sábado, 13 de diciembre de 2008

LA EMPECINADA

¿Sabéis cuando se duda hasta del significado de las palabras, y aún así no se tiene la más mínima duda del significado y de la actuación de la Palabra de Dios?. Bueno, pues éso me pasa a mí...

Tendría que contaros una truculenta historia de sinsabores para que me comprendierais, pero ciertamente no es eso lo que pretendo.

Lo que pretendo es advertiros, porque son situaciones como ésta que yo estoy pasando las que en ocasiones nos llevan a perder la confianza en el pleno cumplimiento en nosotros y en nuestro entorno de la Palabra de Dios.

Decíamos en el artículo anterior, que en éste hablaríamos de la festividad de la Inmaculada y del tiempo de Adviento. La figura de la Toda Pulcra nos la encontramos más o menos al comienzo: una persona -apenas una niña, que diría Joaquim- que acogiendo la Palabra de Dios en su seno, pudo dárnosla a compartir.

Pienso que la celebración no podía estar mejor colocada, porque el Adviento es un tiempo de esperanza, o -dicho de otro modo- de confianza, de fiarnos “de”, “con” y “en” el cumplimiento de la Palabra de Dios.

Como María, nosotr@s nos preparamos también para acoger esa misma Palabra y poder compartirla. Pero si me lo permitís, yo quería ahora centrarme un poquito más en lo que significa eso de “fiarse de, con y en” el cumplimiento de la Palabra de Dios...

Veréis:

Jesús de Nazaret, ese niñito hijo en el Hijo, es quien hace posible con su encarnación, que nosotr@s seamos capaces de, “fiándonos con Él” -es decir, haciéndonos con Él hijos en el Hijo- y “fiándonos de Él” -es decir, iluminados por su mensaje y confiados en su Palabra-, llegar a compartir y a asimilar por su medio el conocimiento de Dios.

Lo que sucede es que, aún a sabiendas de que ésto es así, nuestros deseos turban nuestra inteligencia, y luchamos hasta la extenuación por hacernos uno, o por hacer nuestr@ quizá, algo que realmente no tiene por qué ser el cumplimiento en nosotr@s de la Palabra de Dios y ésto nos conturba.

Y -según el grado de frustración que experimentemos respecto a lo que teníamos previsto- nos llegamos a frustrar y hasta a agotar, porque era la nuestra una esperanza sin esperanza, es decir, un anhelo no fundado en el cumplimiento en nuestra vida de la Voluntad de Nuestro Padre Dios (que no es otra cosa que lo que supone el cumplimiento de su Palabra, puesto que el Hijo, la Palabra, no es otra cosa que la realidad para nosotros del Amor de Dios).

Entonces es el momento de decir “amén”, querid@s amig@s.

De comprender cuán grandes son los dones que nuestro cansancio no nos permite ver, y de abrir los ojos de nuestra inteligencia a un panorama tal vez distinto, tal vez no deseado, pero que sin duda expande nuestra esperanza una vez depositada “fiándonos en” Aquel para quien nada es imposible, y que, amándonos hasta la locura, nos llama a andar sobre las aguas en pos de su Palabra...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Amiga agarra a Dios Padre de la mano fuerte, fuerte. Que el Espíritu te inunde y que, como Jesús, estás abrazando la voluntad del Padre, la Trinidad está contigo. Besakarda bat!

Anónimo dijo...

¡Qué grande eres!

Anónimo dijo...

Agradezco mucho vuestro ánimo, y trataré de hacerlo contestándo a vuestras intervenciones.

Si no recuerdo mal, estábamos con Hola...

Puesto que el artículo quedaba (y queda) muy extenso, lo que haré será transcribirlo en uno nuevo, entremetiéndome -en la medida en que me lo parezca- en cada una de ellas, ¿os pareced bien?.

¡Pues hasta ahora!

Anónimo dijo...

Como veis, de momento sigo sin hacer posible mi deseo.

Ando -lo cual es un decir- con una lesión de espalda que no me permite estar sentada apenas media horita, así que no hay manera...

No podía empero, con infinito cariño, dejar de felicitaros...