

4. ¿A Dios dónde hay que adorarle, en las iglesias católicas o en espíritu y en verdad como manda el Evangelio de Juan?

® A Dios se le encuentra en nuestro interior. Es ahí donde debe buscarle el buen contemplativo (como diría San Juan de la Cruz). De esa intimidad surgen las mociones del Espíritu Santo (que es de lo que nos habla el Evangelio del otro Juan –el Evangelista- cuando nos dice que hemos de adorarle en espíritu), que para contextualizarse habrán de contrastarse con la autorrevelación que Dios hace de sí mismo en el conjunto de la revelación (coherente consigo misma y de la que también nos habla la frase de San Juan cuando nos dice que ha de adorársele en la verdad.)

Con la cuarta estoy esencialmente de acuerdo, pues “donde se reúnen dos o tres en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”, pero para esto no hacen falta intermediarios, ¿no crees? Ya sabes que a los místicos siempre se les ha mirado de reojo, no sé si caería el palo pero cuidadín

® No era exactamente eso lo que quería decir, querido Joaquim; pero te diré que para contrastar nuestras mociones con la realidad, nos es necesario tanto la Revelación como la comunidad.

Vamos ahora con el escrito de retractación del Sr. Álvarez.

Comienza diciendo que se sabe y se siente miembro de una Iglesia a la que ama y aspira a seguir unido desde su ministerio, pasando a continuación y a petición expresa de la Santa Sede, a corregir algunas de sus interpretaciones. Nosotros vamos sencillamente a tratar de entenderlo.

En el primero de los apartados el Sr. Álvarez dice así:

1.- Yo había afirmado que a Dios no le agrada el sufrimiento del hombre, que no lo manda, ni lo permite directamente, porque Dios salva mediante el amor y no mediante el dolor. Y que jamás puede entrar en la voluntad de Dios algo que pueda hacer sufrir al hombre. Sin embargo, esto no coincide con las enseñanzas de la Iglesia Católica, de que el sufrimiento tiene un valor salvífico.

® A la espera de vuestras opiniones, lo que yo le diría al Sr. Álvarez es que Dios nos crea, nos llama y nos convoca, desde el Amor y con el Amor; pero no nos salva sin nuestro amor, y eso pasa por que se lo consagremos por encima del dolor y de las circunstancias.

Es así como el sufrimiento adquiere un valor salvífico, y si así lo hacemos es como nos hacemos semejantes a Cristo y cobra para nosotros sentido la participación en su pasión, muerte y resurrección.

El dolor, el sufrimiento, la muerte, no son de Dios, sino que son -como le decía a Joaquim en la tercera de sus preguntas- consecuencia de la pérdida de la incorruptibilidad derivada de la participación en la vida de Dios, como efecto del pecado original.
Pienso que éste es el modo correcto de entender, tanto lo que nos dice la Iglesia Católica, como lo que con mayor o meno acierto ha intentado interpretar el Sr. Álvarez, ¿no lo creéis vosotros así?

Vamos a pasar ahora a la segunda de sus interpretaciones, que dice así:

2.- Yo había afirmado que Dios siempre hace milagros, pero no suspendiendo ni superando las leyes de la naturaleza, pues estas leyes están bien hechas por Dios, y no hay necesidad de suspenderlas; que Dios cuando hace milagros los hace a través de las mismas leyes de la naturaleza, muchas de ellas desconocidas por el hombre, por eso a veces tenemos la impresión de que éstas se “suspenden”. Y que esta explicación no minimiza en absoluto el poder de Dios, al contrario, lo afianza y engrandece. Sin embargo, esto no coincide con las enseñanzas de la Iglesia Católica, de que los milagros, en cuanto suspensión de las leyes naturales, son posibles.

® Las expresiones del Sr. Álvarez son bellísimas, ¿no lo creéis así?

