sábado, 26 de julio de 2008

ALGO REALMENTE VALIOSO

La predicación del padre Raniero Cantalamessa a la liturgia del próximo domingo (XVII del Tiempo Ordinario: 1 Reyes 3, 5.7-12; Romanos 8, 28-30 y Mateo 13, 44-52) nos presenta a Jesús como el tesoro escondido y la perla preciosa de las parábolas…

“¿Qué quería decir Jesús con las dos parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa? Más o menos esto: ha sonado la hora decisiva de la historia. ¡Ha llegado a la tierra el Reino de Dios! En concreto, se trata de Él, de su venida a la tierra.

El tesoro escondido, la perla preciosa no es otra cosa que el mismo Jesús. Es como si Jesús con esas parábolas quisiera decir: la salvación os ha llegado gratuitamente, por iniciativa de Dios, tomad la decisión, aprovechad la oportunidad, no dejéis que se os escape. Es el tiempo de la decisión.

Me viene a la mente lo que sucedió el día en el que acabó la segunda guerra mundial. En la ciudad, los partisanos y los aliados abrieron los almacenes de provisiones que había dejado el ejército alemán al retirarse. En un instante, la noticia llegó a los pueblos del campo y todos corrieron a toda velocidad para llevarse todas esas maravillas: alguno regresó a casa lleno de mantas, otro con cestas de alimentos.

Creo que Jesús, con esas dos parábolas, quería crear un clima así. Quería decir: ¡Corred mientras estáis a tiempo! Hay un tesoro que os espera gratuitamente, una perla preciosa. No os perdáis la oportunidad. Sólo que, en el caso de Jesús, lo que está en juego es infinitamente más serio. Se juega el todo por el todo. El Reino es lo único que puede salvar del riesgo supremo de la vida, que es el de perder el motivo por el que estamos en este mundo.

Vivimos en una sociedad que vive de seguridades. La gente se asegura contra todo. En ciertas naciones, se ha convertido en una especie de manía. Se hacen seguros incluso contra el riesgo de mal tiempo durante vacaciones. Entre todos, el seguro más importante y frecuente es el de la vida. Pero, reflexionemos un momento, ¿de qué sirve este seguro y de qué nos asegura? ¿Contra la muerte? ¡Claro que no! Asegura que, en caso de muerte, alguien reciba una indemnización. El reino de los cielos es también un seguro de vida y contra la muerte, pero una seguro real, que beneficia no sólo al que se queda, sino también a quien se va, al que muere. "Quien cree en mí, aunque muera, vivirá", dice Jesús. De este modo se entiende también la exigencia radical que plantea un "negocio" como éste: vender todo, dejarlo todo. En otras palabras, estar dispuesto, si es necesario, a cualquier sacrificio. Pero no para pagar el precio del tesoro y de la perla, que por definición no tienen "precio", sino para ser dignos de ellos.

En cada una de las dos parábolas hay en realidad dos actores: uno evidente, que va, vende, compra, y otro escondido, dado por supuesto. El autor que es dado por supuesto es el viejo propietario que no se da cuenta de que en su campo hay un tesoro y lo malvende al primero que se lo pide; es el hombre o la mujer que poseía la perla preciosa, no se da cuenta de su valor y la cede al primer mercante que pasa, quizá por una colección de perlas falsas. ¿Cómo no ver en esto una advertencia que se nos dirige a quienes malvendemos nuestra fe y nuestra herencia cristiana?

Ahora bien, en la parábola no se dice que "un hombre vendió todo lo que tenía y se puso a buscar un tesoro escondido". Sabemos cómo terminan las historias que comienzan así: uno pierde lo que tenía y no encuentra ningún tesoro. Historias de soñadores, visionarios. No, un hombre encontró un tesoro y por esto vendió todo lo que tenía para comprarlo. Es necesario, en pocas palabras, haber encontrado el tesoro para tener la fuerza y la alegría de venderlo todo.

