miércoles, 26 de noviembre de 2008

ROUCO Y LA L.M.H.

Durante su discurso en la Asamblea Plenaria del episcopado español, el Cardenal Rouco mostró la preocupación de la Iglesia por el deterioro de la convivencia (seguro que en los medios de comunicación habréis visto u oído sobre ello). Pues bien. Ésta es la parte de su intervención que a mí me interesa para provocar nuestra conversación:

“”En su discurso de apertura de la XCII Asamblea Plenaria de la CEE, el purpurado mostró la "inquietud" de los obispos ante la posible ruptura de "el espíritu de reconciliación, sacrificado y generoso, que presidió la vida social y política en los años llamados de la transición a la democracia".

Recordando la pasada historia de España, el cardenal Rouco afirmó que es "es necesario vigilar para evitar de raíz actitudes, palabras, estrategias y todo lo que pudiera dar pábulo a las confrontaciones que puedan acabar siendo violentas".

"A veces es necesario saber olvidar. No por ignorancia o cobardía, sino en virtud de una voluntad de reconciliación y de perdón verdaderamente responsable y fuerte", añadió, especialmente por el bien "de los jóvenes".

Añadió que la sangre de los muertos en la guerra, incluyendo la de los mártires, "sigue clamando al Cielo para pedir la reconciliación y la paz””.

Os he subrayado una frase sobre el perdón que a mí me ha resultado muy interesante. También me gustaría que opinásemos si estas declaraciones suponen o no una ingerencia, o si únicamente aportan una reflexión de indudable contenido filosófico y moral...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2008/11/25/p204902#more204902

http://www.lavanguardia.es/lv24h2007/20080922/53544772332.html

Anónimo dijo...

Me ha recordado a una frase que escuche, que venia a decir "recuerda los halagos que recibas, olvida los insultos, y si lo consigues, cuéntame como"...
Siempre se ha dicho que en la mala memoria reside el secreto de la felicidad, pero es necesario saber hacerlo.
Saludos

Anónimo dijo...

Para que lo tengáis a mano, transcribo los dos artículos sugeridos por Joaquim.

El primero de ellos, dice así:

Ofensiva episcopal en cuatro frentes
Oriol Domingo | 26/11/2008 - 01.07 horas
El "a veces es necesario saber olvidar" en aras de la reconciliación pronunciado por el cardenal Antonio Maria Rouco ha dejado en la penumbra otra consideración del prelado en su discurso en el último pleno de la Conferencia Episcopal Española. En un Madrid ventoso y frío se han caldeado los ánimos. Se le ha echado en cara que este deseo de Rouco a favor del olvido y de la reconciliación es contradictorio con el impulso episcopal de una nueva beatificación masiva de católicos asesinados en la guerra civil y es incompatible con determinados programas de la cadena radiofónica episcopal.

Lo que ha quedado en la penumbra es lo que se vislumbra como una ofensiva episcopal en cuatro frentes. Las fechas, salvo una, para esta movilización ya están marcadas en el calendario. Peregrinaciones a la denominada tumba del apóstol Santiago en un año jubilar en el 2010. Congreso Eucarístico Nacional en Toledo en el año 2010. Jornada Mundial de la Juventud con presencia del Papa en Madrid en el 2011. Posible segunda beatificación masiva de mártires de la guerra civil en una fecha aún por determinar pero que podría ser en alguno de los años apuntados y celebrarse en Madrid.

La movilización para preparar estos cuatro acontecimientos comenzará de manera inmediata. El cardenal Rouco encabezará un grupo que el próximo Domingo de Ramos acudirá a Roma para recibir de Benedicto XVI la cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud y llevarla a Madrid. Grupos de jóvenes recorrerán después todas las diócesis de España con esta cruz.

El interrogante gira en torno al sentido que tendrá esta ofensiva impulsada por el episcopado de la Iglesia católica en España. "Deseamos que no se nos entienda mal. No propugnamos lo que se llama una política teocrática", ha dicho Rouco. Pero…

Anónimo dijo...

Vamos por el segundo:

A veces es necesario saber olvidar. No por ignorancia o cobardía, sino en virtud de una voluntad de reconciliación y de perdón verdaderamente responsable y fuerte; una voluntad basada en los altos ideales de la paz que se alimenta de la justicia, de la libertad y ¿por qué no decirlo? del perdón y del amor fraterno». Amigo Rouco, tomada en conjunto, tu frase es hermosa y la acepto. Pero creo que las palabras centrales, que he puesto en negrita, resultan por lo menos desafortunadas y no deberías haberlas dicho. No es así o, al menos, no es así del todo, a no ser que no entienda lo que dices, a no ser que tengas un doble lenguaje. El olvido del que hablas no es cristiano, pues el cristianismo es ante todo la buena memoria de Jesús crucificado y de todos los crucificados y asesinados de la historia (entre ellos los de la guerra y posguerra española del siglo XX). Lo que necesitamos no es saber olvidar, pues eso es neurosis (represión) y puede ser prepotencia (y es siempre anti-cristiano) y yo estoy convencido de que tú no eres neurótico, ni prepotente, ni anticristiano. Por eso te pediría que precisaras tu lenguaje y que dijeras lo que de verdad has querido decir: lo que hace falta no es olvidar, sino recordar bien, como hombres y mujeres nobles y, si quieres, aún mejor, como cristianos.