Sin embargo, lo que yo le diría sobre este punto es que, puesto que creemos que Dios es Espíritu Puro, y que su forma de actuar (el Espíritu Santo –plasmación del poder ilimitado de Dios en el Hijo-) no se ve constreñida por los condicionantes espacio-temporales de la materia, no tiene por qué extrañarnos que la misma no se manifieste necesariamente de forma tangible, puesto que bajo su actuación las leyes de la naturaleza material se verían no sólo superadas, sino que también perfeccionadas y sin suponer ningún obstáculo para su concreción.

No se vosotros lo que opinaréis, pero como parece que esto se va alargando un poquito, vamos a repartir el contenido de este artículo en diferentes apartados, ¿os parece bien?

De todos modos, yo creo que en éste ya hemos dejado distintos puntos abiertos para opinar. Ahora vosotros diréis...
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sábado, 13 de septiembre de 2008

LA CRUZ QUE NO APLASTA, ENSALZA

De nuevo el hermosísimo y locuaz mensaje del P. Cantalamessa para el Domingo 24 del Teimpo Ordinario. Las lecturas correspondientes son: Números 21, 4-9; Filipenses 2, 6-11; Juan 3, 13-17, y os recomiendo que no os lo perdáis.

Igual que Moisés levantó una serpiente en el desierto...

Actualmente la cruz ya no se presenta a los fieles en su aspecto de sufrimiento, de dura necesidad de la vida o incluso como un camino para seguir a Cristo, sino en su aspecto glorioso, como motivo de honor, no de llanto. Ante todo digamos algo sobre el origen de esta fiesta. Recuerda dos acontecimientos distantes en el tiempo. El primero es la inauguración, por parte del emperador Constantino, de dos basílicas, una en el Gólgota, otra en el sepulcro de Cristo, en el año 325. El otro suceso, en el siglo VII, es la victoria cristiana contra los persas, que llevó a la recuperación de las reliquias de la cruz y su devolución triunfal a Jerusalén. Sin embargo con el paso del tiempo la fiesta ha adquirido un significado autónomo. Se ha convertido en una celebración gloriosa del misterio de la cruz, que siendo instrumento de ignominia y de suplicio, Cristo transformó en instrumento de salvación.

Las lecturas reflejan esta perspectiva. La segunda lectura vuelve a proponer el célebre himno de l a Carta a los Filipenses, donde se contempla la cruz como el motivo de la mayor "exaltación" de Cristo: "Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre".

También el Evangelio habla de la cruz como del momento en el que "el Hijo del hombre ha sino levantado para que todo el que crea tenga por Él vida eterna".

Ha habido, en la historia, dos modos fundamentales de representar la cruz y el crucifijo. Los llamamos, por comodidad, el modo antiguo y el moderno. El modo antiguo, que se puede admirar en los mosaicos de las antiguas basílicas y en los crucifijos del arte románico, es glorioso, festivo, lleno de majestad. La cruz, frecuentemente sola, sin crucifijo, aparece constelada de gemas, proyectada en un cielo estrellado, y bajo ella la inscripción: "Salvación del mundo, salus mundi", como en un célebre mosaico de Rávena.

En los crucifijos de madera del arte románico, este tipo de representación se expresa en el Cristo que reina con vestiduras reales y sacerdotales desde la cruz, con los ojos abiertos, la mirada al frente, sin sombra de sufrimiento, sino radiante de majestad y victoria, ya no coronado de espinas, sino de gemas. Es la traducción del versículo del salmo: "Dios reinó desde el madero"(regnavit a ligno Deus). Jesús hablaba de su cruz en estos mismos términos: como el momento de su "exaltación": "Y yo cuando sea levantado de la tierra atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32).

La forma moderna comienza con el arte gótico y se acentúa cada vez más, hasta convertirse en el modo ordinario de representar el crucifijo. Un ejemplo extremo es la crucifixión de Matthias Grünewald en el Altar de Isenheim. Las manos y los pies se retuercen como zarzas alrededor de los clavos, la cabeza agoniza bajo un haz de espinos, el cuerpo cubierto de llagas. Igualmente los crucifijos de Velázquez y de Dalí y de muchos otros pertenecen a este tipo.

