viernes, 14 de diciembre de 2012

¿SON DOS LAS IGLESIAS?

En esta ocasión nos ha remitido Gabriel Mª Otalora un interesante artículo por si considerábamos oportuno su difusión. Su nombre es “Una misión… ¿dos Iglesias?”, y lo transcribimos a continuación incluyendo unos pequeños comentarios que aparecerán resaltados y que no pretenden sino mostrar algunos criterios teológicos que justifican y hacen razonable nuestra manera de argumentar en este blog (o al menos éso creemos).

Dice así: 

“La Iglesia llamada misionera es la que trabaja en el Tercer Mundo. Mujeres y hombres, sacerdotes, religiosos y laicos ayudan a los que no tienen lo necesario, desposeídos muchas veces hasta de su dignidad. Se ha incardinado en sus culturas para hacerse una más entre ellas asumiendo su misma realidad pero tratando de dignificarla ayudándoles a salir de ella. En ocasiones, “solo” se trata de miseria, otras veces tiene que convivir con amenazas y violencias; la Iglesia es profeta y testigo de Cristo desde su compromiso por transformar los corazones a través de su implicación radical para cambiar la realidad injusta con actitudes de amor comprometido. A la manera del Maestro”. 

  PRIMER COMENTARIO:
La Iglesia es misionera en tanto que tiene por cometido actuar para extender y transmitir la fe.

Pero es el Espíritu Santo quien, vivificándola, hace posible que nos veamos capacitados, alentados y animados para conseguir tal fin. 

“Por otra parte, en el Primer Mundo las cosas ya no son como eran. Los índices de pobreza, paro, exclusión social, soledad… crecen sin parar dejando cada vez más gente en la marginación social, el desempleo, los desahucios, la desesperación. La sociedad posmoderna que hemos creado, superficial y materialista, no ofrece soluciones vitales al desamparo integral de esta crisis. Al revés, recorta servicios básicos. Pero a diferencia del Tercer Mundo, muchos de nuestros representantes eclesiásticos no están centrados en la denuncia profética del pecado estructural, sino en el culto, los ritos, el derecho canónico, la ortodoxia. Existe una resistencia a dejar de ser influyentes en lo que no deberíamos serlo, como la inmunidad del Estado vaticano, sus nuncios y las relaciones de poder que Jesús de Nazaret solo tuvo precisamente para transformarlo en amor; nunca para reforzarse desde el poder humano”. 

SEGUNDO COMENTARIO:

Hilando con el comentario anterior, argumentar que tal transformación –fruto de la conversión y de la comunicación de la Vida de Dios a través de los Sacramentos de la Santa Madre Iglesia- nos hace a todos los cristianos iguales y hermanos en la fe.

No digo con ello que la comunicación de la vida divina esté ceñida ni circunscrita a formas materiales ni espacio-temporales, sino que este cometido tan singular de la Iglesia, es exactamente igual y debe de ejercerse en cualquier lugar o en cualquier categoría de mundo que se considere. 

“¿Por qué resulta fuera de lugar imaginarnos a obispos europeos haciendo labores como las de Castellanos en Bolivia, Casaldáliga en Brasil o Abelardo Mata en Nicaragua, a pie de calle trabajando por los derechos humanos más elementales a riesgo de perder estatus y la propia vida? Así vivieron Hélder Cámara o Romero, entre otros muchos. La realidad misionera en India, Latinoamérica, África u Oriente, no debe tener un fundamento diferente a la misión en Occidente: es la misma Buena Nueva. Los recortes en el sur de Europa son tan fuertes que la situación real es objetivamente mala, con grandes bolsas de marginación y precariedad en aumento a las que Cáritas y otras instituciones admirables atienden a duras penas. ¿Pero es suficiente dejarlo todo en manos de estas instituciones solidarias? ¿No deberíamos los demás dar un paso al frente en la Iglesia, empezando por sus rectores -Rouco y compañía- para cambiar el acento del apostolado y parecernos todos más a Jesucristo?” 

  TERCER COMENTARIO:

Las cosas así, fácilmente se comprenderá que el primer mundo es también tierra de misión. Pero tal circunstancia no se deriva exactamente del denominado pecado estructural -o tramado de actuaciones contrarias a la Ley Moral natural que lo originan- sino de la pérdida del sentido último de la existencia, que no es otro que el ver colmada nuestra capacidad de trascendencia, con la mutua pertenencia en el Amor.

El conocimiento de esta realidad se nos alcanza a través de la fe, es decir, por la elevación de nuestra inteligencia de modo que podamos llegar a captar e incluso a elegir una realidad intangible como esta para nosotr@s mism@s y actuar en consecuencia.

Aquí es donde considero que estriba el principal problema de la Iglesia actual y donde cabe la crítica de que quizá no hemos sido capaces de comprender, ni tampoco de transmitir, esta realidad.

Lo demás, viene dado por añadidura en la siguiente seriación: ver, juzgar y actuar. 

“En el Tercer Mundo también dan importancia a la liturgia, a los ritos y signos, pero allí son la expresión de una vivencia, y por eso sus celebraciones son más alegres, sentidas y fraternas. Mientras que nuestras celebraciones, son mucho más rutinarias y pomposas, con un boato oficial difícil de digerir. Si en "misiones" todos hacen de todo, incluida la denuncia y defensa de las injusticias económicas, es tiempo de imitarles en la radicalidad de su apuesta por la dignidad del ser humano, arriesgando como ellos. Si el reino de Dios no es de este mundo, es porque no es un reino de dominación sino de servicio: "Dónde el ser humano padece dolor, injusticia, pobreza o violencia, allí debe estar la Iglesia con su vigilante caridad y la acción de los cristianos" (Juan Pablo II). En el Tercer Mundo igual que en el Primero”. 

Y PARA FINALIZAR…

… además de agradecerle a Gabriel Mª de Otalora su colaboración, quisiera mostrar mi deseo de que entre tod@s y bajo la acción del Espíritu de Dios, sepamos hacer de nuestra vida una Feliz Navidad!

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