sábado, 18 de octubre de 2008

AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR

A la vista de los comentarios habidos sobre su homilía anterior, con gran interés incluyo la correspondiente al domingo XXIX del tiempo ordinario. Si os parece, podríamos nosotros seguir haciendo nuestras propias interpretaciones como en el caso anterior. Las lecturas correspondientes (por si las queréis manejar) son Isaías 45, 1.4-6; 1ª Tesalonicenses 1, 1-5b, y Mateo 22, 15-21, y las palabras del P. Cantalamessa dicen así:

“El Evangelio de este domingo termina con una de aquellas frases lapidarias de Jesús que han dejado una marca profunda en la historia y en el lenguaje humano: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. No más: o César o Dios, sino: uno y otro, cada uno en su lugar. Es el comienzo de la separación entre religión y política, hasta entonces inseparables en todos los pueblos y regímenes. Los hebreos estaban acostumbrados a concebir el futuro reino de Dios instaurado por el Mesías como una “teocracia”, es decir, como un gobierno dirigido por Dios en toda la tierra a través de su pueblo. Ahora en cambio, la palabra de Cristo revela un reino de Dios que “está” en el mundo pero que no “es” de este mundo, que camina en una longitud de onda distinta y que, por ello, coexiste con cualquier otro régimen, sea de tipo sacro o “laico”.

Se revelan así dos tipos cualitativamente diversos de soberanía de Dios en el mundo: la “soberanía espiritual” que constituye el reino de Dios y que ejerce directamente en Cristo, y la “soberanía temporal” o política, que Dios ejerce directamente, confiándola a la libre elección de las personas y al juego de las causas segundas.

César y Dios, sin embargo, no están al mismo nivel, porque también César depende de Dios y debe rendirle cuentas. “Dad a César lo que es de César” significa, por tanto: “Dad a César lo que 'Dios mismo quiere' que le sea dado a César”. Dios es el soberano de todos, César incluido. No estamos divididos entre dos pertenencias, no estamos obligados a servir “a dos señores”. El cristiano es libre de obedecer al Estado, pero también de resistir al Estado cuando éste se pone contra Dios y su ley. En este caso, no vale invocar el principio del orden recibido de los superiores, como suelen hacer ante los tribunales los responsables de crímenes de guerra. Antes que a los hombres, hay que obedecer a Dios y a la propia conciencia. Ya no se puede dar a César el alma que es de Dios.

El primero en sacar conclusiones prácticas de esta enseñanza de Cristo fue san Pablo. Escribió: “Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino. Por eso precisamente pagáis los impuestos, porque son funcionarios de Dios, ocupados asiduamente en ese oficio” (Rom 13, 1 ss.). Pagar lealmente los impuestos para un cristiano (también para toda persona honrada) es un deber de justicia y por tanto un deber de conciencia. Garantizando el orden, el comercio y todos los demás servicios, el Estado da al ciudadano algo por lo que tiene derecho a una contrapartida, precisamente para poder seguir dando estos servicios.

La evasión fiscal, cuando alcanza ciertas proporciones -nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica- es un pecado mortal, similar al de cualquier robo grave. Es un robo hecho no al “Estado”, o sea, a nadie, sino a la comunidad, es decir, a todos. Esto supone naturalmente que también el Estado sea justo y equitativo cuando impone las tasas.

La colaboración de los cristianos en la construcción de una sociedad justa y pacífica no se agota con pagar los impuestos; debe extenderse también a la promoción de valores comunes, como la familia, la defensa de la vida, la solidaridad con los más pobres, la paz. Hay también otro ámbito en el que los cristianos deberían dar una contribución más grande a la política. No tiene tanto que ver con los contenidos como con los métodos, el estilo. Es necesario desempozoñar el clima de lucha permanente, procurar mayor respeto, compostura y dignidad en las relaciones entre partidos. Respeto al prójimo, moderación, capacidad de autocrítica: son rasgos que un discípulo de Cristo debe llevar a todas las cosas, también a la política. Es indigno de un cristiano abandonarse a insultos, sarcasmo, rebajarse a riñas con los adversarios. Si, como decía Jesús, quien dice al hermano “estúpido” ya es reo de la Gehenna, ¿qué será de muchos políticos?”

¡No me digáis que el tema no da de sí!...

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre hay que procurar empezar por el principio.

Mt. 22, 15-22, La cuestión de los impuestos
Paralelos: Mc 12.13-17; Lc 20.20-26

15 Después de esto, los fariseos se pusieron de acuerdo para sorprender a Jesús en alguna palabra y acusarle. 16 Así que enviaron a algunos de los partidarios de ellos, junto con otros del partido de Herodes,d a decirle:
–Maestro, sabemos que tú siempre dices la verdad, que enseñas de veras a vivir como Dios manda y que no te dejas llevar por lo que dice la gente, porque no juzgas a los hombres por su apariencia. 17 Danos, pues, tu opinión: ¿estamos nosotros obligados a pagar impuestos al césar, o no?e
18 Jesús, dándose cuenta de la mala intención que llevaban, les dijo:
–Hipócritas, ¿por qué me tendéis trampas? 19 Enseñadme la moneda con que se paga el impuesto.
Le trajeron un denario,f 20 y Jesús les preguntó:
– ¿De quién es esta imagen y el nombre aquí escrito?
21 Le contestaron:
–Del césar.
Jesús les dijo entonces:
–Pues dad al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios.g
22 Al oir esto se quedaron admirados; y dejándole, se fueron.

