sábado, 29 de noviembre de 2008

¡DIME QUÉ ESPERAS Y TE DIRÉ QUIÉN ERES!

Tenemos hoy como novedad la meditación del padre Thomas Rosica (director del canal de televisión canadiense Salt and Light) sobre los textos correspondientes al primer domingo de Adviento (Isaías 63 16-17.19; salmo 80 (79); Carta I de S. Pablo a los Corintios 1, 3-9; Marcos 13, 33-37) que dice así:

La Iglesia entra este fin de semana en el tiempo litúrgico de Adviento. Los cristianos proclaman que el Mesías ha venido realmente y que el reino de Dios está a nuestro alcance. El Adviento no cambia a Dios. El Adviento profundiza en nuestro deseo y en nuestra espera de que Dios realice lo que los profetas anunciaron. Rezamos para que Dios ceda a nuestra necesidad de ver y sentir la promesa de salvación aquí y ahora.

Durante este tiempo de deseo y de espera del Señor, se nos invita a rezar y a profundizar en la Palabra de Dios, pero estamos llamados ante todo a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo, que en realidad es el mismo Cristo. De todas formas, todos sabemos lo difícil que es reflejar la luz de Cristo, especialmente cuando hemos perdido nuestras ilusiones, cuando nos hemos acostumbrado a una vida sin luz y ya no esperamos más que la mediocridad y el vacío.

Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra vida. Como un despertador despierta a su propietario, Adviento despierta a los cristianos que corren el riesgo de dormirse en la vida diaria.

¿Qué esperamos de la vida o a quién esperamos? ¿Por qué regalos o virtudes rezamos en este año? ¿Deseamos reconciliarnos en nuestras relaciones rotas? En medio de nuestras oscuridades, de nuestras tristezas y secretos, ¿qué sentido deseamos encontrar? ¿Cómo queremos vivir las promesas de nuestro Bautismo? ¿Qué cualidades de Jesús buscaremos para nuestras propias vidas en este Adviento? Con frecuencia, las cosas, las cualidades, los regalos o las personas que buscamos y deseamos dicen mucho sobre quiénes somos realmente. ¡Dime qué esperas y te diré quién eres!

Adviento es un período para abrir los ojos, volver a centrarse, prestar atención, tomar conciencia de la presencia de Dios en el mundo y en nuestras vidas.

En este primer domingo de Adviento, en la primera lectura del profeta Isaías, el Todopoderoso vuelve a dar esperanza al corazón y al alma de Israel; modela a Israel como lo hace el alfarero con la cerámica.

En la segunda lectura, en su carta a la comunidad amada de Corinto, Pablo dice que espera con impaciencia "El día del Señor", en el que el Señor Jesús se nos revelará para salvar a quienes ha llamado.

En el Evangelio del primer domingo de Adviento, Marcos describe al portero de la casa que vela en espera del regreso inesperado de su señor. Se trata de una imagen de lo que tenemos que hacer durante todo el año, pero especialmente durante el período de Adviento.

Nuestro Bautismo nos hace participar en la misión real y mesiánica de Jesús. Cada persona que participa en esta misión participa también en las responsabilidades regias, en particular, en el cuidado de los afligidos y de los heridos. Adviento ofrece la maravillosa oportunidad de realizar las promesas y el compromiso de nuestro Bautismo.

El cardenal Joseph Ratzinger ha escrito que "el objetivo del año litúrgico consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es la hermosa tarea del Adviento: despertar en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la esperanza".

En este tiempo de Adviento, permítanme presentarles algunas sugerencias. Acaben con una riña. Hagan la paz. Busquen a un amigo olvidado. Despejen la sospecha y sustitúyanla por la confianza. Escriban una carta de amor.

Compartan un tesoro. Respondan con dulzura, aunque les gustara una respuesta brutal. Alienten a un joven a tener confianza en él mismo. Mantengan una promesa. Encuentren tiempo, tómense tiempo. No guarden rencor. Perdonen al enemigo. Celebren el sacramento de la reconciliación. Escuchen más a los otros. Pidan perdón si se han equivocado. ¡Sean gentiles aunque no se hayan equivocado! Traten de comprender. No sean envidiosos. Piensen antes en el otro.

Rían un poco. Ríanse un poco más. Gánense la confianza. Opónganse a la maldad. Sean agradecidos. Vayan a la iglesia. Quédense en la iglesia más de tiempo de lo acostumbrado. Alegren el corazón de un niño. Contemplen la belleza y la maravilla de la tierra. Expresen su amor. Vuélvanlo a expresar. Exprésenlo más fuerte. Exprésenlo serenamente.

¡Alégrense porque el Señor está cerca!.

2 comentarios:

LuisLiviaLuisa dijo...

El camino se ha allanado, vamos quitando todo aquello que es obstáculo para la venida de la paz y la estrella continúa guiándonos sobre el camino de la Paz... Dejemos que la ternura nos envuelva a fin de poder acoger a al Príncipe de la Paz. Quizá alguno de ustedes en algún momento hemos escuchado aquello del desarme por la Paz, no a las armas...¿Por qué no aplicarlo a nuestro corazón para que brote la ternura que nos permita tomar a Jesús en nuestros brazos y cantarle una canción de cuna. Entonces, ¿Podemos comenzar por afinar desde ya nuestro corazón y nuestra voz?
Luisa.
Lima/Peru
http://levantateysalacaminar.podomatic.com

Anónimo dijo...

¡Qué bonito comentario, Luisa!. Me ha traído a la memoria una frase de Pedro Antonio Urbina que dice así:

"Hablar con un amigo, si realmente hay conversación, exige pensar en él amándole".

Pues bien: para que nuestra conversación con El Amado sea tal, es necesario que -como tú dices- henchido de ternura nuestro corazón, podamos acogerle en nuestros brazos y amarle.

Te damos la bienvenida a nuestro blog, querida amiga...