miércoles, 24 de septiembre de 2008

DE LA ESFERA Y LA CRUZ

Aquí tenéis una parábola sobre el laicismo y sus consecuencias. Está tomada del libro del mismo título de G. Chesterton –un converso inglés, gran escritor y agudo ensayista- escrito con gran hondura y sentido del humor, y cuya historia supongo que os sonará familiar.

“Una vez conocí a un hombre como usted, Lucifer -dijo articulando con lentitud y monotonía desesperantes-. Opinaba también...

-No existe otro hombre como yo-, gritó Lucifer con tal violencia que estremeció la nave.

-Como iba diciendo -continuó Miguel-, ese hombre opinaba también que el símbolo del cristianismo era un símbolo de barbarie y de sinrazón. Su historia es un tanto divertida. Viene a ser también una alegoría perfecta de lo qué les ocurre a los racionalistas como usted. Comenzó, por supuesto, negándose a tolerar un crucifijo en su casa, ni siquiera pintado, ni pendiente del cuello de su mujer. Decía, igual que usted, que era una forma arbitraria y fantástica, una monstruosidad, amada por ser paradójica. Después fue haciéndose cada vez más violento y excéntrico; quería derribar las cruces de los caminos, porque vivía en un país católico romano. Finalmente, en un acceso de furor trepó al campanario de la iglesia parroquial y arrancó la cruz, blandiéndola en el aire, y profiriendo atroces soliloquios, allá en lo alto, bajo las estrellas. Una tarde, todavía en verano, cuando se encaminaba a su casa por un caminito vallado, el demonio de su locura vino sobre él con esa violencia y demudación tan fuertes que trastruecan el mundo. Se había detenido un momento, fumando, delante de una empalizada interminable, cuando sus ojos se abrieron. Ninguna luz brillaba, no se movía una hoja, pero él vio, como en una mutación súbita del contorno, que la empalizada era un ejército innumerable de cruces ligadas unas a otras, de la colina al valle. Enarboló el garrote y se fue contra ellas, como contra un ejército. Y milla tras milla, en todo el camino hasta su casa, fue rompiéndolas y derribándolas. Porque aborrecía la cruz y cada empalizada era una pared de cruces. Cuando llegó a su casa estaba completamente loco. Se dejó caer en una silla, y luego se alzó de ella porque los travesaños del maderamen repetían la imagen, insufrible. Se arrojó en una cama, lo que sirvió para recordarle que la cama, igual que todas las cosas labradas por el hombre, correspondía al diseño maldito. Rompió los muebles, porque estaban hechos de cruces. Pegó fuego a la casa, porque estaba hecha de cruces. En el río lo encontraron.

Lucifer le miraba mordiéndose un labio.

-¿Es verdad esa historia?- preguntó.

-¡Oh, no! -dijo Miguel vivamente-. Es una parábola. Es la parábola de todos los racionalistas como usted. Empiezan ustedes rompiendo la cruz, y concluyen destrozando el mundo habitable. Les dejamos a ustedes diciendo que nadie debe ir a la iglesia contra su voluntad: Cuando les encontremos de nuevo estarán ustedes diciendo que nadie tiene la menor voluntad de ir a ella. Les dejamos a ustedes diciendo que no existe el lugar llamado Edén. Les encontramos diciendo que no existe el lugar llamado Irlanda. Parten ustedes odiando lo racional y llegan a odiarlo todo, porque todo es irracional, y...

De La esfera y la cruz, de G. K. Chesterton"

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero ¿cuál es la idea de publicar este extracto?
¿esta es la paranoia que está detrás de la polémica con educación para la ciudadanía?
Supongo que no le importará que no la comparta ni lo más mínimo…

Anónimo dijo...

Si… Supongo que quizá tenía que haberme antes posicionado; pero no lo suelo hacer conscientemente, porque de vuestros comentarios es de donde saco –a base de envolverlos y revolverlos- mucha luz.

Desde luego –y para empezar- yo no creo que Lucifer sea racionalista.
Tampoco me consta lo que pensaría sobre la cruz. Creo que sencillamente la odiaría, por ser a través de la Cruz como se realiza lo que a través suyo no llegaría nunca a ser.

Pero una cosa es Lucifer –que únicamente nos ha servido para contextualizar el texto- y otra cosa nosotros, seres racionales que tal vez estemos haciendo con los racionalistas un mismo recorrido…

Anónimo dijo...

Imagino que a Lucifer, caso de existir, si le preocupa la cruz no será demasiado… al fin y al cabo, se le aprecia valor como símbolo desde hace apenas 2.000 años (aun no sabemos durante cuánto tiempo más), y tan solo para un porcentaje de la población mundial…

Por mi parte, soy bastante más racionalista que religioso, aunque no llego a ser ninguna de las dos cosas, quizá por eso he resultado bastante menos inquieto con las parcelas y las cruces de lo que cuenta el señor Chesterton.

Pero, ¿a qué te refieres en tu comentario “estemos haciendo con los racionalistas un mismo recorrido”?

Anónimo dijo...

Lo que quiero decir, es que la razón no abarca por sí misma la totalidad de lo real, y que, a base de despreciar lo que bajo esa dimensión no se entiende, se llega a la conclusión de su insignificancia y consiguiente abandono de la apetencia por el conocimiento de lo -aún no visible- "real"