Anónimo dijo...

Don Raniero Cantalamessa (OP) dice: “La evasión fiscal, cuando alcanza ciertas proporciones -nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica- es un pecado mortal, similar al de cualquier robo grave.”

Señora Dorota, podría preguntar a Don Raniero, Ud. que puede, ¿a partir de qué montante la proporción de la evasión fiscal es pecado mortal? ¿Hasta cuánto podemos evadir y dormir tranquilos? ¿Tiene Ud. alguna idea al respecto?

Suyo af.

Anónimo dijo...

Está claro que este es uno de los textos más reiteradamente citados del Nuevo Testamento y de los que más juego dan, pues su significado está más abierto.

Mateo ha venido mostrándonos las parábolas del advenimiento inminente del Reino en las que Jesús exhortaba y advertía sobre la necesidad de estar preparados cuando ello tuviese lugar; todo esto tiene su colofón y corolario en Mt. 24 cuando Jesús habla del fin de los tiempos. Allá después de relatar todas las desgracias que ocurrirán, afirma:

“Tan pronto como hayan pasado aquellos días de sufrimiento, el sol se oscurecerá, la luna dejará de dar su luz, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales se tambalearán. Entonces se verá en el cielo la señal del Hijo del hombre, y todos los pueblos del mundo llorarán de terror viendo venir en las nubes del cielo al Hijo del hombre con gran poder y gloria. Y él enviará a sus ángeles para que, con un fuerte toque de trompeta, reúnan a sus escogidos desde los cuatro puntos cardinales, desde un extremo del cielo al otro.” (Mt. 24, 29-31).

Justo a continuación efectúa la afirmación más arriesgada: “Os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto se haya realizado” (Mt. 24, 34-35).

Tal como yo lo veo el consejo de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios no es un consejo acomodaticio de separar lo material y lo espiritual, sino que es una afirmación efectuada ante la perspectiva de la inminente instauración del Reino y consecuente final de la dominación romana. Quizás fue una salida airosa ante una situación difícil y, además, una manera críptica de decirles a la cara a los representantes del poder religioso y político que tenía delante, y pretendían cogerle en un renuncio, que su tiempo final estaba cerca.

Creo que Jesús concebía el dinero como algo necesariamente sometido al servicio del Reino. Cuando le muestran el denario su respuesta es preguntar por la identidad del personaje que aparece en la moneda, ignorancia que sólo puede ser entendida como falsa ignorancia y, por tanto, como acción de desprecio, pues no nos cabe duda que Jesús sabía perfectamente quién era el César y a quien se le pagaban los impuestos.

En definitiva, no me parece correcto afirmar que Jesús defiende la separación de lo político y lo religioso pues sería totalmente contradictorio con su convencimiento de que el Reino estaba cerca y con la concepción del Reino como un gobierno celestial instaurado por el Hijo del Hombre. En el nuevo estado de cosas el César no tendría ningún lugar ni papel reservado.

Anónimo dijo...

Primero contigo, querido Luis…
La próxima vez que tenga ocasión de charlar con el P. Cantalamessa (¿¿??) se lo preguntaré, pero de entrada te diré –como le he dicho por la mañana a Joaquim en otra de mis intervenciones- que para cometer un pecado mortal lo realmente necesario es la consciente y voluntaria intención de cometerlo (aunque ni siquiera se dieran las circunstancias precisas para poder llevarlo a efecto).
De todos modos poco te puedo sugerir, puesto que en mi caso puntualmente recibo la declaración de la renta confeccionada en mi domicilio, lo cual me supone –aunque no te lo creas- un gran descanso.
¡Eso sí!...
… Siempre pongo la X en la casilla de la Iglesia Católica…
En todo caso y aunque no te haya servido de gran ayuda, aprovecharé para decirte que yo también quedo tuya affma y s.s. estrechando tu mano…

Anónimo dijo...

Los textos y la interpretación que tú planteas son de lo más sugerentes, querido Joaquim.

Yo también creo que Jesús considerase ordenado el dinero al Reino. Otra cosa no tendría cabida dentro de su discurso.

También estoy contigo en que no creo que el Señor tuviera interés en hacer una declaración política al respecto.

