miércoles, 19 de diciembre de 2012

FELICITACIÓN

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Durante estos días de Adviento y Epifanía, vamos a reservar el primero de los espacios para esta felicitación de Navidad y para desearos con ello que Dios sea con vosotr@s, y que Dios os bendiga.
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viernes, 14 de diciembre de 2012

¿SON DOS LAS IGLESIAS?

En esta ocasión nos ha remitido Gabriel Mª Otalora un interesante artículo por si considerábamos oportuno su difusión. Su nombre es “Una misión… ¿dos Iglesias?”, y lo transcribimos a continuación incluyendo unos pequeños comentarios que aparecerán resaltados y que no pretenden sino mostrar algunos criterios teológicos que justifican y hacen razonable nuestra manera de argumentar en este blog (o al menos éso creemos).

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miércoles, 5 de diciembre de 2012

EL REGALO DE UNA MADRE

Era una fiesta de la comunidad judía: una comunidad a la que también pertenecían María, su Hijo, los discípulos de Éste, y el relator de lo sucedido, S. Juan. Que se tratara de la celebración de unos esponsales nos da idea de la vocación a la continuidad de aquella pequeña comunidad, y que en la celebración de los mismos faltara el vino (un elemento que facilita la comunicación y anima el espíritu de cuantos participan en una reunión) sugiere a nuestro modo de ver, el ocaso de la antigua alianza. Fue la carencia del vino y el conocimiento de su virtualidad lo que provocó la actuación de Nuestra Señora, y puesto que toda comunidad se enriquece con las aportaciones de sus miembros, la actuación de Nuestra Señor supuso para la comunidad judía un regalo inclusivo y que manifestaba además explícitamente Su condición. Ella sabía que a través de las obras de una persona henchida de Gracia, se manifestaba actuando el poder del Espíritu de Dios, y sabía además que esto era así, porque de la presencia de la Santísima Trinidad en el alma humana se derivaban determinados efectos, tanto para el alma misma, como para las distintas realidades con las que ese ser humano a través de sus actos se relacionara. Estas relaciones, que alcanzaban a su trato con Dios y que afectaban desde Él a las distintas realidades con las que ese ser humano se relacionara (entiéndase sus relaciones con otros seres personales y con su entorno) serían el modo previsto por Dios para que Su Alianza con todos los seres humanos fuera una realidad y para que su Amor se compartiera a través de ellos entre todas las criaturas siempre que esos seres humanos empeñaran en ello su voluntad. Fue el “fiat” de Ntra. Sra. lo que supuso para Ella esa condición, y ya desde ella, fueron su comprensión solícita y su confianza ilimitada en el cumplimiento de sus promesas lo que motivó la actuación de Dios y lo que le hizo acreedora al título de Omnipotencia Suplicante con el que le adornamos. Así, por su intercesión y aunque aún no había llegado su hora puesto que el Hijo del Hombre no había sido aún glorificado, a través de las obras del Hombre-Dios Jesucristo y tras su bautismo, lo que para María era una certeza fue manifestado explícitamente ante la comunidad: Dios transformó el agua destinada a las abluciones rituales de los judíos, en el Vino que prefiguraba la Nueva Alianza. Pero puesto que el conocimiento de Ntra. Sra. provenía de la vivencia de una evidencia, para que los seres humanos pudiéramos participar de ella y así decidirnos a participar en la Nueva Alianza con convicción, María nos regaló el navegador de su propia fe: una fe que justificara la certeza, que fundamentara la esperanza, y que motivara la actuación del pueblo de Dios de tal modo que todos llegáramos a alcanzar nuestro común destino, que no sería otro que el de llegar a compartir, a manifestar, y a hacer presente mediante nuestros actos, la Gloria de Dios. Es a ello a lo que estamos llamados, y es el momento de agradecer -en este tiempo de regalos- el regalo que, a través de María, nos hizo nuestro Padre Dios. Leer más...