Dices que «es necesario cultivar el espíritu de reconciliación, sacrificado y generoso, que presidió la vida social y política en los años llamados de la transición a la democracia». Eso me parece muy bien, pero es necesario que recuerdes que, tras la guerra, ganado por unos, hubo antes cuarenta años de recuerdo oficial de una sola parte y que es normal que «los otros» (si es que hay otros) puedan tener también sus años de recuerdo. Además, aquel espíritu de reconciliación, fue en parte un «espíritu de cesión». Cedió, sobre todo, una parte, la de los antiguos perdedores, para bien de todos.

Ahora pides que «se olvide». Eso no, Antonio. Tienes que pedir que se recuerde, pero que se recuerde bien, con generosidad, por parte de todos, para reconciliación. Y sólo se puede recordar bien cuando se saben y se valoran las cosas y personas, de una y otra parte. De lo contrario seguirá habiendo neurosis, seguirá dominando la prepotencia de algunos. Por eso, tú, como Presidente de la Iglesia Española, deberías ser el primero en pedir que se recuerde todos, que se recuerde a todos, con generosidad, para que pueda haber reconciliación.

No olvides que durante cuarenta años, con una larga prórroga, los nombres de los caídos de un lado han estado en las iglesias de todos, para humillación y olvido de otros, los que no tenían nombre. ¿Se apresuró la Iglesia a la muerte de Franco a quitar los caídos de un bando de sus templos? Entonces habría sido el momento de poner en la lápida (en la iglesia o a su lado), el tiempo de recoger a todos los muertos, reconociendo los restos de todas las cunetas «olvidadas». ¡Vamos con retraso!. Y eso tendría que haberlo propiciado y promovido la Iglesia, para bien de todos, pues ella tenía autoridad para hacerlo y, sobre todo, debería haber tenido la humildad y la generosidad de promover un encuentro de todos los vivos, a la luz de todos los muertos.

Ahora pides que «se olvide» y estás promoviendo un recuerdo glorioso de 500 mártires por año, con beatificaciones en la plaza de Roma (a los ojos del mundo entero) o en la gran Plaza de Madrid. Ya sé, me dices que eso no es política, que no quieres juzgar. Pero en estas circunstancias, al decir que se olviden otros muertos, mientras tú promueves a los que parecen tuyos, eso me parece un doble juego, algo no cristiano.
Recuerdo y venero a los «mártires» cristianos y quisiera que todos (no sólo los de algunas órdenes o diócesis que han pagado más o han sido más listos y prontos para hacer los papeles) estuvieran en una gran lista que pusiera: «Descansan en Dios, sus fieles muertos» (o, si quieres, «asesinados»). Pero al otro lado o en la misma pared quisiera que estuvieran los nombres y recuerdos de todos los restantes muertos, los que se dice que son «del otro lado», con un letrero que ponga algo semejante, sin recordar quizá a Dios: «Descansen en la Vida y nuestra Memoria todos los muertos». Tú mismo, como presidente de la Iglesia Española, deberías promover el recuerdo de los otros muertos, más que de los «tuyos», si es que vale esa palabra, pues ante Dios todos son «suyos»

Por eso, quisiera decirte que pidas que haya un buen recuerdo para todos, con precisión histórica, con reconocimiento de los errores y violencias de un lado y de otro, para concordia y perdón de todos. Tu sabes bien que sin «examen de conciencia y confesión de boca» (es decir, sin re-conocimiento real) no puede haber perdón concreto. No habrá verdadera reconciliación en este pueblo hasta que no se puedan contar todos sus muertos, de un lado o de otro, de los cuatro lados, todos «hijos de Dios», según unos, todos «hijos de la Vida», según otros. Estoy seguro de que no es así, pero das la impresión de que se tape la memoria de algunos muertos. Como Presidente de la Iglesia y buen cristiano, fundado en el recuerdo de Jesús, el Asesinado, tienes que ser el primero en pedir que se recuerde a todos, pues sólo el buen recuerdo se puede convertir en principio de reconciliación.

