jueves, 9 de octubre de 2008

LAS CLAVES DE MURPHY

El pasado miércoles monseñor William Murphy, obispo de Rockville Center (Nueva York) y presidente del Comité de Justicia y Desarrollo de la Conferencia Episcopal, exponía cinco principios clave a la hora de buscar soluciones a la crisis económica del país. A través de su lectura, me gustaría que observáramos un caso práctico de cómo “nuestra fe y nuestros principios morales” –como diría el propio Murphy- “pueden ayudar en la búsqueda de respuestas efectivas al desorden económico que afecta a nuestra gente”. Espero que os resulte interesante.

La primera clave que el prelado ofrece es "ser consciente de las dimensiones humanas y morales de la crisis".
"Los acuerdos económicos, las estructuras y los remedios deben tener como propósito fundamental salvaguardar la vida y la dignidad humanas", afirmó. El prelado añadió que la "búsqueda escandalosa de beneficios económicos excesivos", es un ejemplo de "ética económica que pone al beneficio por encima del resto de los valores".
Esta ética "ignora el impacto de las decisiones económicas en la vida de la gente real, así como la dimensión ética de las elecciones que hacemos y de la responsabilidad moral que tenemos sobre su efecto en la gente", explica el prelado.

En segundo lugar, el obispo neoyorquino propone la "responsabilidad y la necesidad de dar cuentas".
"Está claro que se requieren medidas efectivas que reconduzcan las prácticas, conductas y juicios erróneos que han llevado a la crisis. Quienes han contribuido directamente a esta crisis o se han aprovechado de ella no deberían ser recompensados o escapar sin dar cuentas del daño que han causado", afirmó.
Conocer las necesidades
En tercer lugar, el prelado explicó que en cualquier caso, el mercado siempre tendrá "ventajas y desventajas".
"Hay necesidades humanas que no encuentran sitio en el mercado", afirmó monseñor Murphy. "Es un estricto deber de justicia y de verdad no permitir que necesidades humanas fundamentales queden insatisfechas".
En este sentido, pidió una "renovación de los instrumentos de control y corrección de las instituciones económicas y de la industria financiera, así como una regulación y protección públicas efectivas más extensas".
"La solidaridad y el bien común" es el cuarto principio propuesto por el prelado.
"El principio de solidaridad nos recuerda que estamos unidos y nos advierte que buscar solamente el interés propio puede empeorar las cosas", explicó. "El principio de solidaridad nos compromete a buscar el bien común, no la ganancia de una parte o la ventaja económica".
Finalmente, el obispo de Rockville propuso el principio de subsidiariedad.
"La subsidiariedad traslada la responsabilidad a los agentes privados y a las instituciones, para que acepten sus propias obligaciones", añadió. "Si ellos no lo hacen, entonces las grandes entidades, incluyendo al gobierno, tendrán que asumir lo que las instituciones privadas no han podido llevar a cabo".
El prelado concluyó su escrito citando unas palabras de la encíclica Centessimus annus: "Nuestra tradición católica nos remite a una sociedad del trabajo, de la iniciativa y de la participación, que no está directamente contra el mercado, pero que exige que el mercado sea controlado apropiadamente por las fuerzas sociales y por el Estado para garantizar que las necesidades básicas de toda la sociedad son satisfechas".
"Estas palabras de Juan Pablo II deberían adoptarse como lema por parte de todos aquellos que tienen responsabilidades hacia la nación, el mundo entero y el bien común de todos", concluyó.
Bueno…
Hasta aquí llega la propuesta. Espero que os haya interesado.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo la impresión de que no sugiere ninguna solución a la crisis, no? Solo los principios que le gustaría que estuvieran presentes a la hora de resolverla. Sin embargo, todas ellas presentes ya en el sistema actual de “libre mercado”.

La característica del sistema actual más implicada y puesta en tela de juicio en esta crisis, en mi opinión, es el papel reservado al estado en todos estos asuntos (el punto número 5).

Vaya por delante, que el mercado, nunca ha sido “libre”, ni mucho menos desregulado. Hasta la fecha, no existe “libre mercado” en ningún sitio, libre tránsito de personas, mercancías, bienes, servicios, ni dinero, no desde luego a nivel mundial. Visto el descalabro actual, se avecinan tiempos en los que replantear la libertad de determinados actores, y el nivel de regulación de los gobiernos, pero poco más.

En mi opinión, con el sistema de “libre mercado” ocurre como con la cita sobre la democracia, “es el peor sistema de gobierno que existe, si exceptuamos todos los demás”. En contra de su mala prensa, y oposiciones proteccionistas en general, el sistema de mercado ha sido tradicionalmente el sistema más capaz de erradicar la pobreza y el hambre, mejorando la calidad de vida de las sociedades en las que se implanta.

Con esto quiero decir, que es importante no confundir el origen del problema.

El “libre mercado” ha generado también desigualdad social (un problema bastante grave) pero no pobreza (un problema más grave si cabe, pero distinto al anterior). Baste pensar, que antes de la apreciación de este sistema económico, las desigualdades sociales eran mucho menores, básicamente porque todo el mundo era pobre (bueno, en general, por no retrotraernos a los señores feudales, faraones, etc). Supongo que a nadie le descubro nada repitiendo aquí la frase “no queremos menos ricos, queremos menos pobres”.

Por entrar un poco en consideraciones morales, como sugiere Mr. Murphy, el ansia egoísta de mejorar y crecer del hombre mueve el mundo, y lo mejora constantemente, para el bien común, pero es bastante capaz por sí sola de destruirlo.

Pero es que el hombre está hecho así.

Un saludo

Anónimo dijo...

Sí,a mí también me parece q el hombre no ha inventado la polvora y q no expone ninguna solución. Así q habrá q seguir apretandose el cinturón!!

Anónimo dijo...

En cuanto a las recomendaciones morales de acuerdo con Mr. Murphy. Debemos de poner siempre el bien ajeno en el horizonte de nuestro actuar.

En cuanto al resto confieso mi ignorancia absoluta en temas económicos. A mí me da que lo de la regulación es un lugar común que se instala y se va repitiendo por muchos, pero tenemos que reconocer que la economía es una ciencia (o mejor, paraciencia, je,je) muy complicada y oscura y que más vale dejar que los oráculos que de verdad saben resuelvan de la mejor manera la situación. A ellos nos encomendamos.

Ya está.

Anónimo dijo...

Copiaré mil veces "debemos poner" para el lunes, ¡zoquete!

Agur

Anónimo dijo...

Tienes razón, querido Hola.
El artículo no sugiere ninguna solución a la crisis, sino que más bien habla de los principios que deben inspirar y que con carácter necesario deben estar presentes en la tal solución.

Me temo que mi análisis económico en ningún caso llegaría a tu altura, así que por ahí no voy a seguir.

Lo que sí quisiera hacer hincapié, es en que el ansia de crecer y mejorar no tanto individual como egoístamente, efectivamente es causa de unos efectos negativos que –como diría Kowalski- “deberíamos de” no, sino que “deberíamos contrarrestar”.

Tu intervención ha sido deliciosa como siempre, querida Martika.