Los dos modos evidencian un aspecto verdadero del misterio. La forma moderna -dramática, realista, desgarradora- representa la cruz vista, por así decirlo, por delante, "de cara", en su cruda realidad, en el momento en que se muere en ella. La cruz como símbolo del mal, del sufrimiento del mundo y de la tremenda realidad de la muerte. La cruz se representa aquí "en sus causas", esto es, en aquello que, habitualmente, la ocasiona: el odio, la maldad, la injusticia, el pecado.

El mundo antiguo evidenciaba no las causas, sino los efectos de la cruz; no aquello que produce la cruz, sino lo que es producido por la cruz: reconciliación, paz, gloria, seguridad, vida eterna. La cruz que Pablo define "gloria" u "honor" del creyente. La festividad del 14 de septiembre se llama "exaltación" de la cruz porque celebra precisamente este aspecto "exaltante" de la cruz.

Hay que unir, a la forma moderna de considerar la cruz, y la antigua: redescubrir la cruz gloriosa. Si en el momento en que se experimentaba la prueba, podía ser útil pensar en Jesús clavado en la cruz entre dolores y espasmos, porque esto hacía que lo sintiéramos cercano a nuestro dolor, ahora hay que pensar en la cruz de otro modo. Me explico con un ejemplo. Hemos perdido recientemente a una persona querida, tal vez después de meses de gran sufrimiento. Pues bien: no hay que seguir pensando en ella como estaba en su lecho, en tal circunstancia, en tal otra, a qué punto se había reducido al final, qué hacía, qué decía, tal vez torturando mente y corazón, alimentando inútiles sentimientos de culpa. Todo esto ha terminado, ya no existe, es irreal; actuando así no hacemos más que prolongar el sufrimiento
y conservarla artificialmente con vida.

Hay madres (no lo digo para juzgarlas, sino para ayudarlas) que después de haber acompañado durante años a un hijo en su calvario, cuando el Señor lo ha llamado consigo, rechazan vivir de otra forma. En casa todo debe permanecer como estaba en el momento de la muerte del hijo; todo debe hablar de él; visitas continuas al cementerio. Si hay otros niños en la familia, deben adaptarse a vivir también ellos en este clima tapizado de muerte, con grave perjuicio psicológico. Cada manifestación de alegría en casa les parece una profanación. Estas personas son las que necesitan más descubrir el sentido de la fiesta del 14 de septiembre: la exaltación de la cruz. Ya no eres tú quien lleva la cruz, sino la cruz quien te lleva a ti; la cruz que no te aplasta, sino que te levanta.

Hay que pensar en la persona querida como es ahora que "todo ha terminado". Así hacían con Jesús los artistas antiguos. Lo contemplaban como es ahora, como está: resucitado, glorioso, feliz, sereno, sentado en el mismo trono de Dios, con el Padre que ha "enjugado toda lágrima de sus ojos" y le ha dado "todo poder en los cielos y en la tierra". Ya no entre los espasmos de la agonía y de la muerte. No digo que se pueda siempre dominar el propio corazón e impedir que sangre con el recuerdo de lo sucedido, pero hay que procurar que prevalezca la consideración de fe. Si no, ¿para qué sirve la fe?
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martes, 9 de septiembre de 2008

2ª PREGUNTA FORMULADA

Nos encontramos en esta ocasión con una intervención de nuestro amigo JML. Para poder leerla, y para poder participar si lo consideráis conveniente, tendríais que pinchar en "comentarios".

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ATAR Y DESATAR

Remitiendo como siempre lo hago a lo que en realidad es la Iglesia, y salvedad hecha de las razones esgrimidas en el artículo anterior para argumentar la doble naturaleza del Hijo de Dios encarnado, cuestión ésta que justifica nuestra pertenencia a la misma, incluyo en esta ocasión y como tema de debate un comentario que nos remite un/a comunicante aún no localizad@, convencida como estoy de que su tema os interesará. Te agradecemos mucho tu intervención, querid@ amig@.