Algunos han despertado estos días el fantasma de Paracuellos y me parece bien. Pero los muertos de Paracuellos tienen lápidas y memoria y algunos están incluso beatificados, si mal no recuerdo. Pero hay otros muertos que no tiene lápida, no se tienen la memoria de donde les mataron. Por eso es importante que se puedan recordar bien todos, sin excepción, con generosidad, de una parte y de otra (si quedan ya las dos partes) y con «sacrificio», como tú dices, pues el sacrificio consiste en recordar que unos y otros son muertos de todos, que de ellos venimos, que por ellos vivimos, para prometernos unos a otros que nunca jamás queremos repetir aquello. Antes que pedir el recuerdo y reconocimiento de «tus» posibles muertos (los de tu Iglesia), con espíritu generoso, como el de Jesús, tu Maestro, deberías pedir el recuerdo de los otros muertos, pues el Evangelio te pide que ames a los otros, que busques el bien de aquellos que, utilizando un lenguaje parcial, pudieran ser tus enemigos.

Antonio, tú eres representante de la Iglesia Española, de una Iglesia de Jesús, que está fundada en el recuerdo de un muerto o, si prefieres, de un asesinado. Si dices que es mejor que se olviden algunos muertos, algunos asesinados, estás olvidando a Jesús, pues la Iglesia Católica ha sabido y sabe que en Jesús se mantiene vivo el recuerdo de todos los asesinados de la historia, como dice el Apocalipsis (Ap 18, 24). Tú tendrías que ser el primero en promover el buen recuerdo, un recuerdo que pueda ser de todos, para reconciliación y perdón de todos.

Deberías ser tú el que promovieras ese buen recuerdo, pidiendo a la sociedad que recuerde a todos sus muertos, ofreciendo para ello, generosamente, las llaves y los documentos de todas las Iglesias. No busques sólo la memoria de «tus» muertos, Antonio; recuerda los de todos y de un modo especial los de aquellos que parecen de los «los otros», es decir, los que estuvieron del otro lado, y, de un modo más especial todavía, los de aquellos que, de un modo o de otro, murieron por causa (directa o indirecta) de la Iglesia. Sólo el día en que puedas decir que aquella Iglesia (que es la tuya) fue también causante, directa o indirecta, de muchos muertos podrás recordar a todos y ofrecer una base de reconciliación para todos, presentándose como Presidente de una Iglesia que debe ser Testigo de la Buena Memoria.

No tengas miedo de que se sepa la verdad, toda la verdad… porque la verdad de los muertos que viven es la esencia de tu iglesia (de mi iglesia). Quiero que ayudes al recuerdo, a un recuerdo total, para una buena reconciliación, ahora que han pasado los años de los enfrentamientos primeros.

Y, por favor, no beatifiques a los quinientos nuevos mártires de la Iglesia hasta el día en que, al lado de esa beatificación, quizá en una misma ceremonia, otros puedan declarar «benditos» o «bien recordados» a los muertos del otro lado. Podrán variar los nombres. La memoria debe ser la misma, una buena memoria, para dejar de esa manera, a todos los muertos en el recuerdo de Dios (los que somos cristianos) o en el recuerdo de una historia que queremos que sea humana, de reconciliación universal (todos, unos y otros).

(X. Pikaza)

Anónimo dijo...

Bueno, aquí nos quedamos y aquí comenzamos...

Lo dejamos precisamente en los artículos de los Srs. Domingo y Pikaza que nos remitía Joaquim.

Se me antoja que ambos tienen algo en común: los dos relacionan la frase que yo pretendía comentar con un contexto, presuponiendo además una intención, y suponiendo también una utilización referido todo ello a la actuación de la Iglesia, al menos éso a mi consideración.

Pero lo que yo pretendía no era tal...

Mi pretensión era analizar la frase partiendo de la intención que se da por supuesta en tod@ cristian@ (la de participar en la interacción por la caridad), prescindiendo sin embargo de toda utilización dialógica, y contextualizándola -de hacerlo- en los valores del Evangelio...

Las cosas así, os diré que no creo que las palabras de Rouco se refirieran precisamente a la pérdida de nuestra memoria individual o colectiva ante un hecho real, sino a una actitud de olvido ante los agravios como actitud previa a una nueva forma de relación (la reconciliación).

Tampoco creo que nuestra frase tenga relación alguna con las canonizaciones, puesto que como ya hemos mantenido en algún otro artículo, cuando éstas se producen estamos hablando de personas que aceptaron la muerte como castigo por no renunciar a su fe, y cuyas virtudes se reconocen por la Iglesia para fomentar precisamente la fe de la comunidad.

Si queréis, en base a las premisas que os he comentado, y buscando siempre una utilización práctica, podríamos seguir hablando...