Dejando a un lado la parábola: hay que encontrar antes a Jesús, encontrarlo de una manera personal, nueva, convencida. Descubrirle como su amigo y salvador. Después será un juego de niños venderlo todo. Es algo que se hará "llenos de alegría", como el campesino del que habla el Evangelio.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pongo el texto que comenta el Padre Raniero para que todos puedan contrastar su significado literal con la “explicación” de su cmentarista. Es este:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí." Él les dijo: "Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo."

¿De verdad alguien puede entender que Jesús está hablando de sí mismo? Que venga Pagola y lo vea. Este es un claro ejemplo de cómo una visión preconcebida de las cosas desvirtúa totalmente el sentido original.

Otra cosa, ¿Qué decimos en el Padrenuestro? ¡¡¡VENGA A NOSOTROS TU REINO!!! Y no, déjanos entrar en tu Reino. La cosa no es de aquí para allá sino de allá para aquí. ¿Y quién nos enseñó el Padrenuestro?

Por lo demás, pasajes como este, que hablan de la beneficiosa conversión que debe de hacer cada uno, han sido de lo más pernicioso y han desorientado a generaciones de cristianos que se han dedicado a competir en pobreza y autoflagelación inútiles.

Anónimo dijo...

La palabra convertirse equivale a “volverse a”, querido Joaquim.

Desde luego que en el Padre Nuestro pedimos a Dios “venga a nosotros tu Reino”, pero –y puesto que su Reino se nos ha alcanzado ya en su Hijo, Jesucristo- para que efectivamente “venga a nosotros” su Reino, es precisa nuestra conversión.

Creo que en esta interpretación podríamos converger tanto Cantalamessa, como Pagola, tú y yo misma, sin ningún problema…

Si no, ya me dirás.

Anónimo dijo...

Yo creo que para una buena comprensión de las cosas hay que partir de que Jesús anunciaba el Reino, no a sí mismo. Jesús y Reino eran cosas diferentes. Y el Reino no llegó. El Todopoderoso se equivocó. Pero de algún modo él sabía que no había que quedarse de brazos cruzados esperando; a su modo, sabía que todos podemos hacer algo por el Reino. ¿Cómo era? ¿Itxaron?

Anónimo dijo...

Es que es en Jesús precisamente (compartiendo la forma de ser, de actuar y de relacionarse del Ungido precisamente) en quien se hace realidad el Reino de Dios, querido Joaquim.
Para que ésto sea así, es necesario que "volviéndonos" a tal posibilidad, no sólo la aceptemos, sino que nos decidamos además a formar parte de esa realidad.
Así, pues, el Reino ha sido, es y será la común-unión en Cristo, pero contando con nuestra consciente aceptación, y es eso precisamente lo que constituye la razón de nuestra esperanza (itxaropena) cristiana.
No se lo que te digo lo que te parecerá...

Anónimo dijo...

¿Y no será que Jesús, más que hacer realidad el Reino (algo que no hemos visto ni por asomo), nos enseña el camino para hacerlo realidad?

La palabra Reino de Dios, así como muchas otras usadas por defecto, no me gusta. Responde poco a las expectativas actuales. Hace falta un aggiornamento terminológico.


PD.: Y aunque la cosa vaya discurriendo por otros derroteros, ni la perla ni el tesoro estaban bien identificados en el comentario de Cantalamessa. Kesepas kemeakuerdo.

Anónimo dijo...

No es que haga realidad el Reino, querido Joaquim, sino que Él es el Reino para nosotros, en la medida en que nos compartamos con Él.

Ese compartirnos tiene lugar a través de nuestros actos, y por eso mismo y como muy bien dices, Él mismo nos indica el modo de hacer del Reino -en el mundo- una realidad.

En aras al aggiornamento terminológico que preconizas, por mí no hay inconveniente en que le llames al Reino “común-unión y común-participación en el Amor y del Amor con todo lo capaz de Amor” (lo que pasa es que queda un poquito largo).

Y yo sí que creo que Cantalamessa ha identificado bien a Cristo como la perla y el tesoro de las parábolas, poroque es cuando lo descubres y lo valoras cuando eres capaz de ordenarlo todo en aras a hacerlo tuyo…

cesar dijo...
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