Digamos en primer lugar, que las perícopas sobre las que nuestr@ remitente opina, son tres de las que correspondían al Evangelio del pasado domingo (Mt. 18, 15-20), concretamente las que van de la 18 a la 20, las cuales dicen así:

“Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os lo digo otra vez: Si dos de vosotros llega a un acuerdo aquí en la tierra acerca de cualquier asunto por el que hayan pedido, surtirá su efecto por obra de mi Padre del cielo, pues donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí en medio estoy yo”. (La transcripción es suya)

El comentarista en cuestión argumenta así:

""No es extraño dar la mano a alguien y que, de propina, se tome también el pie. Lo que se dice “hacer de su capa un sayo”, ser un simple ciudadano de a pie que lleva capa y autoconvertirse en un militar con sayo, con la consiguiente fuerza y mando, es una realidad que, por desgracia, experimentamos frecuentemente. Hay en el corazón humano un secreto deseo de poderío al acecho de la primera oportunidad para ejercer. Para dominar al otro, cada uno se reviste de una cierta autoridad; cuanto mayor y más incontestable sea ésta, mayor será la capacidad de dominación que desarrolle.

De entre toas las dominaciones, hay una -¿la más peligrosa y temible?- que se ejerce en nombre de Dios, actuando directamente sobre la conciencia de los individuos. Ésta puede llegar a anular a las personas, haciendo de ellas muñecos de goma, fácilmente manejables y movibles, villanos llevados por el viento del poder religioso, adultos condenados a ser perennemente niños.

En nombre de Dios y bajo el signo de la Cruz, Constantino venció a Majencio junto al Puente Silvio. La cruz, símbolo de la mayor debilidad, se convierte con él en estandarte militar, alarido guerrero de muerte.

Los cruzados, impulsados por la jerarquía religiosa y al grito de “Dios lo quiere”, llegaron hasta Oriente, con la cruz en mano como arma, para conservar –muchas veces matando- los lugares que pisó Jesús nazareno el pacificador.

La Inquisición nacería más tarde para mantener bajo control con amenaza de hoguera, en nombre de Dios, a todos los librepensadores disidentes y discordantes del tiempo, algunos de ellos tal vez profetas subversivos de una abusiva dominación religiosa.

En nombre de Dios, Pío IX condenó el modernismo de un mundo que se abría a la libertad y al progreso y, con él, al filósofo alemán Frohschanuner por “conceder a la misma razón tal libertad de opinar de todo y atreverse a todo, que quedan suprimidos los derechos, el deber y la autoridad de la Iglesia misma” (Denzinger 1667-68)

La Iglesia, con su poder divino, por encima de la razón y de la libertad de opinión. En nombre de Dios, se ha amilanado al pueblo cristiano durante siglos, intimidándolo con las penas de u n infierno inextinguible. No usemos el nombre de Dios en vano.

Y todo ello se hacía basándose en el “poder de atar y desatar” que Jesús concedió a sus discípulos: “Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra, quedará desatado en el cielo”.

Sacada de contexto, esta frase de Jesús ha dado pie a innumerables abusos históricos por parte de la jerarquía eclesiástica. Un poder que reside en la comunidad, se ha ejercido sólo por los jerarcas. Un poder limitado al caso en que haya que excluir (=atar) o admitir (=desatar) de la comunidad a uno de sus miembros que la ha ofendido, se ha interpretado como poder de atar y desatar en cualquier campo o materia, incluso no religiosa. Poder de atar y desatar la conciencia y en conciencia. Poder tan absoluto no concedió Jesús a nadie, ni siquiera Él mismo lo ejerció.

Lo suyo era más bien desatar, liberar, dar vida. Desató al paralítico del lecho y del pecado, a los locos de sus demonios, a los enfermos de sus dolencias, al Pueblo del yugo de la ley. Incluso libró de su sentencia a la adúltera, condenada a muerte legal: “Vete y no peques más”. De atar, Jesús entendió poco. A todos invitaba: “Si quieres”… dejando siempre libre a cada uno para seguir el dictamen de su conciencia. No hay nada más grande en el orden humano que la libertad de actuar en conciencia. Ante ella, todo poder debe doblegarse"".