Pero a mi modo de ver el Sr. Cantalamessa está aprovechando la perícopa que comentamos para hacer una catequesis práctica y de fácil digestión –como tú mismo dirías- sobre la praxis cristiana relacionada con ello, que podría resumirse en algo así como que Uno sólo es el Señor (ya sabes que la primera y la tercera de las lecturas han de relacionarse), que ni Dios ni sus dones se compran con dinero (otra manera de decir que los bienes terrenales le están subordinados), y que ni Él ni su Iglesia deberían tomarse como medios para engrosar nuestra cuenta corriente –esto último es lo que pienso yo-.

No se lo que te parecerá…

Anónimo dijo...

Mira, te dejo un comentario al texto de Mateo, aparecido hoy en el Blog de X. Pikaza. Es de un tal Fray Marcos y es muy clarificador (a mí me lo parece):

"Seguimos entendiendo la frase como una oposición entre lo religioso y lo profano; hoy entre la Iglesia y el Estado. Es una falta absoluta de perspectiva histórica. En tiempo de Jesús no existía tal separación. Desde que Moisés agrupó a varias tribus en un solo pueblo, la única referencia de aquella sociedad, era Dios. Fue siempre una teocracia en toda regla. Cuando se instauró la monarquía por influencia de las naciones próximas, al rey se le consideró como un representante de Dios (hijo de Dios), sin ningún poder al margen del conferido por la divinidad.

Cuando los fariseos proponen a Jesús la pregunta no están pensando en una confrontación entre el poder religioso y el poder civil, sino entre la autonomía del pueblo elegido y la injerencia de un poder extraño que era el romano. No están proponiendo una alternativa entre el poder religioso y el poder civil. También el poder romano era una teocracia. En la moneda pedida por Jesús no sólo se veía la imagen de Tiberio, sino la inscripción: “Tibero César Augusto, hijo del divino Augusto”.

Lo que se cuestiona es, si un judío tiene que aceptar la soberanía de una nación extranjera o seguir teniendo a Dios como único soberano. Jesús no está proponiendo una separación del mundo civil y el religioso. Eso es lo que se está intentando hoy día por las autoridades civiles, para convertir la religión en una especulación de salón o de sacristía sin ninguna influencia en la vida real.Fariseos y herodianos, enemigos irreconciliables, se unen contra Jesús. Los fariseos eran contrarios a la ocupación, pero se habían acomodado. Los herodianos eran partidarios del poder de Roma.

La trampa que escondía la pregunta es evidente: si decía que no había que pagar el tributo al César, se declaraba en contra de Roma, y por lo tanto los herodianos lo podían acusar de subversivo. Si contestaba que sí, los fariseos podían acusarlo de contrario al judaísmo, porque se ponía en contra del sentir religioso del pueblo, que estaba convencido de que el único señor era Dios y que ningún judío podía aceptar otro soberano.

El verbo que emplea Jesús, "apodídômi", no significa “dar” sino “devolver”. El que emplean los fariseos (dídomi) sí significa “dar”. Una pista interesante para comprender la respuesta. Estaban contra el César, pero llevaban su dinero en la bolsa. La frase de Jesús esta diciendo que es moneda que ellos usan es propiedad del César, y por lo tanto tiene todo el derecho de exigirles que se la devuelvan. Si fueran verdaderos judíos, tenían que renunciar también a utilizar el dinero de Roma. Tienen muchos escrúpulos para pagar el impuesto, pero no para utilizar la moneda del imperio. Jesús les echa en cara que la pregunta no tiene sentido puesto que ellos ya han aceptado la soberanía de Roma.

Al preguntar Jesús: ¿De quién es esa imagen y esa inscripción? está haciendo clara referencia al Génesis, donde se dice que el hombre fue creado a imagen de Dios. Si el hombre es imagen de Dios, hay que devolver a Dios lo que se le había escamoteado, el hombre. La moneda que representa al César, tiene un valor relativo, pero el hombre tiene un valor absoluto, porque representa a Dios. Jesús no pone al mismo nivel a Dios y al César, sino que toma partido por Dios. Esta idea es una de las claves de todo el mensaje de Jesús."

Anónimo dijo...

Alguna idea tienen en común el exégeta (Fray Marcos) con el homileta (P. Cantalamessa)

Lo que yo pienso sin embargo, es que el Evangelio es de aplicación en toda época, independientemente de cuales fueran las claves sociales y económicas de la época.

Anónimo dijo...

El Evangelio es de aplicación en toda época, sí, pero no es posible aplicarlo correctamente si no se conocen sus claves económicas y sociales. Cuando las conoces un poco las letras cobran todo su significado.

Para el caso que nos ocupa está muy claro: no es lo mismo "leer" que Jesús instituyó la separación entre la Iglesia y el Estado que "leer" que estaba amonestando a los que no se sometían totalmente a la voluntad de Dios.
¿Tiene alguna importancia entender una cosa o la otra? Yo creo que sí.

Anónimo dijo...

No sólo es correcto, sino que es exigible la mayor instrucción posible en cuant@s se dediquen a la propalación del Mensaje.

Sin embargo, Cristo habla para los ciudadanos del cielo de todo tiempo y lugar, y más que centrar los temas, informa -o éso creo yo-.