viernes, 30 de noviembre de 2012

UNA DE CUATRO

"Adviento significa tiempo de espera gozosa de Alguien que viene. Así, la Iglesia nos invita a considerar las cuatro venidas de Cristo Jesús, que sale a nuestro encuentro en formas y tiempos diferentes. La primera venida de Jesús sucedió hace más de dos mil años, con su Nacimiento en Belén, que conmemoramos y celebramos cada año en la Navidad. Es la venida primordial, que hace posibles las otras venidas. La cuarta y última venida de Cristo será su aparición gloriosa al fin de los tiempos para hacer un mundo nuevo, su reino definitivo de vida y verdad, de justicia y de paz, de libertad y amor, de alegría y felicidad. Venida que presenciaremos de persona. Entre la primera y la última venidas de Jesús se da la venida intermedia y permanente a nuestra vida y persona durante la existencia terrena, según sus palabras infalibles: "Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28, 20). Quien come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él (Jn. 6, 36)". Y al fin de nuestra vida terrena se realizará la venida de Jesús que acudirá para librarnos de las garras de la muerte y llevarnos a su gloria eterna, si hemos vivido unidos a él, compartiendo su misión en favor del hombre. Nos garantiza con promesa infalible: "Me voy a prepararles un lugar. Luego vendré para llevarlos conmigo (Jn. 14, 2-3)". Esta venida de Jesús será para cada uno la hora del éxito total de su existencia por la resurrección, si hemos acogido a Cristo en sus venidas durante la vida terrena: en el prójimo, en la Eucaristía, en la oración, en la Palabra de Dios, en la creación, en el sufrimiento, en la alegría, en los acontecimientos... Entonces Él nos acogerá en la hora de la muerte para resucitarnos, dándonos un cuerpo glorioso y felicísimo como el suyo. Su exhortación a orar en todo momento es la condición para ser acogidos y resucitados a través de una muerte triunfal como la suya. Tomémoslo en serio para no quedar excluidos de su gloria". (Es una síntesis del artículo publicado por el P. Jesús Álvarez para glosar el Evangelio del próximo domingo, Primero de Adviento) Leer más...

martes, 27 de noviembre de 2012

LA GRAMÁTICA Y EL VERBO AMAR

Cuando utilizamos comparativos, adverbios, adjetivos, etc. -es decir, cuando estructuramos nuestro lenguaje de ese modo- parece que todo dependiera de nuestra apreciación. Pero realmente esto no es así cuando relacionamos nuestros sintagmas con el significado del verbo amar. No amamos mucho, poco o tanto, sino que sencillamente amamos porque el amor es algo constitutivo y que no cabe constreñirse a un juego de palabras. De hecho, es cuando no damos valor a las palabras –cuando las mismas no nos condicionan- cuando verdaderamente hacemos nuestro con acierto el significado del verbo amar. Esto es así porque el Amor no sólo es in-temporal e in-extenso, sino que subyace y prevalece a nuestro modo de ser, de modo que -si algo somos- lo somos “amando” y “amando en relación”. Es por eso que para referirnos al acto de amar –o a nuestro “amar en acto”- la expresión más adecuada que se me antoja quizá sea la que utilizamos cuando decimos que “nosotr@s” –como integrantes de un todo unificador- “estamos amando” en cada momento de nuestra actualidad -es decir, cuando utilizamos el plural mayestático en la primera persona del plural del presente continuo del verbo amar-. No nos servirían los presentes de indicativo o de subjuntivo, los pretéritos perfectos o imperfectos, los tiempos futuros o condicionales, puesto que no estamos hablando de algo habitual, de algo pretérito, de algo futuro o de algo condicionado, sino de algo que -aún siendo todo eso también- sin ser actuado en todos nosotr@s y en cada momento, nosotr@s nunca seríamos. Así pues, hablamos de algo que se nos participa y de lo que participamos participándolo, siendo que por esta participación y por el hecho de participarlo, aquel que actúa se hace actor y en tanto que actúa autor, al tiempo que cobra realidad por nuestra mediación todo lo que a través nuestro está llamado también a tener una existencia real. La cuestión es que todos tenemos el mismo modo de amar según cada una de las naturalezas, y sin embargo, no todos ponemos nuestro amor en acto con la misma pretensión. La diferencia estriba en nuestra elección. No es que sea necesario elegir para amar, puesto que también cuando elegimos estamos amando, sino que la cuestión es que podemos elegir desconocer o no asumir esta realidad. Eso es lo que sucede cuando juzgamos el Amor o la medida del Amor en función de nuestra elección o según nuestra propia medida, lo cual nos lleva a convicciones ciertamente restrictivas de la realidad. Porque el Amor es y existe, genera y motiva, opera y se expande con un dinamismo que le es propio y que, sin ser nuestro, por operar a nuestro través forma también parte de nuestra realidad. Todo esto es lo que decimos cuando utilizamos el plural mayestático en la primera persona del plural del presente continuo del verbo amar, ¿qué os ha parecido?... Leer más...