Su artículo llega hasta aquí.

A mí me gustaría ahora que reflexionásemos sobre la necesidad que tienen las conciencias de ser formadas, así como sobre qué papel desempeña el Magisterio de la Iglesia en el empeño (todo ello sin menoscabo de que cada un@ aporte lo que considere sobre lo que nuestr@ amable desconocid@ nos ha enviado).
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domingo, 7 de septiembre de 2008

EL EPÍLOGO DE PAGOLA

Queriendo liberar y regenerar de las mutilaciones del mal al género humano, el mismo Dios intervino tomando parte en esa naturaleza. Intervino en la persona del Hijo (como no podía ser de otro modo, pues es en la Persona del Hijo como Dios se nos comunica, comparte y relaciona) y lo hizo además en la persona de un ser humano (Jesús de Nazaret).

Aconteció, pues, la intersección de dos “personas” en el Cristo, siendo una de ellas (la del Hijo) el sujeto subsistente de tal unión.

Quiere esto decir, que sobre la naturaleza humana del Cristo “imperaba” su naturaleza divina (del mismo modo que sobre la naturaleza animal de un ser humano prima su naturaleza espiritual) siendo que
o la forma de actuar divina (el Espíritu Santo) inheriendo sobre la forma de actuar del ser humano Jesús, transformaba su forma de ser y de actuar de tal modo que era capaz
o no sólo de llegar a “intersectarse” con el ser de Dios,
o sino de hacerlo también con otros individuos de su misma especie transformando la forma de ser y de actuar de estos seres con el poder del Espíritu de Dios

Era el Espíritu de Dios quien se manifestaba y actuaba a través de su humanidad, y era a través de los efectos transeúntes de sus actos como la humanidad se veía divinizada supuesta siempre una correcta actuación.

Me ha parecido conveniente introducir esta exposición doctrinal a modo de personal respuesta a lo que nos sugiere el Sr. Pagola en el epílogo de su libro (nos conmina a preguntarnos en nuestra intimidad y sin intermediarios quién o qué es Jesús para cada uno de nosotr@s), por entender que lo correcto es saber primero lo que es Jesús en sí mismo, para que nos enteremos de lo que debería ser para cada uno de nosotr@s después.

¡Porque veréis lo que os quiero decir!...

Sucede en ocasiones, que para referirnos al ser de Cristo y para superar formulaciones teológicas que no entendemos (no digo que pese a ello no seamos capaces de con ellas elaborar), tendemos a facilitar excesivamente nuestro lenguaje con el resultado de llegar en cuanto afirmamos a interpretaciones no tanto restrictivas –que todas lo son- cuanto que incorrectas -y por no decir inveraces- de la realidad.

Sin ser historiadora, considero los argumentos del Sr. Pagola lo suficientemente contrastados, pero no estoy de acuerdo con la interpretación que de los hechos hace, ni con la argumentación de fondo que le lleva a su selección.

Jesús no es un profeta a la manera de los profetas clásicos, pese a que la Palabra de Dios hablase por sus palabras. Tampoco es un taumaturgo, pese a que mediante sus obras se manifieste actuando el poder del Espíritu de Dios. Ni siquiera hablamos de un ser humano excepcional.

Como diría Lewis en Mero Cristianismo, Cristo únicamente podía ser un loco, o Dios, porque –argumenta él- ¿os imagináis a un hombre en sus cabales que dijera “Si alguien quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”?...

El Cristo es la manifestación de Dios (es decir, El Hijo) manifestándose con las palabras y actuando a través de las obras del ser humano Jesús de Nazaret.

Su naturaleza humana tendría que empezar por comprender la voluntad de Dios para hacerla suya y poder comunicarla, y en ese contexto han de situarse los distintos acontecimientos que tanto el Magisterio de la Iglesia como la investigación científica consideren suficientemente contrastados, pero quiero ahora hacer hincapié en que Cristo –cuando lo hacía- no se retiraba para discurrir, sino para discurriendo tratar de discernir, la voluntad de Dios.

Eso en cuanto a la transmisión que Jesús de Nazaret hace de la Palabra de Dios, pero lo mismo podríamos decir de “lo taumatúrgico” de sus actos, una actuación que comienza inmediatamente después de su bautismo.

Con el Bautismo del Jordán son dos cosas las que acontecen:
o En primer lugar, la naturaleza humana de Jesús de Nazaret es elevada, de modo que alcanza a comunicarse con y a poder ser actuada por el Ser Trinitario,
o Y en segundo lugar, una Teofanía –una manifestación sensible y directa de Dios- que nos hace si no comprensible si manifiesta, tal eventualidad.

Que Jesús de Nazaret era el Cristo se puso de manifiesto con aquella intervención, y fue después de este suceso cuando empezó a manifestarse a través de sus obras actuando, el poder del Espíritu de Dios (el Espíritu Santo).

Pero Jesús de Nazaret sabía muy bien quien era.

No olvidemos que Él estaba allí, como también lo estuvo en el episodio de la Transfiguración así como cuando le permitió introducir sus dedos a Tomás en la llaga de su cuerpo glorioso (por cierto, echo de menos la interpretación de estos hechos en el libro de Pagola; es más, considero que no tienen cabida).

Lejos de mi intención minusvalorar el esfuerzo del Sr. Pagola por entender y facilitar la comprensión de la figura de Jesús de Nazaret, pero –como él preconiza en el epílogo de su libro- con mi comentario no he hecho sino exponer lo que “para mí” es, manifestando al mismo tiempo la necesidad de que lo que hemos de interiorizar no es lo que a nosotros nos parece, sino lo que realmente Cristo es.

Realmente estamos ante un libro amable y concienzudo, pero lo que yo mantengo es que Jesús no es el profeta del Reino de Dios, sino quien realmente hace posible su tendencia a él mediado el conocimiento, precisamente porque en el mismo se participa a través de la voluntaria y común-unión con Él

En resumidas cuentas, es el Espíritu Santo actuando a través de Cristo, que actúa motivado y animado por Él, quien hace realidad el Reino de Dios, y somos nosotros participando de la humanidad de Cristo y por participar también de su gracia creada, quienes estamos en condiciones de participar y de hecho participamos, del Reino de Dios.

Esta realidad no depende de cómo la concibamos, sino que es así, como también pienso que es así el hecho de que para participar en el Reino de Dios no haya categorías, puesto que ante Dios todos somos menesteros@s. Nos dicen las Bienaventuranzas en cambio, que “sólo los limpios de corazón verán a Dios”.

Pues bien. A la vista de la gran cantidad de datos que barajamos y que realmente poco o nada aportan al contenido de nuestra fe, tal vez sea ahora un buen momento para preguntarnos con G. Eliot ¿dónde está la sabiduría que –en ocasiones- perdemos con el conocimiento?

Bueno.

Hasta aquí llega mi intervención. Tal vez vosotros tengáis ahora algo que decir.

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miércoles, 3 de septiembre de 2008

Síndrome postvacacional

Os quiero dar la bienvenida a tod@s de vuelta, esperando que como yo, hayáis disfrutado de unas felices vacaciones.

Lamentablemente, en mi caso las vacaciones se están concatenando con un breve periodo de baja que me tiene bastante entretenida.

Confío en poder retomar el ritmo normal de publicación estos días, y escribir varios artículos que tenía en mente, pero por el momento, aprovechando mi debilidad las musas me han abandonado y no me veo con fuerzas.

¿Podréis perdonarme un poco más?

¿Querrá algun@ aportar unas líneas de vuelta de vacaciones?

Bueno, bien venid@s de vuelta; os he echado de menos, y estáis en vuestra casa.

Dorota
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